Las Miguelas: la revista Argensola rescata la historia arquitectónica y social de un convento centenario

La publicación del Instituto de Estudios Altoaragoneses dedica un capítulo especial al cuarto centenario de Las Miguelas

Mercedes Manterola y Myriam Martínez
10 de Enero de 2024
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El monasterio de Las Miguelas, historia arquitectónica y social

Al norte de la ciudad de Huesca, en la orilla del río Isuela, se levanta la iglesia de San Miguel, fundada en 1110 por el rey Alfonso I, y en 1634, las Carmelitas Calzadas comenzaron a vivir en el convento de la Encarnación, anexo al templo, conocido como Las Miguelas.

Cuatrocientos años después, la revista de ciencias sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), Argensola, dedica la sección temática de su número 132 a esta comunidad y ofrece un detallado recorrido por la evolución urbanística y arquitectónica del cenobio, y por la vida en clausura de las monjas.

La presentación de esta publicación se celebró este martes, en una abarrotada iglesia de San Miguel, y contó con la presencia de la directora de la revista, la historiadora del arte Celia Fontana, y tres de los autores que han colaborado en este número: el arquitecto y asesor del IEA Jesús Ramón Tejada, la archivera municipal, María Jesús Torreblanca, y la priora del convento, sor María Blanca de la Eucaristía Barril. Asistieron también la concejala y el diputado de Cultura, Teruca Moreno y Carlos Sampériz, la diputada de Servicios Sociales, Lola Ibort, y numerosos representantes del IEA, como su secretario, José Miguel Pesqué, exdirectores y otros profesionales que han tenido diversas responsabilidades en él.

En el periodo comprendido entre 1980 y 1983, el Ayuntamiento de Huesca emprendió una serie de intervenciones de índole arquitectónica en el conjunto monumental. El hallazgo en el templo de la techumbre original de estilo gótico-mudéjar marcó un hito significativo tanto cualitativa como cuantitativamente en el proceso de actuación.

Jesús Ramón Tejada, explicando la intervención. Foto Myriam Martínez
Jesús Ramón Tejada, explicando la intervención. Foto Myriam Martínez

Jesús Ramón Tejada aborda en la revista esta intervención, que resumió con entusiasmo y cierta emoción. Accedió a la plaza de arquitecto municipal por oposición, precisamente, con un ejercicio sobre Las Miguelas. En él plasmó varias de las ideas que luego le tocaría desarrollar, algunas solo y otras con compañeros integrados al servicio de urbanismo en los años posteriores.

Tejada asegura que, en buena medida, fue posible a la implicación sin reservas en la restauración de esta iglesia del entonces alcalde, José Antonio Llanas, que le dejó claro que ésta debía ser su prioridad entre todos sus cometidos, y del gobernador civil, José Gómez Salvago.

Tejada comenzó a trabajar en Las Miguelas, cuando se estaba acometiendo una actuación "de tipo ligero", que consistía en levantar los enlucidos de los sillares de piedra arenisca y retirar obstáculos que impedían la visión de las ojivas del ábside gótico. Recalca que en ella participaban "grandes profesionales" como Luciano Gella, Eugenio Monesma y Jesús Oliván, entre otros. "No había un proyecto propiamente y eso me preocupaba, aunque eran labores propias más bien de una escuela taller y sí había un criterio general que era diferenciar lo antiguo de lo nuevo, de ser cuidadosos en la actuación, e intervenir lo menos posible.

Acto de presentación de la revista Argensola en la iglesia del convento.
Acto de presentación de la revista Argensola en la iglesia del convento.

Se produjo finalmente un cambio sustancial que dio un giro radical al nivel cualitativo y cuantitativo de la actuación. Los tres primeros tramos de la techumbre, ubicados en los pies de la iglesia, coincidiendo con el coro alto que se había incorporado a la iglesia en el siglo XVII, habían quedado bajo la propia cubierta del convento, lo que había hecho que la preservación de esta madera policromada fuera bastante buena. Incluso había una inscripción de 1322 donde constaba el nombre de algunas personas que habían realizado la obra.

Los cuatro tramos siguientes, sin embargo, estaban cubiertos por una bóveda de lunetos, desde los pies hacia el presbiterio y el ábside, y había otro más estrecho, el último, con una aparente bóveda de medio cañón apuntado. "Nos extrañaba por qué se había producido ese cambio y pensamos que podía ser que los tramos mas próximos al ábside, mas en contacto con la intemperie, podían haberse deteriorado hasta el punto de que en el XVII se hubiera decidido sustituirlos".

