Teresa Cardona: "A menudo es necesario rascar un poco en las cosas para comprenderlas"

La escritora madrileña recoge el Premio Villanúa Rural Noir

14 de Octubre de 2023
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Teresa Cardona. Foto E. Palacios
Teresa Cardona. Foto E. Palacios

Teresa Cardona (Madrid, 1973) tiene una cita este fin de semana con el Encuentro Pirenaico de Género VillaNoir, donde va a recoger este sábado el Villanúa Rural Noir. Es la segunda vez que se concede este galardón desde que se instauró y con él se valora la destacada labor literaria de esta autora, que ha publicado recientemente un nuevo título, La carne del cisne (Siruela).

"Este premio es una maravilla -señala la escritora a este periódico en una entrevista-, porque da sentido a mis libros, me introduce en el sector del Rural Noir y estas palabras me parecen una maravilla. Estoy superilusionada".

La madrileña, que ha residido 30 años en Alemania -su primer apellido es Todenhoefer, aunque ella ha elegido el de su madre para firmar sus libros en español-, presenta una nueva entrega de la pareja Blecker y Cano, que tiene de nuevo como escenario San Lorenzo del Escorial.

Pero sus inicios arrancan de la mano de Eric Damien. "Estoy superagradecida, sin él, probablemente, no me hubiese lanzado tan fácilmente a escribir y empezamos a hacerlo juntos por casualidad.  Él mandó un pequeño cuento infantil a los niños de su clase, entre los cuales se encontraba el mío, y nos preguntó qué nos parecía. Yo contesté que me parecía muy bien escrito, pero que creía que había algunas cosas en la historia que no funcionaban. Fue entonces cuando empezamos a colaborar".

Antes, ríe, pasó un fin de semana "en completo silencio" y se preocupó un poco. "Pensé, horror, me he quedado sin el amigo en el patio del recreo. Yo trabajaba a tiempo parcial en la biblioteca del colegio y era muy divertido tener a un profesor con quien hablar sobre literatura francesa y otros temas. Pero durante la semana, respondió y reconoció que tenía razón". Ese cuento se publicó después en una editorial de renombre.

Hacían muy buena pareja literaria y seguieron haciendo cosas juntos. Comenzaron escribiendo cuentos para niños, pero después decidieron aventurararse en el género de novela negra, que a ambos les apasionaba, con un trasfondo histórico. Así surgió el libro “Un travail à finir”, a la que siguió “Terres brûlées”, ambos firmados por ella como el pseudónimo Eric Todonne.

En “Un travail à finir” aparece la guerra de Argelia, las luchas y los problemas que ocurrieron en Alsacia-Lorena entre las guerras franco-prusianas, la Primera Guerra Mundial y la Segunda, ya que esta zona cambió de manos constantemente y experimentó grandes dificultades para definir su identidad.

"Ese libro me obligó a ver las cosas desde la perspectiva de los franceses y los alemanes, especialmente en el contexto histórico en el que vivieron", explica.

Esa experiencia fue el germen de su habilidad para ver las cosas desde múltiples perspectivas. "Cuando finalmente decidí escribir por mi cuenta, pensé en acercarme a una realidad más cercana, que era España", apunta.

Karen Becker es la gran protagonista de sus historias. "Siempre me preguntan si es mi alter ego, y siempre digo que evidentemente tiene cosas mías, pero creo que casi todos los personajes, no todos, tienen algún rasgo mío. Karen, sin embargo, es especial".

Cuando buscó a una investigadora para sus novelas, tenía que ser de la Guardia Civil. Lo primero, porque había elegido San Lorenzo del Escorial, y allí, se iba a cometer un crimen. "La inmensa diferencia entre la percepción de la Guardia Civil en España y la que yo tenía de ella en Alemania fue sorprendente. En Alemania, y especialmente después de los atentados en Berlín en el mercado de Navidad, se habló muchísimo de la Guardia Civil española, porque era más experta en terrorismo. Fue alabada por su labor en Europol. En ese momento, pensé que podía tener una Guardia Civil en La Haya y luego enviarla de vuelta a España. Es poco conocido que los guardias civiles también trabajan fuera de España y que hacen una labor incredíble en la lucha contra el terrorismo. Así fue como apareció Karen".

