“Loa” revive el Siglo de Oro en una iglesia de Santa Teresa de Huesca abarrotada y deslumbra con su frescura barroca

La segunda representación del auto teatral anónimo cautivó al público con humor, espiritualidad y un gran trabajo coral

16 de Octubre de 2025
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Representación de Loa en la Iglesia de Santa Teresa 2025. Foto Myriam Martínez
Representación de Loa en la Iglesia de Santa Teresa 2025. Foto Myriam Martínez

La Iglesia de Santa Teresa volvió a llenarse hasta la última banca para acoger la segunda representación de “Loa”, un auto teatral anónimo del Siglo de Oro atribuido a una carmelita descalza oscense. Bajo la dirección literaria de Pablo Cuevas Subías y la dirección dramatúrgica de Pilar Goded, la obra conquistó nuevamente al público con su mezcla de humor, espiritualidad y una entrañable interpretación coral que hizo vibrar el templo como un escenario vivo del siglo XVII.

El texto, recuperado por Studiosi pro Universitate Sertoriana, es una joya rescatada de la tradición carmelitana, que en esta versión renace con una sorprendente vitalidad y sentido teatral. La obra, ambientada en un convento oscense, plasma las virtudes y los placeres en un duelo simbólico que, pese a sus raíces barrocas, suena hoy con gran frescura.

El equilibrio entre rigor espiritual y picardía escénica fue la clave de una representación que alternó la introspección mística con la ligereza de la comedia, recordando que el teatro del Siglo de Oro no temía reírse de sí mismo.

El elenco del Aula de Teatro y Poesía ofreció interpretaciones llenas de intención y sutileza. María Pilar Goded Javierre, como la Observancia, encarnó la rectitud con una serenidad que llenó de autoridad cada gesto.

Amalia Foncillas Aragón, en el papel de el Placer, desplegó una gracia contagiosa, aportando la dosis justa de irreverencia.

María Jesús Porta Lansac, como el Disimulo, imprimió matices de ironía y complicidad, mientras que Ana Aller Blanco, en la Prudencia, fue el ancla moral que equilibró la escena.
La aparición de Javier García Antón como el Apetito aportó un contrapunto de fuerza y comicidad, transformando su personaje en una presencia casi carnavalesca que el público celebró con entusiasmo. Cada intérprete supo, en suma, convertir su alegoría en humanidad viva, sin renunciar a la musicalidad del verso.

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La música en directo, con la voz de María Jesús Porta y la flauta travesera de Julia Sopena, añadió una dimensión sensorial a la puesta en escena. Los fragmentos poéticos en francés del convento de Lourdes introdujeron un delicado diálogo entre culturas espirituales, enriqueciendo la textura del espectáculo.

El resultado fue una experiencia que combinó la solemnidad de un rito con la ligereza de un musical clásico, tan delicioso como inesperado en el marco de una iglesia abarrotada y atenta.

Con un nuevo “aforo completo” y más de doscientos asistentes, la segunda representación confirmó el entusiasmo que la obra había despertado en su estreno de 2024. La ovación final, larga y cálida, fue tanto un homenaje a la compañía como al gesto de rescatar una pieza escrita en Huesca hace más de tres siglos.
 

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