Santiago Ramón y Cajal, el mejor de la historia

El autor explica la admiración que por el Premio Nobel sintieron Severo Ochoa y Emilia Pardo Bazán, y la que hoy reconocen Muñoz Molina y Sánchez Ron

Antonio Bara Ciprés
02 de Abril de 2024
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Santiago Ramón y Cajal.
Santiago Ramón y Cajal.

Recientemente se retransmitió un  programa de TVE titulado El mejor de la historia. Siento una gran admiración  por Santiago Ramón y Cajal y si me interesé por ese programa fue porque vi que éste era uno de los candidatos. El programa me pareció algo chabacano, pero tenía sus cosas buenas, como que se hablara de personajes tan importantes, y de los que habitualmente no se habla, como por ejemplo Clara Campoamor, o el mismo Cajal, aunque para mi gusto de manera bastante superficial. A pesar de que fuera elegido Cajal como el mejor de la historia yo siento extrañeza de que, en general, la gente se sorprenda bastante de que a este científico le demos algunos tanta importancia. De hecho, a los invitados del programa  de los dos capítulos que vi, se les veía muy sorprendidos de que llegara tan arriba e incluso ganara.

Siento que en este país se le da muy poca importancia a la ciencia y me parece curioso que personas cultas en otros aspectos no conozcan la importancia de Cajal. Yo me siento un poco “bicho raro” por admirar tanto a Cajal. Lo conozco, sobre todo, por su autobiografía Recuerdos de mi vida (es uno de mis libros favoritos), por su libro Reglas y consejos sobre investigación científica, por algunos otros escritos suyos y por algunas biografías sobre él.

Me reconforta que personas a las que admiro, admiren a su vez a Cajal. Dos ejemplos: José Manuel Sánchez Ron y Antonio Muñoz Molina. Los dos tienen en común ser grandes escritores y también ser miembros de la Real Academia Española (RAE); del primero podríamos decir que es ”hombre de ciencias” y del segundo que es “hombre de letras”. Así, José Manuel Sánchez Ron es licenciado en Física en la Universidad Complutense y doctor por la Universidad de Londres. Es también profesor universitario e investigador de la ciencia, Vicedirector de la RAE y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Ha escrito un buen puñado de libros: por uno de ellos recibió el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos y por otro el Premio Nacional de Ensayo. Siempre ha elogiado la figura de Cajal.

Mucho más conocido que el excelente científico Sánchez Ron es el gran escritor Antonio Muñoz Molina, licenciado en historia del arte y en periodismo, disciplina esta última que cultiva a la par que la literaria. De ambos autores voy a entresacar algunos fragmentos de artículos suyos que demuestran su gran estima por don Santiago. Hace pocas semanas, Sánchez Ron escribió un artículo en la revista El Cultural, titulado Cervantes y Cajal, ¿los mejores de la historia?, en referencia al programa de TVE citado anteriormente. Por su parte, Antonio Muñoz Molina escribió, en el año 2015, un artículo en Babelia titulado Tierra quemada. En el artículo de Sánchez Ron, y en relación al libro autobiográfico Recuerdos de mi vida de nuestro Premio Nobel, este autor escribe: “Cajal recordaba en sus fascinantes Recuerdos lo mucho que disfrutó en sus años mozos de la lectura de El Quijote”. A su vez,  Muñoz Molina escribe: “He estado leyendo estos días los Recuerdos de mi vida de Cajal, en una excelente edición del profesor Fernández Santarén. En ese libro están algunas de las mejores páginas memoriales que se han escrito en España”.

Sánchez Ron se pregunta: “¿A quién o quiénes elegiría yo? No he tenido que meditar mucho. Mis candidatos son a mucha distancia de otros seguidores (salvo los casos de Velázquez y Picasso, cuyas obras, cuyas imágenes, continuarán acompañando a la humanidad en el futuro), Miguel de Cervantes y Santiago Ramón y Cajal…”. Más adelante habla de una biografía que ha escrito el inglés Benjamín Ehrlich sobre Cajal (no traducida al castellano) de la que dice que es la mejor biografía que se ha escrito sobre él.  Ese biógrafo afirma de Cajal que “los historiadores lo han clasificado junto con Darwin y Pasteur como uno de los biólogos más grandes del siglo diecinueve y entre Copérnico, Galileo y Newton, como uno de los grandes científicos de todos los tiempos. Su obra maestra, La textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados es un texto fundacional de la neurociencia, comparable  al Origen de las Especies para la biología evolutiva”.

Muñoz Molina, en su artículo, al referirse al legado de Cajal, señala: “Treinta mil objetos que atestiguan la vida, los logros científicos y los intereses variados de uno de los grandes héroes intelectuales de nuestro país están arrumbados en una sala de reuniones en la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas…El deterioro de materiales tan frágiles como manuscritos y placas fotográficas es irreversible. Quién imagina que pudiera suceder algo parecido en Francia con el legado de Pasteur, con el de Darwin en Inglaterra”. Y más adelante afirma: “Si nuestra cultura científica no mereciera más desprecio todavía que la literaria o la artística, seríamos conscientes de que Cajal es una de las pocas figuras de verdad universales que ha dado nuestro país: como Cervantes, o García Lorca, o Picasso, o Manuel de Falla, o Velázquez…Hasta sus últimos días vindicó los mismos ideales prácticos que lo habían sostenido en su aprendizaje de científico y de ciudadano: curiosidad, educación, esfuerzo disciplinado, ambición lúcida, patriotismo crítico…”.

Me reconforta mucho leer estas cosas. Y me reconforta saber que, a pesar de que actualmente muy poca gente sabe lo que Cajal hizo y lo que representa para la ciencia, en vida recibió los más grandes premios y distinciones, nacionales e internacionales. Y supo de la admiración que muchísimas personas  sentían por él. Como fue el caso de otras dos grandes figuras señeras de la ciencia y las letras hispanas, en este caso fallecidas hace ya mucho tiempo, Severo Ochoa y Emilia Pardo Bazán, quienes también expresaron su profunda admiración por don Santiago.

Severo Ochoa empezó a estudiar medicina en Madrid el año siguiente al que se jubiló Cajal. Esto supuso para el estudiante una gran decepción, porque deseaba tener a Cajal como profesor. Pasado el tiempo, cuando ya era premio Nobel de Medicina, Severo Ochoa escribió: “No le vi jamás pese a que era la figura que yo más admiraba e idolatraba y a pesar de que mis maestros me ofrecían llevarme a visitarle, no me pareció bien que un joven estudiantillo como yo pudiera perturbar la paz o el trabajo de un hombre como don Santiago. Traté, sin embargo, siempre de organizar mi vida tomando a don Santiago como modelo y pensando siempre en él. Si yo algo he sido o algo he hecho, a él se lo debo”.

Emilia Pardo Bazán quiso ser miembro de la RAE en la época en que Cajal había sido elegido académico de la RAE, pero no había llegado todavía a ocupar su asiento. Esta es una carta que le escribió doña Emilia a Cajal:

“Mi ilustre amigo:

V. no tiene aún voto en la academia; pero…lo tiene ante Europa. Y su voto de V. merece, con el peso dulce de la gratitud, el ya magno caudal y respeto y simpatía que siempre tuve por su nombre y persona, glorias de España.

Viva Vd. mil años para honrarnos, y créame su buena, sincera, invariable amiga,

La Condesa de Pardo Bazán”

 

Me agrada mucho saber que estoy muy bien acompañado en mi admiración a Santiago Ramón y Cajal.

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