Las batallitas del carca: Café con capazo

“Había 15 clubes de petanca y 17 practicantes, o siete clubes de frontenis y nueve jugadores”, apostilló con ironía somarda

12 de Diciembre de 2022
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El café con capazo, para batallas del carca de ayer y hoy
El café con capazo, para batallas del carca de ayer y hoy

Como resulta que todavía estoy hastiado porque hay quien parece no tener claro si se jugó un ‘derbi’ o un ‘no derbi’ y en este periodo han sucedido cosas más trascendentes –tanto luctuosas como felices-, he decidido echar la vista atrás y me ha venido al pelo un café con un amigo del barrio y otros compañeros.

Hemos necesitado escudriñar un poco en la memoria para llegar hasta nuestra niñez cuando, de jugar en El Corralón, pasamos a formar equipo ‘reglamentario’ de la parroquia del Instituto Ramón y Cajal con Alberto González, Fatás, Juancho Rey, Dieste, Lorenzo Aspiroz y otros que, tras superar la fase provincial, nos enfrentamos y fuimos goleados por el San Salvador en la Quinta Julieta, en los dominios del padre de Juanjo Camacho y Vitoria, que luego jugó en el Real Madrid.

En nuestro repaso recordamos su cambio de pelota y los inicios en el balonmano, que entonces contaba con equipos en Salesianos (el zurdo Garijo), el cuartel Valladolid 65, el Simeón (con rectificados de Matamala en el patio de San Viator), Sabiñánigo y lo que fue el embrión del célebre Altorricón.

Yo, como no me querían para el equipo del fútbol del colegio, compaginaba el baloncesto con los Cortijo, Mur, Gabarre y Boned (históricos del Boscos que en algún caso pasaron al Peñas) y el tenis con Eduardo Piedrafita como maestro.

Ambos también dimos algunos pasos en el atletismo de la mano de los Vallés, Cristino y compañía, mientras Javier Camarón se apañaba una pértiga con una antena de televisión en el corral de su casa y una colchoneta con cartones para amortiguar las caídas.

Todo ello aderezado con las ‘guerras’ con los barrios vecinos a pedrada limpia, asaltos a los campos de la Torre El Matón para comer fruta y reponer fuerzas de los ‘juegos olímpicos’ que organizábamos en El Corralón (con competiciones de hockey hierba, jabalina, peso y todo tipo de carreras para establecer la clasificación final), etapas del Tour en medio de una chicharrina insoportable con la bicicleta hasta Arguis, con puertos de montaña en Apiés y en el puente de Huerrios.

La adolescencia dio paso a otras empresas de mayor enjundia pero ambos coincidimos en que ese rico tejido deportivo de Huesca, con todas sus limitaciones de entonces, fue el germen que ha derivado en el glorioso éxito de una ciudad que con 50.000 habitantes mal contados haya podido disfrutar de tres equipos en la máxima categoría nacional (SD Huesca, CB Peñas y BM Huesca); además de clubes de bádminton, atletismo (Zoiti), montañismo (Peña Guara), que han dejado huella a todos los niveles.

La única pega que encontramos fue la división a la que se someten motu proprio muchos clubes (nace un tronco y en un año se parte en dos ramas), con lo que en lugar se sumar se merma el potencial; y la dependencia de un impulsor-promotor que en cuanto aflojan sus energías desaparece la actividad. Mi amigo hasta me recordó un estudio que hizo hace unos años. Por saciar mi curiosidad citó un par de ejemplos: “Había 15 clubes de petanca y 17 practicantes, o siete clubes de frontenis y nueve jugadores”, apostilló con ironía somarda.

En fin, que, como buenos oscenses, aprovechamos el capazo para darle un repaso a nuestros recuerdos deportivos; eso sí, con nostalgia pero sin remordimientos. Fieles sin reblar. Y suerte para todos.

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