Pero al realizar unas catas, comprobaron que la madera policromada existía en todos los tramos, incluso se descubrió una nueva inscripción, susceptible de restaurar.

Con mucho cuidado se impermeabilizó la cubierta, se levantaron las tablas que estaban en estado de podredumbre, se pusieron nuevas y se actuó con el mismo criterio que en los sillares, es decir, siempre diferenciando lo antiguo de lo nuevo, para poner en valor lo originario.

Se decidió, además, demoler también el coro. "Eso fue un salto cualitativo y cuantitativo de la actuación. Yo clamaba por un proyecto, pero la obra se desarrollaba en circunstancias muy peculiares, porque tanto Llanas, para el que, como recuerda en sus memorias sor María Teresa Royo, la restauración de Las Miguelas era la ilusión de su vida desde que era niño, como el entonces gobernador civil, José Gómez Salvago, que tenía una familiar en un convento de la misma orden en la provincia de Málaga, se habían hecho cómplices en el mejor sentido de la palabra, para llevar a cabo las obras", señaló el arquitecto.

Público asistente a la cita de presentación de la revisa Argensola.
Público asistente a la cita de presentación de la revisa Argensola.

Las comunidades autónomas eran las llamadas a tener la competencia en esta materia, pero todavía no se habían hecho las transferencias y la administración periférica del estado era la que ejercía todavía el control de las actuaciones sobre este patrimonio. "Eso facilitó enormemente que siguiéramos adelante, agilizó los trámites administrativos, hoy sería imposible sin el control de múltiples comisiones, y finalmente se restituyó el espacio gótico en una actuación que suelo decir yo mas propia de las teorías Viollet-le-Duc, restituir lo que el edificio debió de ser originalmente, frente a las ideas más conservadoras de su coetáneo John Ruskin con las que nos estábamos moviendo, de integrar en el edificio todas las incorporaciones que hubiera tenido", explicó Tejada.

Con la actuación de una empresa externa de "dos grandes profesionales", como se refirió a ellos el arquitecto, los hermanos Jesús y Mariano Oliván, se procedió a la remodelación del entorno urbanístico, esta vez sí con un proyecto.

Primero se llevó a cabo lo que Tejada había indicado en su ejercicio de oposición, demoler el muro del jardín de las monjas que ocultaba el ábside en gran parte de su altura, para replegarlo en paralelo al convento. Se corresponde con la actual entrada a través de la puerta del crismón, lo que permitía liberar ese espacio para la ciudad. El historiador Aínsa ya hablaba de la Plaza de la Iglesia en sus estudios.

"Se plasmó a través de la siempre generosa actuación de la orden y las monjas, con la cesión a la ciudad de este espacio mediante el pago de un canon anual, entonces de una peseta y que hoy se viene rememorando cada año, con el pago de 10 céntimos de euro", recordó.

Jesús Tejada relató que eso sirvió, además, "de locomotora" de una actuación de mucho más calado urbanístico, como fue la del Parque del Isuela. En aquellos años, las riberas del río presentaban un estado lamentable, al igual que la muralla su parte superior. "Era una pena cuando esto había sido un lugar de paseo valorado por los oscenses, hasta el punto de que, junto con el Monasterio de San Juan de la Peña, fue el motivo representativo de la provincia de Huesca, en su sitial de la Sillería mudéjar de la Plaza de España de Sevilla". Ahí aparece, en cerámica policromada, la alameda con el Torreón del amparo y las Miguelas.

En años posteriores, se había perdido el cuidado por esta zona y era importante recuperarlo. Posteriormente, se fueron acometiendo diversas modificaciones de planeamiento urbanístico, con la intervención de otros compañeros como Pedro Lafuente, Lidia Banzo, Leopoldo Serena y él mismo, y se plasmó el parque del Isuela en conexión con el de Las Mártires y a través del pinar de la Diputación, integrando el Perpetuo Socorro "de una manera más armónica con la ciudad". 

Las obras de Las Miguelas, que inspiraron todas estas actuaciones urbanísticas, finalizaron en 1983 y poco tiempo después se produjo la transferencia en materia de control de las obras sobre patrimonio cultural del Estado a la Comunidad Autónoma de Aragón.

Jesús Ramón Tejada aseguró que la colaboración este número especial de la revista le había hecho revivir intensos momentos de su vida profesional y personal, en relación con el Instituto de Estudios Altoaragoneses, sede de la publicación.

