La odisea de la enfermedad

Juan Marques.
Crítico de libros
06 de Agosto de 2025
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Teresa Alvarez.
Teresa Alvarez.

La profesora y escritora zaragozana Teresa Álvarez debutó a finales del año pasado con Taquicardia, un testimonio dramático pero a su modo catártico sobre la rarísima enfermedad que la asaltó y que ha condicionado su vida desde entonces. El libro ha dado que hablar por su fuerza y, sobre todo, por su calidad, y en mayo de 2025 ha tenido que ser reimprimido.

Teresa Álvarez
Taquicardia
Zaragoza, Pregunta, 2024
218 páginas. 15,90 euros

Encefalomielitis miálgica: hay que esperar casi hasta la última página de Taquicardia para poder leer no ya un diagnóstico definitivo sino el modo más correcto de referirse a lo que a lo largo del libro ha sido calificado como “síndrome de fatiga crónica”, expresión más popular a la que se recurre no sólo para que el lector sepa de qué se está hablando sino, creo, para insinuar cómo la propia autora, la protagonista, va no familiarizándose con lo que le ha ocurrido sino haciéndose, a la fuerza, una verdadera experta en ello.

Pero esto que ha escrito la debutante Teresa Álvarez no es literatura médica, sino pura literatura, en primer grado, y además una literatura de calidad enorme, de fuerza impactante, basada no sólo en la realidad sino en una verdad tremenda y casi avasalladora. ¿Original? No sé, no hace ninguna falta, y ojalá todos los testimonios autobiográficos que vienen publicándose en los últimos años fuesen remotamente parecidos a éste tanto en la pertinencia indiscutible de lo que se cuenta como, sobre todo, en su profunda conciencia literaria.

Y en todo caso sí hay verdaderos hallazgos, momentos magníficos y algún acierto formal muy concreto, como el modo de numerar los capítulos. Aquellos en los que la autora vuelve la vista atrás para recordar su juventud, sus años universitarios, su año Erasmus en Toulouse… comienzan en el -29 y van, como una cuenta atrás, acercándose a ese 0 en el que empieza todo, tanto el libro como el terrible acontecimiento que claramente divide esa vida, y por tanto este libro, en dos.

Los capítulos que van del 1 al 33 van sucediéndose normalmente (aunque barajados con los “negativos”, que en realidad son los más felices), y en ellos ya se cuenta el momento del ataque, la extrañísima enfermedad que le sobrevino y que dio lugar primero a la extrañeza, y luego a la preocupación, el miedo, la desesperación, la tristeza, el periplo por hospitales, la sensación de soledad e incomprensión, la injusticia civil o administrativa (que se añadió a la injusticia física y hasta metafísica) y los tribunales.

Es verdad que en los capítulos de Toulouse no sólo se cuentan las fiestas, los novios, los exámenes, las amigas, los conciertos y los paseos, sino que hay como pequeños adelantos o anuncios de lo que, en todo caso inesperadamente, iba a ocurrir: episodios pasajeros de cansancio, tristeza, abatimiento, insomnios, resacas, pulso rápido o nervios descontrolados que se recuerdan casi con nostalgia, pues todo aquello era “lo normal”, “lo universal”, lo “común”, mientras que lo que le destroza a partir del capítulo 1 es algo que le sucede a una de cada varios miles de personas (y que es más común en mujeres, algo que permite a la autora introducir aquí y allá varios párrafos con, digamos, explícita perspectiva de género, preguntándose si no se trata de enfermedades minusvaloradas al ser consideradas “cosas de chicas”, migrañas, astenias o debilidades que acaso sean somatizaciones de “angustias femeninas”…).

En el libro hay momentos muy duros, fragmentos que parecerían proceder casi de diarios íntimos en los que la protagonista, Teresa, divaga con la poca energía que le queda sobre por qué ha sido castigada, qué ha hecho mal, cuál ha sido su fallo para tan cruel penitencia…, pero lo cierto es que la razonable autocompasión y el efímero patetismo que pueda haber en algunas páginas quedan bien compensados por otros momentos en los que asoma un nítido y liberador humor, reflexiones o expresiones graciosas entre tanto cable, tanta monitorización, tantas ganas de no estar enferma.

En ese equilibrio entre lo dramático y lo amable, también juegan un papel importante los personajes secundarios: más que los médicos o las abogadas, que en general desfilan con poca gloria, frías o profesionales, están los padres de la protagonista, y Marc, su pareja, que aumentan muchísimo la luz del libro.

En cuanto a los capítulos del pasado, las amigas o los amantes juegan un papel ambiguo, como sucede en la vida, donde hay de todo, o donde todos juegan distintos papeles según la temporada, según el día. Creo que en realidad esos capítulos juveniles están en el libro porque le sirven a la autora de contrapunto, o para autorretratarse en unos años en los que ella se reconocía mejor a sí misma. La mujer postrada que escribe ya no es la chica juerguista y llena de vida de aquel tiempo, media vida atrás, pero de algún modo ve en ella una “yo” más verdadera, una versión algo alocada pero tan vitalista como lo hubiera sido ella siempre, si bien con más madurez, en sus años adultos, laborales, cuarentones…

Y, de todos modos, hay un pequeño “apagón” entre, digamos, Toulouse y la enfermedad, pues en medio hay muchos años que no se cuentan, sino que como mucho se sugieren: años dedicada a la enseñanza de literatura, años de cooperación internacional en África y en el Caribe, el proceso de redacción y defensa de una tesis doctoral… Por todo esto se pasa muy de puntillas, enfocándose únicamente, para entendernos, el momento de los veintiún años y el momento de los cuarenta y dos.

Me estoy alargando sin lanzarme a decir lo importante, que es que Taquicardia es un libro maravilloso. El título, en un primer momento, no me atrajo, y hay a lo largo de todo el texto algún problema con el uso de la puntuación…, pero no es que éstas sean minucias, es que dan totalmente igual ante la calidad y la potencia del texto, que es una reconstrucción personal admirable, y también una reafirmación integral tras la necesaria pero frustrante multitud de pruebas, resultados contradictorios y hospitales, y sobre todo tras la prolongada e indignante peripecia judicial.

Lo íntimo y lo social se alían en estas páginas para salir, si no curada, sí victoriosa. Y con libros como éste ganamos todos, y no sólo en el sentido de lectores sino de ciudadanos, de cuerpos que pueden enfermar, de pacientes o cuidadores potenciales, de gente con curiosidad y con conciencia. Cuando se cuenta algo así, y sobre todo cuando se cuenta así, tan bien, es imposible que no nos afecte ni nos importe.

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