Las batallitas del carca: los árbitros

Ya pocos se creen las líneas que tiran para marcar el fuera de juego y encima los aficionados viven cada partido una continua “celebración-interruptus"

18 de Octubre de 2022
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Ais Reig entre Manuel Torres y Andrés Fernández
Ais Reig entre Manuel Torres y Andrés Fernández

Empezaré por pedir perdón. Lo reconozco, soy un iluso. Yo era de los que pensaba que el VAR aliviaría la carga de polémica en torno a los árbitros, pero, lejos de eso, está logrando todo lo contrario. Cada día crecen los disparates y se duda más. Incluso ya pocos se creen las líneas que tiran para marcar el fuera de juego y encima los aficionados viven cada partido una continua “celebración-interruptus” que acaba desquiciando al más templado.

Por todo esto, y algo más, hay quienes abogan por la comparecencia de los referees a la conclusión de los partidos. Yo aviso que me opongo, y no sólo porque Carlos Clos Gómez, responsable del Proyecto VAR por parte del Comité Técnico de Árbitros, así lo afirmara en la charla que ofreció recientemente en el Congreso Nacional de Periodistas Deportivos en Sevilla.

El zaragozano apuntaba, groso modo, que “para lo que iban a decir”, mejor ahorrarse la entrevista. Con el Comité ‘dictando’ las respuestas de sus cachorros, sin poder entrar en las jugadas discutidas y manteniendo su criterio impertérritos, de nada serviría el esfuerzo de la canallesca. Una pérdida de tiempo, como las interviús a algunos futbolistas que no se salen nunca de los tópicos y cuando lo hacen les caen las castañas de todos los frentes.

En cuanto a mi experiencia personal sobre el terreno de juego, nunca sabía el nombre del colegiado ni su procedencia y tan sólo puedo rescatar un par de anécdotas. Una muy entrañable con Carlos Sanz Hernández y otra con Antonio Villacampa, el único árbitro que me expulsó en toda mi carrera. Fue en un amistoso en El Alcoraz, con premeditación, nocturnidad y alevosía porque antes había avisado a mi padre –su compañero habitual de guiñote- en la partida en el bar. Fuera del campo, compartí milicias y amistad con Fernando Tresaco y José Ignacio Bueno Grimal y me reconcilié con Villacampa.

En el baloncesto, que algún lector me ha recordado que los tengo un tanto abandonados y tienen razón, el protagonista fue el celebérrimo y nunca bien ponderado Juan José Neyro, viejo amigo de correrías con los aficionados del CB Peñas.

Todo comenzó con la brillante idea de Pichichi: “No estaría mal entrevistar a Neyro”, me dijo, para estrenar el cuadernillo de Deportes del que hasta hace poco consideraba mi anterior diario. Y ahí que me planté en el viejo Pabellón del Parque dos horas antes de que empezara el partido con la incertidumbre de saber si el árbitro vasco accedería a mi petición, que le hice llegar por medio de Alfredo Vizcarro, el mejor embajador posible. Para mi sorpresa, Neyro accedió con una amable sonrisa surcada por su negro bigotazo mientras se cambiaba junto a su compañero, entré en el vestuario, me senté a su lado y le lancé las preguntas, con un cuestionario breve al final para conocer sus gustos y preferencias personales.

Más contento que un crío con zapatillas nuevas, me acomodé en las gradas portátiles de madera que se colocaban alrededor de la pista y le di al play de mi casete para comprobar la grabación y, horror, me había olvidado de apretar el botón rojo. De ese color se me debió poner todo el rostro cuando, después de mucho rebobinar hacía delante y para atrás, no aparecían las palabras de Neyro ni mis preguntas por ningún lado.

No se me ocurrió mejor idea que recurrir al boli y el papel y comenzar a transcribir las palabras que todavía resonaban en mi cerebro, hasta que después de mucho exprimir la memoria logré recomponer la entrevista que al final salió publicada.

Desde entonces, nunca más se me volvió a olvidar darle al botón rojo de grabar. Aunque también desde entonces, sólo pude entrevistar a algunos árbitros cuando se retiraban o antes de que comenzasen las temporadas oficiales.

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