“He vuelto a tener la oportunidad de colaborar con los profesionales del Instituto en la corrección de las pruebas y ha sido realmente un placer ver como sigue siendo un instituto puntero, con gran calidad científica de los que allí trabajan”, señaló Tejada.

En segundo lugar, con las propias Miguelas. “Acabo de saludar a las monjas. No solo fue una obra importante en mi vida profesional y más en aquellos años casi iniciales mi profesión, sino que tuve oportunidad de conocer el contenido humano de este convento, lo que implica en estas mujeres, su constante pensamiento de los demás y el saber que nos cuidan a todos, como así me han dejado de manifiesto muchas veces después desde sus oraciones”.

En tercer lugar, se refirió al Ayuntamiento de la ciudad, con el que realizó todas estas actuaciones. Accedió a él por oposición como arquitecto municipal, el 1 de julio de 1980. “Trabajé con intensa dedicación, incluso diría que con pasión, por esta ciudad que me acogió y de la que me enamoré, durante 35 años hasta mi jubilación”.

EL SEGUNDO CONVENTO DE HUESCA

La directora de Argensola, la historiadora del arte Celia Fontana ha explicado “la Fundación del Convento de la Encarnación de las Miguelas reviste una cierta importancia porque fue el segundo convento de monjas que se estableció en la ciudad, después de Santa Clara, que es medieval”.

Ha llamado también la atención sobre que “tiene un componente muy importante. Ana Santapáu, casi centenaria, consiguió hacerse con la herencia de su difunto marido y cedió todas sus propiedades, incluida su casa en la calle de Pedro IV, al convento de los Carmelitas calzados de Huesca, con la condición de fundar un convento de monjas donde pudiera entrar ella y alguna sobrina”, ha explicado.

De ese convento se han cumplido 400 años en 2022 y en la sección temática de la revista Argensola, más un artículo de la del boletín de noticias, “ha cubierto buena parte de la historia de ese convento que hemos recordado de una manera muy vivencial con las monjas, las siete carmelitas calzadas que todavía están viviendo en este en este convento”, ha destacado sobre el acto de presentación de la revista.

“La anterior priora, sor María Blanca de la Encarnación, hizo un trabajo espléndido, mostrando cómo ha cambiado el convento desde el siglo XVII hasta la actualidad. Cómo se ha adaptado a las necesidades de los tiempos y ha superado muchísimos problemas, y nos ha dado ejemplos del cambio de diferentes espacios, que para un profano pueden parecer cuatro paredes, pero que para quien conoce todo lo que ha pasado ahí es como abrir una puerta a la historia”, ha relatado.

María Jesús Torreblanca, Celia Fontana y Jesús Tejada.
María Jesús Torreblanca, Celia Fontana y Jesús Tejada.

Celia Fontana ha calificado de “muy emotiva” la participación de María Jesús Torreblanca, archivera municipal, “que ha desarrollado un resumen de la historia del convento y se ha centrado sobre todo en nueva información sobre los siglos XIX y XX”. También ha destacado la presencia del arquitecto Jesús Tejada, que restauró el interior de la Iglesia y descubrió el artesonado de madera original de la iglesia medieval.

La directora de Argensola ha valorado la participación de las muchas personas que han colaborado con este número de la revista. “Hay que agradecer especialmente a la responsable de Publicaciones del IEA, Teresa Sas, a la correctora de estilo Ana Bescós, todas esas personas que tienen una labor más callada, pero que hacen que la publicación salga adelante y ya sean 132 números desde 1950”.

Fontana ha invitado especialmente a leer este número de Argensola y a disfrutar “sobre todo de la sección temática y de ese de ese artículo del boletín de noticias donde sitúo -ha recordado- la primera residencia de las carmelitas en la calle de Pedro IV, haciendo esquina con la calle de Nuestra Señora de Cillas. No me había dedicado a este tema, pero algo tiene la historia que engancha a quien se acerca a ella”, ha animado.

Para la archivera municipal ha sido “un descubrimiento enorme y una satisfacción poder ver tanta historia y de manera tan viva desde la fundación del Convento de las Miguelas hasta nuestros días”.

María Jesús Torreblanca ha destacado especialmente tener acceso al testamento de la fundadora, Ana Santapáu. “Me parece un privilegio escuchar qué era lo que ella quería, cómo lo quería…, es algo estupendo”, ha valorado.

