Personajes literarios hablan de Grau Santos en la librería Anónima de Huesca

La sala acoge una exposición de ilustraciones del artista de Canfranc publicados en periódicos nacionales

30 de Abril de 2023
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Personajes literarios hablan de Grau Santos

En la sala de exposiciones de la librería Anónima de Huesca van a convivir, durante unos días, grandes personajes de la cultura como Carlos Barral, Virginia Woolf, Miguel Delibes, Luis Cernuda, Rafael Sánchez Ferlosio, Fernando Pessoa, Margarita Yourcenar, James Joyce, Rafael Alberti, Ortega y Gasset y otros. Han llegado de la mano del artista Antonio Santos Lloro, que comparte comisariado con Ana Mora, y llevan todos la firma de Julián Grau Santos, su sensible mirada y sus personales trazos.

Este sábado se inauguró la muestra y Antonio Santos se encargó de explicar sus pormenores, al no poder asistir el autor de las obras.

Julián Grau Santos nació en Canfranc en 1936, donde su padre había sido destinado para trabajar en la aduana. Es hijo de los artistas Ángeles Santos y Emilio Grau sala, así que, aunque “podía haber sido cualquier cosa”, como dijo Santos Lloro, “la genética” encaminó sus pasos por la vida.

 Grau Sala, recordó el comisario, fue uno de los grandes ilustradores de su generación en Francia e ilustró libros de bibliófilo de prácticamente todos los escritores galos. Varias obras de Ángeles Santos cuelgan en el Museo Reina Sofía de Madrid.

 Grau Santos inició los estudios de Filosofía y Letras en Barcelona y en el verano del primer curso, sus abuelos le invitaron a pasar unos días a Lupiñén. Llevó una caja de pinturas wash y y un paquete de hojas grandes, de 50 por 65, y ese mes o mes y medio que estuvo en la localidad oscense no paró de pintar. “Hizo wash muy bien resueltas para ser alguien que no había tenido una formación artística, con un dominio espectacular, muy influido por Van Gogh -explicó- y cuando volvió de ese viaje a Lupiñén, dejó la carrera de Filosofía y Letras y se matriculó directamente en la Escuela de Bellas Artes”.

Antonio Santos es su primo, pero la relación va mucho más allá. “Además de ser mi maestro, no he conocido a nadie con una facilidad tan portentosa para el dibujo y la pintura”, aseguró.

Grau Santos comenzó a labrar su trayectoria en Barcelona, donde había dos salas punteras en los años 50: la Parés y la Gaspar. “La sala Parés trabajaba con pintores en una línea más figurativa, más postimpresionista y tenían pintores como Mallol i Suazo, como Roca-Sastre, pintores muy importantes aunque ahora estén un poco olvidados todos ellos”.

Por otro lado, en la Gaspar se exponían obras de Miró, Picasso, una línea más vanguardista.  “Trabajó mucho tiempo para esa sala y vivió entre Barcelona y Sitges hasta que se trasladó a Madrid, donde ha pasado los últimos 50 años”.

 Algunos de los retratos que se exponen en la librería Anónima se utilizaron para ilustrar artículos en los periódicos La Razón, El Mundo y ABC, y colaboró, sobre todo, en los suplementos culturales.

Acompañó durante mucho tiempo a la periodista Blanca Berasategui y, mientras ella llevaba a cabo entrevistas, él pintaba un retrato del personaje. En la exposición también se incluyen personas que no pudo conocer y que realizó a partir de fotografías.

“Yo he pintado muchísimo con él, para mí fue un maestro, me enseño no sólo a pintar, sino también una manera de estar en la vida. Hemos pintado paisajes muchísimas veces y a través de él he conocido a mucha gente”.

La sala de exposiciones de la Anónima vuelve a acoger, como un pequeño joyero, algunas de las perlas que componen la obra del maestro Grau Santos. Un artista con talento, siempre inquieto, siempre buscando, siempre huyendo de la monotonía y aportando nuevas miradas. Un artista muy reconocido en España, que nació en Canfranc, pasaba estancias en Lupiñén, jugaba en Riglos con masa de pan, exponía con frecuencia en la galería S’Art de Ángel Sanagustín y se quedó prendado de los paisajes de Sarsamarcuello y Loarre. Ha cumplido 86 años, seguro que le habría gustado viajar a Huesca si su estado de salud se lo hubiera permitido. No es el propósito de la exposición, pero, igual esta provincia y este Aragón nuestro tienen alguna deuda cultural pendiente con él.

Quizá, de eso hablan esta noche Miguel Delibes con Rafael Alberti, cuando se apagó la luz de la salita de la Anónima.

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