Una corriente de humor y de afectación ha recorrido la tarde del miércoles el escenario del Centro Cultural Fundación Ibercaja de Huesca con la representación de Las Mujeres Sabias de Molière a cargo del Aula de Teatro y Poesía dirigida por María Pilar Goded con un elenco de actrices y actores que han arrancado la sonrisa como gesto que es propio de las personas inteligentes, al extrapolar hasta el día de hoy las costumbres y expresiones impostadas de la primera mitad del siglo XVII. Mordacidad en la crítica social e ingenio a borbotones.
Pilar Goded explicaba a la concurrencia antes del inicio de la representación que Las Mujeres Sabias constituye una obra divertida con el sello y firma de Jean-Baptista Poquelin Molière, gran actor y autor, maestro en el arte de escribir para el teatro que requiere concentrar lo que hay que decir y cómo decirlo. Recordaba la antología de sus grandes obras como El Enfermo Imaginario, el Avaro o El Misántropo. Y abundaba en el humor, la ironía y el sarcasmo de personajes que, quizás sin tanta afectación pero con similar fondo, son muy de hoy.
El primer acto comenzaba con Enriqueta (María Jesús Porta) al piano, interrumpida su interpretación por la irrupción impertinente de Armanda (Ana Aller) en el primer choque entre la pretensión del amor con horizonte matrimonial de la primera y la réplica pedante en defensa de las ciencias de la segunda. Dos hermanas, por un lado la pretendida de Clitandro (Sancho Almudévar) y por otro la que se atribuye, plena de argumentación impostada, haber sido objeto del deseo insatisfecho del joven. La disputa dialéctica muy de la época queda interrumpida por Clitandro, que reconoce la llama depositada en Armanda que tanto le había hecho sufrir hasta la llegada a la conclusión de que su amor eterno reposa en Enriqueta.
Belisa (Pilar Porta), hermana de Crisalio (Jesús Porta), emerge en la escena en medio de la confusión cuando Clitandro le confiesa su enamoramiento que ella cree dirigido hacia ella y, salvado el error, le pide que le ayude a convencer de sus bondades a Filaminta (María Pilar Goded), la madre de su amada. Crisalio y su hermano Aristo (Paco Tudela), sensatos y dotados de sentido común, sostienen la libertad de Enriqueta para elegir los senderos de su felicidad. En estas, emerge Martina, la criada, lloriqueante porque la señora le ha despedido, ante lo que Crisalio replica que bajo ningún concepto... hasta que aparece su esposa. Su sensatez es tan resaltable como su endeblez ante Filaminta. El humor fino y la ironía se apoderan de la sala.
En el reflejo preclaro de la época, brota la figura de Tritontín (Antonio Elrío), el atribulado poeta ante el que se rinden Filaminta, Belisa y Armanda, suspirantes por la apostura del joven y por la pretenciosidad literaria que declama con más impostura que valor. Las escenas se suceden en medio de imposibles e hipérboles que requieren el concurso del sabio Vadius (Jesús Núñez) hasta un final insospechado que sólo se revela para quienes están presentes en la platea o para quienes, seducidos por el relato, estén dispuestos a ver y disfrutar del grupo del Aula de Teatro y Poesía en próximas representaciones.
En el elenco coordinado por María Pilar Goded, imprescindibles detrás de todo el lucimiento de la obra, Isabel Porta y Carlos Pie con su buen oficio en la escenografía, luces y música. Y toda la labor de maquillaje de Ysela.
Al final, la reflexión que sucede a la risa constata que estas mujeres sabias lo son porque, con sus excesos y pretensiones, inducen a profundizar en comportamientos y conductas que son de ayer y llegan hasta hoy. No es humor absurdo ni surrealista, corrientes muy posteriores, pero sí acerado y didáctico. El talento ha inundado, de la mano del teatro, Villahermosa.