Quienes accedan a la revista “van a poder encontrar un pedazo de la historia de Huesca que les va a relacionar muchas cosas, sobre todo el papel de los conventos en la sociedad, las nuevas órdenes… Algo que es ahora no se nos estudia demasiado y que es muy interesante”.

Más de un año, “con ayuda”, le ha costado a María Jesús Torreblanca este trabajo, pero ha sido muy satisfactorio, por lo que anima a su lectura. “Es una experiencia recomendable”, ha finalizado.

Sor María Blanca de la Eucaristía. Foto Myriam Martínez
Sor María Blanca de la Eucaristía. Foto Myriam Martínez

UN APASIONANTE CAMINO

Sor María Blanca de la Eucaristía Barril firma el artículo Reformas y adaptaciones del monasterio de la encarnación (Las Miguelas) desde el siglo XIX, que según considera va mucho más allá de un mero derribar o levantar muros, abrir o cerrar puertas. "Para mí lo verdaderamente importante y apasionante ha sido el camino que hemos recorrido juntas", indicó.

Explicó que todas las hermanas habían colaborado con sus aportaciones y que, a partir de los estudios y las revisiones de todos los archivos disponibles, se encontraron 33 celdas, no 32 como se creía hasta ese momento, que marcan el número máximo de religiosas que llegaron a vivir al mismo tiempo.

Para mí es importante señalar que este edificio constituye para nosotras las previsiones básicas de nuestra regla del Carmen, en la que se habla del lugar donde se sitúa el monasterio, de las celdas, del comedor, del oratorio. "Su fin es ayudarnos a vivir con plenitud nuestra identidad carmelita y contemplativa. Una estructura solo nos sirve si crea un espacio que facilita encontrar un ritmo y un estilo de vida".

Añadió que las diversas reformas del monasterio manifiestan que hay vida, que hay deseos de seguir avanzando, de adaptarse a las circunstancias concretas que les toca vivir, con una fidelidad creativa a su carisma carmelita y a su carisma de vida contemplativa. Según la evolución de la sociedad de la Iglesia y según los signos de los tiempos.

Confesó que le había resultado apasionante comprobar cómo las hermanas que les precedieron supieron modificar los espacios y las estructuras accidentales para conservar lo esencial, "vivir en obsequio de Jesucristo y poder dar fruto abundante".

Citó como ejemplo la construcción de una sala de enseñanza para niñas, para evitar el cierre del monasterio en el siglo XIX, que se situó en una entreplanta, junto a la casa de los porteros. Después, este espacio se convirtió en un trastero y más adelante, una parte se destinó  a un baño completo para los porteros y otra, a una pajarera. "Los pájaros cantan y alaban a Dios".

"Actualmente, la planta superior del piso de los antiguos porteros ha pasado a ser un lugar donde las jóvenes pueden, a través de un retiro, encontrar un espacio de soledad y silencio para mirar a Jesús, dejarse mirar por él y encontrarse con él y con ellas mismas y así poder orientar su futuro -detalló- y esta sala de enseñanza ha pasado a ser un oratorio".

Sor María Blanca de la Eucaristía Barril señaló que el sueño que albergan ahora es que haya jóvenes que quieran ser carmelitas. "Que el Señor toque corazones para que esta historia de amor a Dios y a los hombres pueda ser continuada con nuevas jóvenes que quieran vivir con nosotras esta hermosa aventura".

"Ojalá ahora, en estos tiempos tan complicados en los que nos encontramos, tengamos el coraje y la audacia de escoger opciones valientes y creativas para seguir construyendo la historia de nuestro monasterio, donde se ha vivido siempre el amor de Dios y el amor a la humanidad, construyendo una historia donde el amor de Dios triunfa sobre el mal y podamos seguir transmitiendo la grandeza de la fe vivida de generación en generación", concluyó.

 María Gloria de Dios. Foto Myriam Martínez
 María Gloria de Dios. Foto Myriam Martínez

Puso el colofón a las intervenciones la priora actual de Las Miguelas, María Gloria de Dios, que resumió el acto con dos palabras: gracias y privilegio, por poder vivir en este monasterio. Y recurrió a un símil de San Pablo para comentar que las monjas que ahí residen deberían ser el alma de ese cuerpo que representa el cenobio y que calificó de “tesoro” que les ayuda en su quehacer diario. “Que esto no se acabe nunca y que podamos seguir otros 400 años alabando al señor”, apostilló.

 

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