El escenario luce diferente en esta ocasión. Un crucero, mobiliario urbano de sabor rural y de tan hondas raíces, en el centro, constituye eje troncal de la representación. En el suelo ramitas de romero y tallos de espliego salpican la escena. Y es que lo que hemos presenciado esta noche en Robres no ha sido eso que las gentes del teatro llaman la ruptura de la cuarta pared. No.
Hoy hemos asistido al derrumbamiento total de la misma. El Corral de Comedias de Robres se ha transformado, gracias a la magia del teatro, en una plaza castellana donde hemos podido asistir al relato vital de un hombre al que hemos sentido como un compañero de viaje y penalidades con el que la complicidad, la compasión a veces, y el sentido del humor en todo momento salpimentado con momentos de matizado pesimismo. Un hombre contando su historia y un grupo de amigos (el público) jaleando sus breves momentos de victoria, lamentando sus hambres de todo tipo y alegrándose de su final tan de superviviente conformista que vive como broche final un empleo que le permite comer crónicamente.

La compañía teatral burgalesa "El duende de Lerma" se compone por dos personas: el actor Luis Orcajo y la técnica en luces y sonido Consuelo Redondo. Dos personas que elevan el carácter de amateurismo a niveles que poco o nada tienen que envidiar a compañías profesionales. De ello, además, es fiel testigo la larga nómina de premios y reconocimientos obtenidos en diversos eventos teatrales.
Una vez más, la dirección del teatro de Robres ha acertado plenamente en la selección de compañía. Por cierto, que ha sido Luis Casaus, el director de esta maquinaria de teatro, cultura y talento quien, al inicio de la noche, ha rellenado los cincos minutos de cortesía interesándose por el lugar de procedencia del público e ilustrando con algunos comentarios la obra de esta tarde, a la que ha calificado, junto con El Quijote y La Celestina, como una de las obras cumbre de la literatura castellana. Ha hecho referencia también al carácter crudamente crítico de la novela y al retrato despiadado de la España de la picaresca.
Y, para dejarnos con más hambre de teatro, ha anunciado, para el próximo sábado 26, la representación de "El mercader de Venecia", a cargo de la compañía vallisoletana, ya conocida en este Corral, "Arcón de Olid".
La obra que se representa está basada en la adaptación teatral de Fernando Fernán Gómez de la novela de 1554. Pero es algo más aún. ¿Quién podía pensar que, en una obra así podían colarse conceptos como el liberalismo clerical ("Y en el siglo XVI", bromea el actor), la conversión del maravedí al euro o el apagón eléctrico masivo sufrido hace unas semanas? Luis Orcajo lo hace posible, entre sorna y chanza, coreado por carcajadas del público.

También es memorable la diferenciación que hace entre las "diabluras" de, casi, niños espoleados por unas hambres que convierten grandes conceptos como el honor, la lealtad o la honradez en mera palabrería. Y lo compara con las "gestiones" que algunos canallas de hoy en día, mal llamados pícaros, perpetran.
Tras casi dos horas de monólogo/diálogo incesante, en el que los mutis han quedado reducidos a semiesconderse tras el crucero para beber de una calabaza, llega a su final la función. Ovación una y otra vez mientras saluda Luis, aplausos que son destinados también a Consuelo, la maga de la luz, el sonido y los efectos especiales/espectaculares con los que no ha sorprendido.
Entre el público satisfacción y la idae, mil veces repetida, de asistir a una programación a la altura de otras de ciudades mucho más "importantes" (en cuanto a volumen demográfico se refiere).Y ello en una localidad que sobrepasa ampliamente las fronteras geográficas de la misma y que pasea su nombre (el de Robres y su Corral de Comedias) por todo marco cultural al que llega.