En Cuatro Estaciones, la narrativa se rodea del romanticismo que ineludiblemente acompaña los escenarios cinematográficos y vitales en los que se suceden millones de historias fascinantes mientras el ferrocarril se desliza sobre los raíles. Su autor, José María Marco, ha retrocedido sus ojos literarios a la infancia para recorrer con la imaginación cuatro lugares únicos en sus vivencias: Canfranc, Calamocha-Vega, Montroig (Tarragona) y Garciez y Jimena (Jaén). Ha presentado la obra en el Instituto de Estudios Altoaragoneses.
"Es un conjunto de relatos que tienen sentido por separado cada uno de ellos, pero adquieren pleno sentido al leerlos uno después del otro, porque van narrando una trayectoria, que es la de un chaval que va contando sus primeros años de vida, las experiencias, las cuestiones que va viviendo, y se enmarca en el fondo de la obra, que es el retrato de la sociedad española de los años 60 y principios de los 70. A la vez que la sociedad va cambiando, el chico va madurando, va creciendo, va viendo cosas nuevas y entrando en contacto con las cosas principales de la vida. Va conociendo las enfermedades, la muerte, va conociendo historias de salseo que ocurren en Canfranc y Villanúa", explica el escritor zaragozano.
Doctor en Medicina y Cirugía, catedrático de Formación Profesional, ha sido presentado por la profesora María José del Fueyo, profesora del CPIFP San Lorenzo. La novela también tiene un aspecto relevante como es el "reconocimiento personal y profesional a personas como don Antonio Izuel, el practicante de Canfranc".
Tiene el libro un componente sociológico cuando, a través de los ojos del chaval, se describe "en Andalucía una realidad diferente que no tiene nada que ver con la prosperidad y el auge que hay en Canfranc. Ahí nos encontramos con pobre gente, jornaleros del campo que viven en un cortijo y no tienen nada. Cuando digo nada, es nada. Ahí descubre la dureza de la vida".
De ahí traslada el relato a Calamocha-Vega, regreso a un entorno más natural "para lo que era una clase media de la época. Empezamos a conocer mejor la educación, los colegios, retrata la escuela de aquella época, las diversiones, cómo nos colábamos a los toros, intentábamos participar en las peñas de las fiestas de Calamocha".
Cuatro Estaciones concluye con un epílogo "cuando a mi padre le destinan a Cariñena y deciden que vamos a vivir en Zaragoza. En Zaragoza no vivimos ya en ninguna estación de tren, pero sí que continúo yendo de vez en cuando, porque mi padre tenia que pasar por varias estaciones sustituyendo a los jefes titulares. Pasa por Cadrete, Muel, María de Huerva, Longares, Cariñena, Encinacorba,.. Son encuentros más esporádicos con las estaciones pero que también permiten vivir muchas de las cosas que pasan en el libro".
LA IMPORTANCIA DE LAS ESTACIONES
Para José María Marco (Zaragoza, 1959), hermano del ferroviario y autor de varias obras Alfonso Marco, las estaciones son muy importantes. "Forman parte imborrable de mi vida, pero sí que es cierto que todo va evolucionando. El ferrocarril de ahora no se parece en nada al que había entonces, para bien o para mal, y de esas cuatro estaciones, Montroig está tapiada, existe el edificio pero no funciona para nada; Garciez y Jimena queda la planta dibujada en el suelo porque no queda nada de la estación; Calamocha-Vega es una vivienda privada a la orilla del camino de El Cid; y la más importante para mí,, que es Canfranc, no es una estación, es un hotel fantástico, dicen... No he estado más que comiendo. Pero sí que es cierto que en Canfranc se conserva el gran complejo ferroviario que no sólo son las vías, las estaciones, los andenes, sino que incluye todas las obras que ahí se tuvieron que hacer para repoblar las laderas y frenar los aludes, para desviar el río... Unas obras gigantescas. Y también el recuerdo de que Canfranc, en su momento, cuando se inauguró, era la estación más moderna de España. Tenía las innovaciones tecnológicas más importantes. Ese recuerdo tiene que intentar persistir de alguna forma".

Marco Pérez resume la novela como un "recorrido nostálgico y de esperanza. Aquella es una etapa que terminó y después vienen otras". Pero le ha servido para constatar una de las características de este medio de transporte que, para quienes lo han vivido más profundamente, ha impregnado sus conceptos. "El tren tiene mucho de romántico, ha salido en muchísimas películas y tiene siempre mucha vida. También lo reflejo en el vida: el viaje tiene un paralelismo con la vida y durante mucho tiempo los viajes se hacían en tren. Era el único medio de viajar de un lado a otro. Y las estaciones son casi seres vivos que adquirían vida propia, que permitían que la gente se relacionara, se conociera, iban a viajar para ir a comprar, al médico, al Juzgado o a un entierro de un amigo que había muerto en el pueblo de al lado. Era ese símbolo de vínculo entre gentes que compartían el ferrocarril que unía pueblos que ahora, por desgracia, eso ya no existe".
Con orgullo, proclama ser nieto, hijo y hermano de ferroviario. "Algo se pega. Y vivir 15 años vinculado al ferrocarril deja huella. Aprobé un examen para entrar en la Renfe pero justamente entonces me quedaban dos o tres asignaturas para terminar la carrera y mis padres me dijeron que la terminara y que eso lo dejábamos para mejor ocasión. Y así fue".
Proyecta ya José María Marco su tercera novela, que se desarrolla en un alto porcentaje en la provincia de Huesca. "Yo no sé qué tiene esta provincia, pero se desarrolla aquí, y sobre todo en el valle del Aragón. Es una historia entre 1924 y 1944, y el tren tiene un protagonismo al comienzo de la historia porque el protagonista tiene que hacer un viaje con once años solo en tren desde Extremadura hasta Jaca. Entonces, ese viaje va a tener una trascendencia importante". Continuará...