Ascensión a la Maladeta y Abadías

La sección Pico a Pico de Peña Guara pudo completar la salida programada a pesar de las malas condiciones climatológicas

Jesús Pueyo
19 de Junio de 2023
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En la cumbre de la Maladeta 3308 metros.
En la cumbre de la Maladeta 3308 metros.

Este fin de semana pasado la sección Pico a Pico de Peña Guara realizó la tercera salida de la temporada. Todos los componentes del grupo sabíamos que la Maladeta es un gran pico no sólo por su cota de 3.308 metros, una de las mayores del Pirineo, sino por la dificultad que entraña su ascensión, pues todos los accesos a su cima presentan cierta resistencia que el montañero debe superar si quiere pisar su cumbre

Pero si además de las dificultades habituales, aparece un día con la meteo muy variable, donde todos los elementos se presentaron anárquicamente a lo largo del día, tan pronto un chubasco nada más salir del refugio, seguido de otros a lo largo de la jornada, como un rayo de sol en la base del corredor de la Rimaya que animó al grupo, para rematar con una ventolera racheada e incluso dos cortas pedregadas en la cima, todo ello aderezado con ratos de densa niebla que nos impedía ver más allá de unas decenas de metros, la conquista de la preciada cumbre nos despertó sentimientos de victoria, de superación, nos hizo sentir montañeros, con todo el sentido de esta palabra.

Comenzó la salida el sábado, desde la Besurta, para subir a pernoctar al refugio de la Renclusa donde nos obsequiaron con una más que aceptable cena. Ya en esa rápida subida al refugio, nos libramos del copioso chubasco por los pelos; la lluvia continuó gran parte de la noche, pero el domingo amaneció con nubes y claros dando un ambiente montañero bien agradable que animó al grupo a salir hacia nuestros objetivos, con la moral alta, pero sabiendo que luego, la montaña y la meteo dictan su ley.

La ascensión se inicia por la ruta normal al Aneto, transitando por una senda incómoda, empeorada esta vez por la gran afluencia de cursos de agua por todos los lados que, a veces, hacían que la senda pareciera más bien una acequia. Afortunadamente, a unos 2.600 metros de altitud, aparecieron los primeros neveros que facilitaron en gran medida la ascensión; calzamos los crampones y ya no nos los volveríamos a quitar hasta bien entrada la bajada por el otro lado de los Portillones. A la altura del Portillón Superior el grupo se dirigió hacia el corredor de la Rimaya, acceso normal a la Maladeta por su cara norte.

Había serias dudas del estado del corredor de la Rimaya, pues el guarda del refugio nos había informado de la presencia de un escalón rocoso que dificultaba el paso, aunque la presencia de nieve con huella en todo el corredor facilitaba su ascensión. Además, una pareja de montañeros que bajaban, nos informaron de la presencia de dos placas de hielo que a ellos les impidió la subida. El grupo encaró la subida con decisión, y entre el marcaje de los pasos correctos para superar las dificultades, y las ayudas mutuas, nos presentamos en la salida del corredor sin necesidad de usar medios auxiliares, pero eso sí, con una buena dosis de adrenalina en la sangre. Una breve ascensión por la ladera oeste del pico nos depositó en su estrecha cima, donde la meteo se mostró inflexible con nosotros, pero no lo suficiente como para arredrar al grupo.

Y de postre, el Abadías. Este pico, con una altitud de 3.271 metros, situado al sur de la Maladeta, es un mirador de excepción dada su ubicación entre el glaciar del Aneto, al este, el cresterío del Maldito, al sureste, la cresta de Cregüeña al sur y la tartera de Cregüeña, con su ibón homónimo al suroeste muchos metros más abajo. Lástima que la pertinaz nube, en la que estábamos metidos, nos impidiera verlo.

Su acceso “normal”, desde el glaciar del Aneto (E), por donde bajamos, no es difícil, pero para llegar al Abadías desde la Maladeta, se precisa recorrer un tramo de cresta que, en condiciones normales y gracias al excelente y consistente granito de la zona, no requiere más allá de una buena concentración e instinto para seguir las marcas. Pero el domingo, con las rachas de viento, la niebla, la roca completamente mojada y la necesidad de progresar con los crampones puestos, pues la presencia de neveros en varias zonas y canales así lo aconsejaba, hicieron del recorrido un interesante ejercicio de alpinismo semi-invernal. Pero el grupo entero, con buenas dosis de paciencia para asegurar todos y cada uno de los pasos, una impecable concentración y una progresión pausada pero constante, alcanzó, sin mayor incidencia, pero con otro chute de adrenalina, el collado norte del pico, para ganar la cima por un corto tramo de cresta, ya con menos dificultad.

De vuelta al collado norte emprendimos sin dilación la bajada, pues la meteo no daba respiro alguno. Gracias a algún hito que apareció en medio de la niebla, la ayuda del gps al comienzo, y la intuición para tomar la trayectoria correcta, aprovechando todos los neveros que pudimos, alcanzamos el glaciar del Aneto para continuar la bajada en dirección al ibón del Salterillo, sin ruta marcada y por canchales de pedregal fruto de la tremenda morrena frontal del glaciar del Aneto que da una idea de la enorme potencia que debió tener el mismo, ahora, desgraciadamente, en fase de extinción.

Alcanzado el Salterillo, y con la suerte de que en ese momento se abrió una ventana entre las nubes que nos permitió admirar toda la cara norte del macizo del Aneto, entre otros, el grupo siguió por cómoda senda hasta topar con la GR 11.5 para, una vez remontado el collado de la Renclusa, alcanzar el refugio y seguidamente bajar a la Besurta donde otro chubasco nos despidió de tan gran aventura montañera, dejándonos un muy buen sabor de boca y un recuerdo que perdurará mucho tiempo en nuestras cabezas.

Cuando a uno le preguntan para qué vas a la montaña, qué se te ha perdido allí, la respuesta sería, probablemente, el sentimiento que pudimos paladear este fin de semana, pero, amigos lectores, los sentimientos montañeros no se explican fácilmente, hay que ir y sentirlos.

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