Oscensario y Allí donde se vuelve, los universos de plumilla y filosofía íntima de Javier Sáez y Adela Moreno en la DPH

La Sala de Exposiciones de la Diputación acoge hasta el 8 de febrero estas dos preciosas muestras de las Becas Ramón Acín de 2023 y 2024

01 de Diciembre de 2025
Guardar
Una guía por Oscensario y Allí donde se vuelve con sus autores, Javier Sáez y Adela Moreno

Porque cada año tiene su afán, la doble muestra de la convocatoria de creación artística Ramón Acín de 2023 y 2024 es un prodigio que emana de talentos dispares con un punto en común: la libertad con la que mentes fértiles engendran universos a duras penas concebibles. Oscensario y Allí Donde se Vuelve, Javier Sáez y Adela Moreno, son dos cerebros capaces de interpretar imposibles a través de su coherencia creativa.

Aunque ambos quieren que el espectador se convierta en partícipe de sus obras, la inspiración es libérrima y diferenciada. Javier Sáez pergeñó una idea que fue tomando forma a través de sus plumillas. Una colección de dibujos sobre personajes oscenses de todos los tiempos. Interprétese bien: personas y personajes, historia y leyenda, seres de carne y hueso y mitos.

Bajo el nombre de Oscensario, neologismo que toma la raíz Oscense, define Sáez lo "relativo a Huesca, provincia y ciudad de España, o a sus habitantes". El sufijo, sario, alude a una colección o serie, emulando construcciones como bestiario o recetario. Lo que comenzó siendo una inspiración meramente pictórica acabó trasladándose al papel a cuatro manos, con la coautoría en los textos con José Antonio Escrig. Simboliza la exposición en la sala de la Diputación esta interlocución con una mesa de ping-pong para poner la expresión gráfica de las idas y las venidas de los pensamientos, las letras y los dibujos del uno y del otro.

Arranca esta creación de un decálogo inspirador: que los personajes tengan una relación con Huesca, sean sobresalientes o anónimos, con exclusión de los vivos para que sea la perspectiva la que alumbre el criterio, dibujados a plumilla, en primeros planos con la mirada en la misma dirección indefinida, con rostros graves y gestos hieráticos, distribuidos en distintas categorías (de artistas y científicos a reyes y santos pasando por deportistas, escritores o epítomes de oficios tradicionales), que ofrezcan una dimensión variopina y que sean tratados con respeto e incluso veneración.

Logo WhatsApp
Suscríbete a nuestro canal de WhatsApp para tener la mejor información

La selección es discutible y puede ser discutida, incluso enriquecida con las aportaciones en papel disponible que se puede depositar en una urna para completar futuras ediciones. El autor dibujante explica primero los 60 pequeños cuadros enmarcados con una representación de los personajes. "La exposición recorre un itinerario, en cierto modo tiene que ver con el libro", asegura Sáez. "De hecho, hay una mano que va apareciendo por las paredes y el espectador puede moverse libremente, pero sí que hay un sentido de lectura".

El origen del libro son los 150 retratos, con esa muestra representativa junto a la vitrina en la que "aparecen los cuadernos de los que proceden, con un papel hecho a mano de Nepal. Puede parecer que soy un excéntrico, pero es el fruto del azar, un papel que compré hace muchos años. De hecho, me lo trajo un hermano de la India y, con la plumilla, el trazo no es que fluya precisamente, hay una resistencia, una dificultad, y eso me interesó mucho a la hora de hacer los dibujos: como que la parte material, física, esté muy presente. En un entorno tan digital como el que vivimos, para mí es especialmente importante". Al ser difuntos, es una manera también de "dar importancia a nuestro lado carnal . También somos polvo. Ese papel áspero no hubiera podido ser sustituido con un papel fino y exquisito, y mucho menos con un papel digital".

Sobre la selección de los últimos 150 personajes, hasta el "último momento ha habido descartes. Los dibujos son míos pero el libro está hecho en coautoría con José Antonio Escrig, el profesor de Literatura en la Universidad de Zaragoza, y en esa selección, cuando se incorpora al proyecto, había un diálogo incesante. El libro es incompleto, por eso al final aparece una sección de personajes en blanco que se titula Los que Faltaban, un nombre muy conocido en Huesca, no tengo que explicarlo, y quiere decir que el lector está invitado a continuar añadiendo los personajes que le parezcan".