Cuando comenzó a escribir sobre Karen y la hizo pasear por San Lorenzo del Escorial, se dio cuenta de que muchas cosas que llamaban la atención de la agente también a ella le parecían sorprendentes. Por ejemplo, el hecho de que las calles de este lugar tenían nombres completamente diferentes a los que mostraban los carteles. "En El Escorial, si le dices a alguien que debes subir a la parroquia, te dirán que lo hagas por la "calle del cine", pero no encontrarás ningún cartel que lo ponga. Y lo peor es que la mayoría de los ciudadanos no saben cuál es el nombre real de esas calles"

Después de haber vivido durante mucho tiempo en el extranjero, especialmente en un país que es muy preciso en su comunicación, cada vez que alguien le decía "voy en un momentito" o "voy durante la mañana", confiesa que se quedaba pensando: ¿Cuánto es eso exactamente? ¿Cuántos minutos? ¿Cuántas horas? 

"Estas son las cosas que me divierten y que también encuentro maravillosas. Por ejemplo, en España, vas a un bar a las 9:50 AM y el bar abre a las 10. Está lloviendo, estás afuera, y el camarero está dentro. El camarero te abre la puerta, quizás te diga que la máquina de café aún no está caliente, pero te invita a sentarte. En Francia o Alemania te quedarías fuera esperando hasta que abra".

También apunta a cuestiones sociales. "Siempre cuento que los alemanes entre sí no hablan de las enfermedades porque lo consideran una invasión de la intimidad del otro, que cuando alguien vuelve a la oficina después de tres días le vale. A lo mejor le dicen, qué bien volver a verte, pero no le preguntan qué te ha pasado o si alguien ha estado en el hospital. Consideran que a lo mejor no lo quiere contar. Es una cosa inconcebible en España. No  quiere decir que una cosa sea buena y la otra mala, sino simplemente son diferentes y es importante comprender que un alemán no hace estas preguntas no porque sea maleducado o desinteresado, sino porque considera que es una forma educada de respetar la privacidad del otro".

Así que decidió poner frente a Karen a un nativo de San Lorenzo, José Luis Cano, mucho más emocional y visceral en muchas cosas. "Pensé que podrían complementarse muy bien. Lo que quería era una pareja de guardias civiles que discutieran, debatieran y no siempre estuvieran de acuerdo, y que tuvieran la oportunidad de intentar convencerse mutuamente. Esto es lo que hacen mientras se sientan a tomar una caña, un vino o un café. Así es como surgieron los dos personajes principales".

En "La carne del cisne" aborda el tema de las primeras impresiones de manera efectiva. "Siempre intento luchar contra los prejuicios y los juicios apresurados. A menudo, las cosas no son lo que parecen a simple vista, y es necesario rascar un poco para comprenderlas. Lo mismo ocurre con mis dos guardias civiles; uno puede estar seguro de una cosa, pero el otro puede frenarlo y sugerir que se dé el beneficio de la duda.  Karen llega a dudar de sus propias impresiones, lo que demuestra que es importante replanteárselas".

Karen Becker todavía tiene mucha vida por delante. Ya hemos pasado por el momento en que llegó a Europol soñando con el sol español y se encontró con el otoño en la Sierra. Fui un poco malvada sacándola de Holanda y enviándola a España, donde se encontró con el invierno. La incluí en el invierno en mi último libro y el verano en el anterior, por lo que le queda la primavera. Y Karen estará estornudando por las calles de San Lorenzo, llenas de polen amarillo, y habrá un nuevo crimen en el pueblo".

 

 

 

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