Esta ha sido una noche cálida, que no calurosa, en el Corral de Comedias de Robres. Esta noche el espacio dramático multidisciplinar se ha transformado en un aula infantil, en un fuego de campamento, en un akelarre… En lugares donde la narración y las canciones toman el protagonismo y el público va tejiendo emociones a ritmo de relato conocido que, a pesar de ello, siempre guarda otra nueva interpretación en su interior.
Esta noche, el escenario del Corral de Comedias se ha mostrado desnudo. Sin utilería escénica y sin decorados específicos, más allá del habitual fondo que recrea una fachada de una casa, con sus puertas, su balconada y sus aleros. Tan sólo una silla y un teclado. La primera para apoyar momentos de intensidad oral que acomete Cristina; el segundo para acompañar la nitidez y calidez vocal de Pato.
La escenografía la completa, el vestuario que lucen ambas protagonistas. Visten de negro y, en el clímax de la acción, casi se transforman en figuras rupestres dibujadas en una cueva. Como único aspecto diferenciador, el color del cabello.
En esta imagen viual trasladada a la pared de una cueva habitada, tan sólo falta retratar otras figuras que componen un grupo numeroso y casi estático: el público, que permanece en una actitud de atención y silencio toda la obra, saliendo del mutismo en las ocasiones en las que es requerido a ello.
Y, justo es decirlo aquí, la imagen puede formarse gracias al trabajo excelente de equipo de luz y sonido, que ha tenido la brillantez de no sumir en la oscuridad total el patio de butacas, con lo cual, al espectáculo sobre el escenario, se ha sumado, por profusión de rostros, gestos y ademanes, la observación de un heterogéneo grupo humano absolutamente encandilado.
Volviendo brevemente al inicio de la función, ha sido el director, Luis M. Casaus, quien nos ha puesto en antecedentes de la personalidad artística de estas dos personas y a su carácter internacional.
Con respecto a la obra de hoy, VOZ(es), nos adelanta que es una pieza músico-narrativa creada a partir de las canciones de Pato Badián y la narración de cuentos tradicionales y motivos de cuentos de Cristina Verbena. Canciones y cuentos que se entrelazan por los paisajes, los temas o sus protagonistas. Con motivos recurrentes y mujeres que se mueven por hambre o por necesidad de huida.
Y, tras la presentación de Luis, comienza una hora larga que atesora un relato sin cortes salpicado de intervenciones musicales, narrando historias que hacen referencia directa a cuentos (de esos mal llamados infantiles), a terrores infantiles que se encarnan con la madurez, a dolores y sinsabores de soledades no deseadas... A la vida, en suma.
Pero todo ello en un tono vocal que palia la crudeza de las imágenes que el espectador recrea en su cabeza. Excepto en una ocasión en la que la narradora para el relato ("porque es muy fuerte lo que viene", dice) y sólo accede a continuar cuando el público se lo pide con insistencia.
Temores y terrores representados por un listado de medicamentos o por la sensación del ostracismo injusto bajo la acusación de brujería. Un repaso, en suma, a todo lo que se esconde bajo la alfombra de la respetabilidad y la buena educación. Y, todo ello, en un tono directo y claro no exento de momentos de humor.
Y, como en tantas ocasiones en este laboratorio de saberes escénicos, la función no acaba con saludos ni telón, sino con un encuentro cercano entre público y artistas.
En ese momento, Luis Casáus dialoga con ambas intérpretes y recoge sus impresiones. Pato califica su experiencia como “impresionante y maravillosa, con una conexión con el público total”. Cristina destaca la acústica del lugar y el orgullo que percibió en los asistentes.
La cueva se cierra; la hoguera se apaga; el sueño y las pesadillas se desvanecen en un amanecer cercano. Es la magia del teatro; es la magia del Corral de Comedias de Robres.