Continúa imparable la programación 2025 del Corral de Comedias de Robres. Imparable y con una vocación de divulgación de culturas escénicas excepcional. Y decimos bien, culturas escénicas, por cuanto no sólo el teatro clásico ha tenido lugar en este escenario. Diversas propuestas, desde la danza española, el flamenco o el cuplé han convivido con adaptaciones teatrales de la novela picaresca, innovadoras maneras de relatar cuentos infantiles (que no lo son tanto) o monólogos que atrapan al público desde la primera frase.
Y eso no es todo. Aún queda programación para este cuatrimestre que empieza y se multiplican las posibilidades de sentir nuevas experiencias en este templo teatral de Los Monegros. Desde aquí, seguiremos informando.

Siguiendo la liturgia habitual en este espacio, es Luis Casáus, director del Corral de Comedias de Robres, quien se dirige al público para dar un margen de tiempo a los rezagados e ilustrar acerca de la obra a representar. Informa acerca del término “zarzuela” para definir este tipo de espectáculo y afirma que “Agua, azucarillos y aguardiente” es una zarzuela en un acto (mal llamado género chico), con libreto de Miguel Ramos Carrión y música de Federico Chueca, estrenada el 23 de junio de 1897 en el Teatro Apolo de Madrid, y que, dentro del costumbrismo madrileño de finales del siglo XIX, refleja con humor y música popular la vida cotidiana de los barrios y calles de la capital.
El escenario ha presentado dos decorados diferentes: por una parte, una minúscula habitación de alquiler en una casa particular, con colores claros y mucha luz que definen la escena como diurna. Al recogerse este decorado, se produce la anécdota de la noche. Por un problema eléctrico, el escenario queda en semioscuridad y el público asiste, en un silencio absoluto, a la declamación del “Soneto al botijo” en la voz de la actriz que encarna a Asia. Este poema humorístico adquirió, por causa del imprevisto, una profundidad insospechada. Solventado el problema eléctrico rápidamente, y recogido el primer decorado, aparece el segundo: un Paseo Recoletos nocturno, con un puesto de bebidas. Es justo destacar el excelente trabajo de técnicos de luz y sonido, tramoya, escenógrafos y vestuario.
La representación comienza en la habitación en la que Asia y su madre, doña Simona, llevan una vida mísera, debiendo dinero incluso al casero. Una carta del tío les aconseja regresar al pueblo (Valdepatata), donde el primo está loco por casarse con Asia. Pero ella sueña con Serafín, hijo de un exministro poco decidido a pasar del cortejo galante a una relación con mayor compromiso. Desde ahí, se suceden historias paralelas: Aquilino, el casero, que quiere el dinero; y la pareja, madre e hija, que buscan en el pretendiente de la joven un préstamo que les dé un respiro.

En el cruce de estas historias aparecen Pepa y Manuela, en continua gresca por el puesto de la una y la venta ambulante de la otra, y porque ambas compartieron relaciones pasadas con sus parejas actuales, Lorenzo y Vicente. Tipismo madrileño castizo, con expresiones bien entonadas y lejos de la caricatura fácil, incluso en escenas tan costumbristas como la “loa al rascarse de barrigas”. Destaca especialmente la escena de la bronca entre aguadora con puesto y aguadora ambulante, resuelta con maestría, y, en general, las magníficas interpretaciones de todo el elenco.
Los coros, interpretados con entusiasmo y vibrantes, fueron coreados en voz baja por buena parte del público. Asistentes que no cesaron de aplaudir los mutis y las interpretaciones musicales, y que fueron obsequiados con un bis de temas castizos madrileños, culminando así una noche de zarzuela inolvidable en el Corral de Comedias de Robres.