La II Muestra de Cine Etnográfico Altoaragonés alza el telón este martes 17 de junio con la proyección inaugural de Ixigoleta y bordón, una obra documental de Silvia Orós que explora la historia del folclore pirenaico.
La sesión, organizada por el Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), contará con la presencia de su representante, Nereida Torrijos, quien acompañará a la realizadora en la presentación de la cinta. Tras la proyección, galardonada con el Premio Agora x l’Aragonés en el festival Espiello 2025, se celebrará un coloquio con la autora.
Rodada en castellano y aragonés, Ixigoleta y bordón conjuga testimonio, música y etnografía para profundizar en los vínculos entre danza, paisaje y lengua en el Alto Aragón. “Es un documental audiovisual donde se pretende contextualizar los procesos de recuperación del folclore, por un lado en relación a la danza, y por otro en relación a uno de los instrumentos más característicos del Alto Aragón, que es la gaita de boto aragonesa”, explica Silvia Orós.
El título refleja estas dos líneas temáticas: Ixigoleta, palabra en aragonés chistavín que alude a pasos de polka compartidos a ambos lados del Pirineo, y bordón, término técnico que designa una de las partes fundamentales de la gaita.
La película plantea un alegato riguroso sobre la transmisión oral, la identidad territorial y la memoria popular. La directora subraya que, históricamente, "los músicos tradicionales eran campesinos, sin formación académica, pero con una fuerte conexión con su entorno". Esa simbiosis entre paisaje, lengua y sonoridad estructura todo el relato.

“Se trataba de contextualizar y demostrar que la música y el lenguaje, las lenguas autóctonas, pertenecen a un único sistema de expresión y que son inseparables. Que, al final, la música y la forma de hablar te están aportando la información característica de un territorio y forman parte del folclore", recalca.
Uno de los ejes narrativos más destacados es la historia de Juan Cazcarra, último gaitero conocido del Alto Aragón, natural de Bestué (Puértolas, Sobrarbe), cuyo fallecimiento en 1963 dejó a la gaita de boto al borde de la desaparición.
El instrumento fue conservado por la familia, pero acabó envuelto en disputas patrimoniales entre investigadores de distintos territorios -País Vasco, sur de Francia- que llegaron a definirla como “gaita de los Pirineos centrales”.
Entre las figuras implicadas destaca Juan A. Urbeltz, experto en música vasco-navarra, quien envió el instrumento al taller del luthier Marçel Gastellu en Tarbes (Francia). Especialista en cornamusas, Gastellu recibió el encargo de construir copias para su divulgación. No obstante, el rumbo cambió cuando investigadores aragoneses demostraron el origen sobrarbense del instrumento.
Un elemento clave, según explica Silvia Orós, fue un grupo musical, referente del folk occitano, que facilitó la localización de Gastellu. Entre los protagonistas, Pedro Mir viajó a Francia para recuperar la gaita. Aunque al principio hubo reticencias, el luthier devolvió el instrumento al comprobar su procedencia.

La realizadora lamenta que Gastellu falleciera hace dos años sin ver el resultado final. “Sus puertas estuvieron siempre abiertas al folclore aragonés y a la gaita de boto”.
Posteriormente, el instrumento viajó a Galicia, donde fue analizada por el etnomusicólogo y luthier Pablo Carpintero, también presente en el documental. Carpintero examinó la morfología, el clarín, la afinación y el timbre, y destacó su adaptación al paisaje de montaña. “Los instrumentos responden también a las condiciones geográficas”, apunta Orós.
Una prueba de carbono 14 reveló que la gaita tiene una antigüedad de unos 300 años, lo que incrementa su valor histórico y confirma la profundidad de las raíces musicales altoaragonesas.
Actualmente, la gaita de Juan Cazcarra está expuesta en el Museo de Artes y Oficios de Aínsa. Tras su muerte, el instrumento fue cedido por la familia a Ánchel Conte y la familia Pardinilla, de la Ronda de Boltaña, que la adquirieron conjuntamente. Finalmente, ambas partes acordaron que permaneciera en su tierra de origen, y fue depositada en el museo sobrarbés, donde puede visitarse en perfecto estado de conservación.

Para Silvia Orós, Ixigoleta y bordón supone un paso más en una trayectoria creativa que comenzó con fuerza hace unos años. Su primer proyecto fue Casa mía, casa tuya, un cortometraje que explora el simbolismo de la casa como representación del territorio aragonés.
Procedente de Villaroya del Campo, un pequeño pueblo zaragozano, Orós había explorado previamente la fotografía, la narrativa y la poesía, con colaboraciones en diversas antologías literarias. Sin embargo, fue su compromiso con la lengua aragonesa lo que la llevó a unir imagen, palabra y territorio en una propuesta que recibió el Premio Agora x l’Aragonés hace dos años en Espiello.
Esa experiencia marcó un punto de inflexión que desemboca ahora en su segunda obra, más ambiciosa y coral, que vuelve a entrelazar memoria, identidad y paisaje, y repite premio en la prestigiosa muestra cinematográfica.