Hay eventos que tienen la capacidad de cambiar la morfología de las ciudades. Incidiendo en sus gentes, en su vestimenta y maneras, incidiendo en el paisaje urbano, decorando balcones, ventanas y mobiliario.
Uno de esos eventos es el que se celebra cada año en Monzón, un lugar que ha sabido atraer para sí eventos de la categoría de un Replega (feria de coleccionismo que excede las fronteras, incluso de la comunidad autónoma), de un Arteria (una ventana abierta al arte y los artistas de evidente proyección internacional) o una FLA (Feria del Libro Aragonés) que trae puntualmente a esta ciudad las novedades editoriales más destacadas de cada año. El evento al que hacemos referencia en esta ocasión es el "Homenaje templario a Guillem de Mont-rodón", cuya XXIII edición se realiza a lo largo del fin de semana.
Guillem de Montrodó (también escrito Mont-rodón o Montredon) fue un destacado Maestro de la Orden del Temple en la Corona de Aragón. Nació en Taradell (Barcelona) en 1165 y falleció en 1225. Fue tutor del rey Jaime I de Aragón entre 1214 y 1217, educándolo en el castillo templario de Monzón. También participó en importantes batallas, como Las Navas de Tolosa y Muret, donde murió el rey Pedro II de Aragón. Su lealtad fue reconocida por Jaime I, quien lo elogió en su crónica "Llibre dels feits".
La mañana ha comenzado para los ejecutantes del homenaje mucho antes de las 10:30, hora inicialmente fijada para el comienzo de los actos. Por las calles de Monzón se ha podido ver hombres y mujeres afanándose en llevar vituallas y mercaderías a sus puestos del mercadillo, y personas acometiendo los últimos ajustes de sonido, guerreros y damas atusándose los abalorios. Sin olvidar a las personas encargadas de los puntos de información, en su afanoso reparto de programas, planos e indicaciones varias.
Más de una docena de actores, entre profesionales y aficionados, han dado lugar a dos cortos dramáticos. El uno, un elogio al vino, que abre paso al sorteo de agraciados con una botella de vino de una conocida bodega de los alrededores; el otro, un pequeño lío entre desamores que se cierra para permitir el inicio del desfile de los grupos recreadores participantes, desfile que termina en "la azucarera" entre espadazos; entretanto, otras gentes entregadas a menos bélicos menesteres ocupan su ocio en el aprendizaje de danzas medievales con los componentes del grupo L´Orache.
En el mercadillo medieval puedes encontrar de todo: dulces, carnes, embutidos, pastelería y panadería variopinta para el buen yantar; collares, bisutería y adornos diversos para el personal engalanarse; espadas y escudos de madera para adiestrarse desde niños... E incluso una demostración de alfarería y un taller infantil de reciclaje de papel. O un precioso tiovivo/columpio sin malestar animal para su funcionamiento.
Y, coronando todo ello, nuestro escriba y calígrafo Ricardo Vicente, suscitando a su alrededor la admiración de grandes y pequeños con su deslizar las manos sobre papeles varios y dejar huella experta en ellos.