"¡Que viene la Gata!", el salón de actos del Ramón y Cajal bautizado como Ángela Martín Casabiel

Una emocionante velada rinde tributo a la mítica profesora artífice del sello teatral del instituto desde 1961

27 de Abril de 2024
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Inauguración del Salón de Actos Ángela Martín Casabiel

"El IES Ramón y Cajal de Huesca rinde homenaje a una de sus más eminentes profesoras, Ángela Martín Casabiel (1924-2014), catedrática de Lengua y Literatura en el centro de 1961 a 1989, dando su nombre al Salón de Actos del Instituto, donde desarrolló con rigor y pasión actividades teatrales con el alumnado, dejando una huella imborrable en cuantos participaron en sus proyectos escénicos".

Con este texto principió un emocional video de 45 minutos ante un salón repleto y refulgente de alegría y satisfacción por hacer justicia con esta leyenda viva, La Gata, como era apodada esta profesora que llegó a Huesca una mañana de agosto de 1961 con 37 años, como relata en el audiovisual reproduciendo la entrevista de Juan Mainer en 2014.

Orgullosos de haberla conocido y disfrutado, una representación de aquellos años, María Paz Gimeno (Preu 1962-1963), Fernando Gil (Preu 1965-1966 y con una sólida trayectoria teatral en La Rioja), Pedro Oliván (profesor desde 1975 hasta 2008), Pachi Turmo (COU 1981-82) y Estela Rasal (1995) han rendido tributo a Ángela Martín a través de su tesoro tan bien cultivado, la palabra.

María Costa Rey, directora del Instituto, ha recordado el hito que representa el bautizo del espacio escénico como Ángela Martín, propuesta por la comunidad educativa y que los miembros del Consejo Escolar votaron a favor unánimemente. "Este salón de actos no puede llevar un nombre mejor que el de Ángela Martín Casabiel, una persona que llegó en los años sesenta en una década un poquito oscura".

La directora ha afirmado que Ángela Martín renovó el instituto con sus ideas, "dio un aire fresco y dio sus frutos". "No tuve la suerte de que Ángela fuera mi profesora, pero la conocíamos todos por aquello de "que viene la Gata". Recuerdo que nos echaba unas broncas... Y en los años 89 que un profesor te dijera que iban a llamar a casa se te ponían los pelos de punta. Pero nunca llamaba, porque se apiadaba siempre de nosotros. Esa bondad que tenía borraba todos los males que habíamos cometido, que tampoco eran tantos".

Y ha concluido María Costa con el agradecimiento a "Pedro, a Susi, a Pachi y a Teresa, a Luis Arto, y a lo mejor me dejo a algunos, que son los que han insistido. Estamos aquí para compartir y recordar a Ángela".

UNA TURBINA DE EMOCIONES

"Aquella mañana no fue muy brillante. El bedel al que le pregunté por el director, me miró por encima del hombro y me dijo un seco, “siéntate ahí, no tardará”. En efecto, al poco rato llegó el señor Ramón Martín Blesa. Lo saludé y le dije a que venía “¡Mujer, de Literatura, y de Zaragoza!...”; ese fue todo su comentario. Algo parecido volvió a ocurrir el primer día de exámenes de septiembre. Entré en las Oficinas cargada de folios y un administrativo me interpeló con voz agria: “¿a dónde vas sin pedir permiso?... ¡Y sin medias… y sin mangas!” Soy la nueva catedrática de Literatura, contesté. Mano de santo, como suele decirse: a partir de ese momento, bajó la voz, me trató de usted y me acercó una silla. Y aprendí. Aprendí que allí decías “catedrático” y todo el mundo boca abajo". Las risas afloraban en el auditorio al escuchar a Ángela relatar su primer día.

Una primera explicación a su sobrenombre. “A mí me daban los cursos superiores porque era catedrática y me respetaban. En ese curso había solamente 8 ó 10 chicas, todas excelentes, y el resto eran chicos y en aquella ocasión solo aprobaron las primeras. Al acabar la clase en que entregué las notas, rodearon mi mesa los suspendidos y tomó la palabra Nenito Martín del Río que, como hijo del director, pisaba fuerte y me espetó con aplomo: “En este Instituto, la Literatura ha sido siempre una María, porque las Letras no sirven para nada”. Prefiero no referirte mi reacción, aunque te la puedes imaginar. Allí nació “La Gata”, el nombre con el que me conoce media ciudad y la otra media".

Josefina García Gainza, Josefina Vallés, D. Marceliano, Monserrat Ortiz Jové, Santiago Rodríguez, Ángela Martín Casabiel, Lali Sánchez Dueñas fue la generación de profesores incorporados al centro aquel 1962.

Ángela aplicó métodos pedagógicos poco convencionales entonces. Enseñó a preparar conferencias, a redactar, a contextualizar históricamente, atendió individualmente las necesidades de los alumnos y estableció una interlocución con los padres. Pero, sobre todo... "Inició una tarea con el teatro formando a generaciones de alumnos desde 1961 hasta su jubilación en 1988. Aprendimos a preparar una obra de teatro desde la lectura en una mesa, al reparto de actores y tareas, hasta salir al escenario con todo a punto. Amamos el teatro: Todos como espectadores, algunos como actores, y otros como formadores de actores".

A "Mi adorado Juan" de Miguel Mihura le sucedió en las obras representadas bajo su pasión declarada por el teatro Antígona, y luego "Un día en la gloria", "Niebla en el bigote" y "Arístides o el cóctel de la Historia". Las escenas rodaban año tras año entre obras y actores, directores y tramoyistas, todo vajo la supervisión de Ángela Martín.

Por el ya bautizado Salón de Actos Ángela Martín Casabiel desfilan en el audiovisual personajes reales, compañeros, alumnos... Aquella creación del grupo de Teatro Ramón y Cajal (Teryc) inolvidable. Personas que han marcado época, Paco García de Paso, Pedro Oliván, Máximo Bolea, Nati Mendiara, Félix Fernández Vizarra, Enrique Satué, Damián Torrijos, Ángel Gari, Enrique Gil, Raquel Asun...

Tal fue la nombradía de la época teatral del Ramón y Cajal que las representaciones se extendieron a otras localidades y otras provincias, como Zaragoza o Navarra (Tudela) con la obra Aristófanes que el dramaturgo Rodolf Sirera adaptó para Ángela. Y se sucedían Los Burladores de los hermanos Álvarez Quintero, y El Retablo de las Maravillas de Cervantes, ora Casona, ora Jardiel Poncela (memorable El cadáver del señor García con los oficios de Javier Sauras y Esperanza Altuzarra), ora Valle-Inclán, incluso el Capuletos y Montescos de Eugenio Monesma en el que ella interpretó un pequeño papel. En el Corral de Comedias de Almagro, representó el Ramón y Cajal Los Burladores como único referente de Aragón.

Recuerdan sus alumnos aquella mujer menuda, poco convencional, "un huracán La Gata" que abría los brazos y su casa, donde María Lacoma encontró un oasis vital de diálogos y silencios" e Inma Cáceres la verdad de una mujer apasionada que le inyectó el amor a los libros.

Se suceden interminables testimonios como los de Amparo Nogués y Eugenio Monesma, Estela Puyuelo ("gracias por ser un faro en mi vida"), Estela Rasal que con ella tuvo su primer contacto con el teatro

Y surge en el colofón su palabra: "Mi intención es hacer espectadores, formar espectadores". Y el epitafio del editor del video, Pachi Turmo: "Ella fue Wendy y nosotros sus niños perdidos".

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