"Mala Mar" de Javier Rovira, la dureza de la novela negra con un toque de ironía

El autor presenta en Santos Ochoa su segunda obra en la que la trama se entremezcla con la denuncia de una época

16 de Diciembre de 2022
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Javier Gastón y Javier Rovira
Javier Gastón y Javier Rovira

"Me llamo Tomás Salcedo -se repite una y otra vez-, me llamo Tomás Salcedo y acabo de matar a mi hermana. La frase es tan incongruente como cierta". Un ¿accidente? quiebra la programada tranquilidad de la familia en la vieja casona de Nueva de Llanes, un obsequio del padre para redimirse "de lo mucho que se gasta en putas", como asegura La Búho, esto es, la madre que todo lo ve. Es Mala Mar (editado por Serie Negra de RBA), de Javier Rovira, que el autor ha presentado este jueves en el espacio experiencial de Santos Ochoa en un diálogo con el periodista de Aragón Televisión y amigo del autor Javier Gastón.

"Hay un crimen en una buena familia de Madrid, que crece en la Transición, y a partir de ahí empiezan a pasar cosas con el hilo conductor de la historia". Así de sencillo es el arranque, así de abrupto, y es el origen de la sucesión de hechos fechados a finales de los años setenta y en los dos mil. 

Una novela que "se basa mucho en imágenes. Una reunión familiar que se va a celebrar, el coche del hermano mayor que cae y arrolla a una de las hermanas". Otra inspiración le llegó de Billy el Niño, el famoso personaje del franquismo que todavía actuó en la Transición, en calabozos de tortura desde los que se veía por la ventana a la gente paseando alrededor mientras iban de compras a El Corte Inglés. "Se van combinando las dos etapas, haciendo un puzzle que se conforma sobre ese inicio de Tomás Salcedo que acaba de matar a su hermana".

Público en la presentación del libro de Javier Rovira
Público en la presentación del libro de Javier Rovira

Javier Rovira afirma que cada capítulo tiene su propio elenco de personajes, vivencias e inquietudes entremezclados en una compleja armonía. Utiliza una técnica literaria en tercera persona con la que se mete "en la piel de cada uno. Es como si fuera un actor. Te puedes convertir en un asesino y en cualquier otro papel. Claro, es una novela negra y hay escenas muy duras. Pero está escrita con una cierta ligereza, con humor y hasta un punto de ironía. Y, sin embargo, en el fondo es dura, el lector ssabe lo que pasa pero siempre hay una puerta que cierra y otra que se abre".

En esta segunda novela (la primera fue "Sesión privada"), se trasluce su condición musical (es pianista, profesor de conservatorio y promotor cultural). "La música es parte de mi vida. Quería darme el gusto de utilizarla de una manera que se adecuara a la acción". La banda sonora del libro quedan en los gustos de Mariana y Ángela, en los viejos magnetófonos, en un minueto de Bach y un adagio de Mozart, ambientación para épocas, personajes y tramas desde que Ramón Salcedo compraba a todo el mundo cuando pisaba fuerte y tenía la sartén por el mango.

Javier Rovira ha planificado cartesianamente toda la novela, incluidas las localizaciones, Llanes, "el norte me atrae mucho, en mi casa andaluza el norte era algo exótico, pero es un paisaje que me inspira mucho. Tiene mucha fuerza. El mar, con tormenta, es duro, y es un mar de fondo que acaba saliendo".

Entre un auditorio muy atento en Santos Ochoa, expone otros escenarios de ese Ramón Salcedo de vieja adscripción falangista, procurador en Cortes, desubicado en la Transición, "un golfo" que se deja llevar por un amigo abogado para las inversiones como la de Llanes. Un mundo de la modernidad entre el Bernabeu y la plaza de Castilla, con aquella costumbre de decir "yo veraneo en la Costa Fleming" porque los americanos de la base impregnaban esa zona capitalina de glamur.

No se queda ahí. Recuerda Javier Rovira que las viejas novelas negras estadounidenses de los años veinte querían contar una ficción y, a través de ella, denunciar otra. "Me interesa saber por qué pasa esto. Tiene que haber algo muy gordo detrás.  Hay una denuncia política del lado oscuro que se ocultó en la Transición, denuncia de abusos y trato a las mujeres. Era un golfo pero su mujer está en su casa, una mujer que entonces se diría moderna".

Y un aspecto último que para el autor de Mala Mar no es baladí. "Y entretiene. Yo soy lector. Quiero que me entretenga de la manera que sea. Lo de la denuncia que está ahí abajo resulta importante, pero también quiero que me resulte atractiva". De hecho, algún lector le ha dicho que "podría tener 900 páginas en lugar de las 335 de la novela". Pero es que el autor es el rey de su obra.

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