María Antonia Buisán, historiadora del arte y educadora de museos, ha impartido una conferencia sobre el Colegio San Vicente de Huesca en la que ha desgranado los importantísimos personajes que egresaron de sus dependencias desde el año 1587 en que fue instituido, ha descrito las características arquitectónicas de la fachada del centro educativo en uso y ha reivindicado la figura del santo como un personaje leído e ilustrado.
En un salón de actos del Palacio de Villahermosa con una importante afluencia de personas interesadas en un asunto oportuno en vísperas de la festividad del segundo patrón de Huesca, Antonia Buisán ha diferenciado entre el denominado de la Compañía y el colegio que ha llegado hasta nuestros días, fundado por Jaime Callén en 1587 y los primeros estatutos de 1619 para el Colegio del Glorioso Mártir San Vicente, depositados en el Archivo de la Catedral de Huesca. Se alude en ellos a la composición de los admisibles, 12 colegiales distribuidos entre 1 bachiller en Teología elegido por el Obispo de Huesca, otro en cánones escogido por el Cabildo, un bachiller en Leyes, 3 elegidos por el Justicia de Barbastro y 6 por los capellanes y el concejo de Berbegal, parientes del instituyente Jaime Callén o de su mujer Gerónima Lobico, de los cuales uno puede dedicarse a Medicina. Los patronos son el Cabildo, la Ciudad de Huesca y el Concejo de Berbegal para nombrar a esa media docena de personas.
En 1697, se redactan y aprueban unos nuevos estatutos en los que se exige también limpieza de sangre bajo el manto del rey Carlos II, que interviene para regularlos dos años después ante la pretensión de que el Colegio pase a llamarse Mayor, y en 1742 Felipe V le concede este privilegio de manera que es Colegio Mayor y Real de San Vicente. Se determina el uniforme con un hábito de manto de paño, lobas enteras talares de color buriel (un rojo entre negro y leonado), beca azul tan larga como el manto hasta el suelo con rosca en una caída (en principio morada) y los clérigos eran tonsurados.
De la trascendencia de este colegio dan fe los 260 colegiales a lo largo de toda su historia. Entre los personajes que emergieron del colegio y sobre los que hay interesantes retratos, ha destacado a Segismundo Monter y Borruel (1625-1705), que llegó a Justicia de Aragón (1700-1704), fue distinguido como marqués de Selva Real, pintado por el oscense Luis Muñoz. Entre los ilustres, Pedro Ric Exea, que alcanzara el puesto de fiscal y juez de Castilla, retratado por Braulio González. Una familia de abolengo que edificó el Palacio de los Barones de Valdeolivos, y que disfrutó de las aulas de San Vicente, como Miguel o Jaime. Y, más tarde, Pedro María Ric y Montserrat, barón de Valdeolivos, con una gran influencia en Roma y en la Corte, pintado por fray Manuel Bayeu.
Relevante es el cuadro de otro prestigioso colegial, Antonio Veián y Monteagudo, magistrado de la Cámara de Castilla por el que se encargó la obra cuya firma fue descubierta en 1987 por Lourdes Ascaso y Ramón Jarne al descubrir en unos almacenes que era de Francisco de Goya. De idéntico autor es el retrato de José de Cistué y Coll, estadillano influyente en leyes y una de las almas del Colegio Mayor. Reputado también Agustín de Arbisa y Nasarre, que donó una enormidad de libros y, de hecho, es considerado fundador de la Biblioteca, además de catedrático en la Sertoriana y arzobispo de Valencia y de Brindisi. Victorián de Villava y Aibar, de Zaragoza, hombre ilustrado casado con una oscense, fue defensor de la causa de los indígenas en América y además ejerció de fiscal. Ha nombrado también al doctor Vicente Novella y Domínguez, autor del Ceremonial de la Santa Iglesia de Huesca que describió Bizén 'o Río en EL DIARIO DE HUESCA.
Además de citar otros ilustres como Francisco Ferrer, ha enumerado parte del inventario del Colegio en el momento de su ocaso, con tierras, propiedades, 40 sillas, 4 vidrieras, un retrato de Carlos II, el de Agustín de Arbisa, tres mesas, un bonete, un cáliz plateado, una mesa en la sacristía, un altar de la capilla, dos globos y dos esferas con las que impartirían conocimientos a los alumnos, 1.500 libros y un gran número de volúmenes de tamaños y encuadernaciones diversos. En 1842 dejó de existir.
Tras varios intentos de configurar un museo llamando a las puertas de instituciones como la Diputación, fue cuartel, Escuela normal, estación de bomberos y finalmente escuela de enseñanza primaria. De la mano de las publicaciones de Antonio y Joaquín Naval, Antonia Buisán ha recorrido la fachada del actual centro con elementos muy destacables como el vellocino o toisón de oro que fue escudo de los Austrias (símbolo de autoridad y realeza), el león rampante que representaba el poder y la riqueza, y las dos estípites (columnas con anchura menguante hacia abajo).
Antonia Buisán ha acabado enarbolando el carácter ilustrado del santo, al que al contrario que otros no se ve en las representaciones con armas en posición de guerrero, sino fundamentalmente era "docto". Ha proyectado cuadros en los que aparece con atributos como la estola, elemento de diáconos y sacerdotes, y "siempre con un libro en la mano". Un símbolo, ha concluido, que hay que conocer y del que enorgullecerse.
