Los árbitros ante el Huesca, "¡unos innovadores!"

El grado de creatividad para reinterpretar las normas cuando el VAR entra a juzgar -y penalizar- al Huesca empieza a resultar asombroso

18 de Mayo de 2024
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González Díaz, árbitro del Huesca Racing de Santander
González Díaz, árbitro del Huesca Racing de Santander

Tuve el honor este lunes pasado de ser acogido por el Aula de Teatro y Poesía en el Centro Fundación Ibercaja, donde me fue asignado el papel del doctor Montijo de "El caso del señor vestido de violeta". Como cualquier obra de Mihura (no Miura, que eso es para los cuernos), los diálogos son desternillantes (no "destornillantes", un poquito de por favor). En una escena, mi personaje alude a la novedad de los procedimientos del admirado doctor Rimosky, concitado para curar el complejo de la viejecita del protagonista. "Ahora, por ejemplo, antes de venir a reconocerte, se ha ido a lavar las manos... ¡Es un innovador!"

Claro, incluso en boca de un intérprete novel y consecuentemente muy mejorable como este escribano, resulta hilarante. Me venía a la memoria esta tarde al ver el gol anulado a Javi Martínez que hubiera dado un puntito de emoción, incrustado como tenía el brazo entre el esternón y los pectorales, esto es, pegado como una lapa al cuerpo. González Díaz ha escuchado a esa eminencia que es Trujillo Suárez desde el VAR y entre ambos han encontrado la interpretación idónea: como ha entrado a gol, da igual que se haya fundido con el abdomen y el tórax. Hay que anularlo. Y se lavan las manos. Como el doctor, ¡unos innovadores!

Acaeció hace una semana en Elche, donde Mourad soltó un solemne sopapo a mano abierta a Nieto y todo quedó en una caricia del estilo del jabón Fa, frescor salvaje del Caribe. Luego le abrió en canal el talón a Sielva. Sigan, sigan. A golpe de innovación pura, ante el Oviedo con 0-1 se anuló un penalti señalado por un brazo completamente abierto e influyente, pero es que venía de la cabeza. El que no encuentra un pretexto, es porque no quiere.

Esto de la innovación arbitral nos viene de lejos. Aquel penalti de Gerard Valentín ante el Valladolid inconcebible, la mano de espaldas Jérémy Blasco tras empujón del delantero que el VAR concibió como una exhibición de cariño fraternal ante el Espanyol y, remontándonos, aquel de Vallecas, histórico, en que Ais Reig le pitó falta máxima a Josué Sa por tener la desfachatez de darle con la espalda dentro del área.

Pueden llamarle victimismo, pero es tal el caudal de la casuística de las últimas temporadas (como Santa Teresa, cada partido tenemos nuestro afán) y peculiarmente de ésta, que sólo quería dejar constancia de que los trencillas, como el doctor Rimosky, son unos innovadores. Y que ha estado muy feo llamar al asturiano éste retoño de meretrices cuando ha sido, en verdad, digno heredero de unos innovadores. Y, por tanto, recibamos al siguiente de la misma saga como se merece: con pancartas y cánticos de "inno-vadores", cuya cadencia en el canto es la misma que hijo de puta. Seamos comprensivos y llamemos a las cosas por su nombre para acumular, en lugar de récords de injusticias, un tesoro de novedades. Entre ellas, lavarse las manos y ensuciar el corazón de la justicia. Lawfare le llaman los "modennos".

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