Aunque la selección no tiene pretensiones de exhaustividad, si de "representatividad. Lo comparo con un paisaje en el que hay muchos planos, desde los cercanos que ves con mucho detalle hasta lo que puedes tocar con tu mano, te vas alejando y las montañas pueden estar en una lejanía y casi ni las ves. Aquí aparecen personajes muy bien definidos, de los que hay mucho relieve, importancia histórica e información, hay otros menos conocidos y personajes como si caminaran hacia el anonimato. En esa especie de gran desfile o pasacalles de los muertos de todos los tiempos, la historia ha puesto el foco en algunos y en otros no". El libro recoge "esa profundidad, esa diferencia entre unas capas y otras".

También hay personajes legendarios, de la ficción, y folclóricos. Aparecen los cabezudos y los gigantes, una cabeza prerrománica del museo de Huesca, otros como San Lorenzo y Miguel Servet. "Veo interesante recordarnos a nosotros mismos que Huesca ha dado mucho de sí, que realmente tiene esa profundidad histórica. Aquí hay mucho que recordar y el trabajo se ha hecho con mucho entusiasmo. Profundizar en sus vidas ha sido un regalo. Me lo he pasado muy bien".

Un gran mural, espectacular, recoge los rostros de los 150 personajes. Javier Sáez ejerce de excepcional guía que encuentra "el atractivo en el contraste tan extraño, que esté Tordocop y  la cierva de Sertorio. Los textos son más históricos a veces y en otros casos tomamos referencias. De Sertorio, sabemos que era tuerto, y como no hay retratos he tomado uno de Anibal que también lo era, son pequeñas trampas. El contraste no es un capricho, es parte de la vida y de la historia. Una visión histórica en la que sólo hubiera reyes y no pastores o no hubiera un alfarero quedaría un poco descompensada". Agrega que están todos los reyes de Aragón mientras la capitalidad estuvo en Jaca o Huesca. Junto a la creación, juego en torno al parapegma gremial o el arte funerario.

"Había una intención de cómo colocamos a todos estos personajes, lo cual da lugar a que haya una serie de juegos". Empieza por Adán y Eva, que son los primeros, y con ellos el demonio tomado de una pintura del Maestro de Arguis, enfrentado con San Miguel en una obra del Maestro de Grañén. A continuación, Gigantes de las fiestas de Huesca y Fermín Arrudi, el Gigante de Sallent. Y a continuación, el mundo de la montaña, que se subsume con los colosos por su altura, con el montañero Russel, San Úrbez, el último oso, uno de los violinistas de Acumuer... Se van relacionando unos con otros "como si fuera un tejido". Y concluye: "El libro es una invitación al juego, no está pensado en la erudición", y muestra a Miguel Servet con la inventora de la mercromina, Irene Monroset, y cerca Ramón y Cajal, el doctor Pagés Miravé, descubridor de la anestesia metemérica (o epidural), Cardús Llanas... Podríamos seguir, pero no queremos hacer espóiler. Hasta el 8 de febrero pueden disfrutar de esta maravilla en la sala de exposiciones de la Diputación Provincial.

ALLÍ DONDE SE VUELVE

Tiene su propia filosofía profunda, entrañable y simbólica Adela Moreno con su Allí donde se vuelve, ganadora de la convocatoria Ramón Acín de 2024. Gira su creación en torno al concepto de habitar, que trasciende la ocupación del espacio físico para adentrarse en la relación del ser humano con su entorno, bajo la inspiración de Martin Heidegguer: no se limita a la arquitectura o la construcción material, sino que se entiende como una expresión de la existencia misma.

El primer encuentro del espectador es explicado por Adela Moreno. "El concepto de la casa, del hogar, de lo doméstico, vinculado al recuerdo y a lo corporal" motivan la primera vista de su exposición: las mecedoras con el bordado del pelo, porque remite muy bien y hace conjunto de los tres bloques. Una salita de hogar que se vincula con el recuerdo colectivo". Las mecedoras son de herencia familiar y constatan el paso del tiempo en la madera y la rejilla. "Las he intervenido con cabello propio, haciendo homenaje y vinculación entre el recuerdo, la metáfora de la casa haciéndolo corporal hacia lo colectivo. Se relaciona también con la postal con las mujeres, porque no hablo en mi exposición directamente de la mujer en la casa, pero hablo un poco también de su aparición en las labores del bordado, del tejer y la presencia de ellas".

