Ismael Giménez irrumpe en la actualidad artística como un territorio vibrante que invita a ser explorado. Su obra, marcada por un colorido interior difícil de domesticar, abre un espacio donde la emoción se convierte en materia y donde cada trazo parece reclamar un lugar propio en el imaginario contemporáneo. Este artista emerge con una fuerza poco habitual, asentada en la intuición, la memoria y una sensibilidad que interpela desde el primer instante.
Una selección de su obra se ha inaugurado este jueves en el Centro Cívico Santiago Escartín Otal de Huesca, en un acto que ha reunido a compañeros del Grupo Zhebra y al maestro del creador, Eduardo Cajal, director del colectivo. La muestra permanecerá abierta hasta el 10 de enero de 2026, con horario de lunes a viernes de 9:00 a 14:00 y de 16:00 a 21:00, y los sábados de 9:00 a 14:00. La asistencia de su entorno artístico ha subrayado la importancia de una etapa que se consolida con esta presentación pública.
Nacido en Huesca en 1970, Giménez ha desarrollado un lenguaje plástico profundamente personal, donde la abstracción contemporánea actúa como vehículo de un pensamiento íntimo y, al mismo tiempo, universal. Sus piezas no buscan reproducir el entorno, sino traducir la emoción en gesto, textura y ritmo. Esa combinación de contención y energía revela un compromiso sostenido con la expresión honesta y con la construcción de una identidad sólida en el panorama creativo actual.
El trasfondo cultural aporta una lectura decisiva. Procedente de una familia de raíces gitanas, el creador incorpora una sensibilidad que dialoga con una tradición de enorme riqueza expresiva. Esta dimensión lo aproxima a figuras como Lita Cabellut o Juan Cortés Amaya, referentes que han reivindicado la presencia gitana en las artes visuales. En su caso, la identidad no funciona como marco teórico, sino como fuerza que atraviesa cada decisión cromática y cada estructura compositiva.

En su producción se despliega un conjunto de formas que activan el movimiento interno de la mirada, círculos que respiran, espirales que acompañan el ritmo, líneas que se expanden o se contraen según la intensidad del color.
La riqueza tonal, uno de los rasgos más reconocibles de su trayectoria, aporta profundidad y crea una atmósfera donde la experiencia emocional se vuelve tangible. El espectador percibe un pulso constante que invita a detenerse y dejar que la imagen dialogue con su propio mundo interior.
La exposición celebra no solo el talento de Ismael Giménez, sino un recorrido construido desde la sinceridad y la fidelidad al acto creativo. Quienes estuvieron presentes en la inauguración, amigos, compañeros y su maestro, reconocen en este proyecto un paso decisivo en la evolución de un artista que entiende el arte como una verdad que se comparte.