Con tono didáctico, Adela nos hace un recorrido comenzando por la primera planta de la trinidad: Habitar la Casa. "En esta parte, lo importante es lo tangible de las casas, las paredes, las fachadas. Se tendría que empezar por la pieza de la derecha, que se titula A casa mía, es una investigación sobre todo el patrimonio rural de la provincia de Huesca. Haciendo este gran mural, este gran collage, he querido poner de manifiesto esa riqueza patrimonial y para que se puedan ver las diferencias y similitudes de las comarcas que nos rodean".

Evoluciona de lo bidimensional a lo tridimensional con dioramas que, además de adentrar en un paisaje cerrado, ratifican la importancia del "gesto de mirar a través de la ventana, que es un reflejo de esa herida de la pared que separa lo íntimo con lo colectivo, lo indidivual con lo general. Es el umbral de la casa hacia el paisaje delimitado".

Una tercera pieza con palos y fotografías del portal Idealista representa "no tanto el exterior de la casa como el interior en la actualidad". "Todas esas casas están bajo la premisa A reformar, y me parecen muy curiosa esa catalogación, porque las personas ponen las casas donde las venden, consideran que lo que hay en su interior ya no tiene ese valor, pero en esas imágenes se pueden imaginar las personas que han estado viviendo, cómo eran sus rutinas. Me parece importante hacer similitudes y diferencias entre muebles que se repiten, estancias parecidas y, en realidad, he querido representar no una casa al uso, sino como algo informe y que no tiene una forma literal, sino que se crea y va unida al concepto de La casa del recuerdo de Gastón Bachelard que dice que todo el mundo tiene una casa en su interior y está formada por todas esas casas en que hemos vivido, que hemos soñado, que nos ha ocurrido algo en ellas, y la vamos creando sobre la base de esos recuerdos". Así concibe su imaginario las casas de las comarcas de Huesca, en concreto esas son del Alto Gállego.

En la zona de Habitar la Memoria, incita al espectador a que pensemos en los muebles que nos rodean en nuestra casa. "No sólo cuentan sobre nosotros mismos y marcan esa rutina, sino que nos remiten también a la memoria y el recuerdo". Suscita el interés con una pieza titulada "Adela. Es como un retrato fragmentado que pone de relieve la mirada del otro hacia mí misma. De hecho, se trata de una recolección de mi propio nombre escrito por diferentes personas, tanto importantes de mi familia como más eventuales. Y habla de cómo se crea esa identidad. Se abre el melón de la identidad: si es algo propio forjado o se crea a través de la mirada del otro".

Prosigue Adela Moreno con un mural en que se hace tangible pensar "en los muros de las paredes, en estos casos estos arranques de pared de una casa rural que veo como si fuera la piel humana. Es registro de esa memoria, son testigos de lo que ha sucedido en el interior de la casa, el polvo, todos los sedimentos que ha habido y hace esa similitud con la piel humana, como si fuera una arqueología". Exhibe piezas de Casa Vitales y "la poética del mueble" con armarios donde "se esconden los secretos, vuestras vestimentas. En este caso lo que he decidido colocar son unas cabelleras humanas y mis propios dientes de leche como si fuera algo biográfico donde se pone de manifiesto esa transición, ese paso del tiempo y crear una dialéctica entre lo bello y lo perturbador, la realidad y lo onírico. Esta pieza iría unida con ese concepto de tránsito con una serie fotográfica donde se pone de manifiesto la transformación, el paso del tiempo".

El último episodio de la exposición tiene como epígrafe Habitar el cuerpo. "Me pregunto qué sería una casa sin el cuerpo que la habita. Ese cuerpo que es como nuestra primera morada, el cuerpo que se transforma, que se fragmenta. Del cuerpo me interesa no sólo la rutina con la que, a partir de él, hacemos toda esa vida, sino cómo se va deteriorando, gastando. Vamos dejando rastro, el polvo de nuestra casa es nuestra propia piel. Para cerrar este bloque, qué mejor manera de hablar sobre el cuerpo que con una pieza que es sobre el arte en acción, donde se pone de manifiesto mi propio cuerpo y se relaciona con el espacio y el tiempo. Y, para poder hacer esta pieza, con la colaboración de Buj Studio, con Raquel Buj, diseñamos un traje donde se pone de manifiesto esa piel que se va transformando, degenerando y va dejando rastro en la propia casa. Están relacionadas la pieza con el video".

De hecho, ha querido invitar a los espectadores a constatar cómo se acciona directamente este traje y ver su maniobrabilidad en directo, para que el público pueda presenciar en tiempo real la transformación y constatar cómo lo doméstico y lo corporal se entrenazan en el mismo gesto poético. 

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante