Las batallitas del carca: Los derbis y no derbis

15 de Marzo de 2023
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Pulido y Mollejo. Foto Laliga
Pulido y Mollejo. Foto Laliga

Hubo un tiempo en el que la visita del Real Zaragoza a El Alcoraz era todo un ‘clásico de verano’, cuando los blanquillos regresaban de su pretemporada en los incomparables pasajes del Pirineo altoaragonés (¡qué tiempos aquellos¡). Esos abundantes amistosos dieron siempre mucho jugo y depararon anécdotas como el estreno de Rubén Sosa, que en 1985, con 19 años, emigró a España y en su debut oficial marcó el gol número mil del club en Primera División.

Aquellos partidos servían de escaparate para los dos equipos (había muchos seguidores maños) y de enganche para la afición azulgrana, que en función del resultado se hacía o no unas esperanzas sobre el futuro de su equipo. Un recuerda alguna goleada que otra, cuando la distancia entre los dos clubes eran de bastantes categorías, aunque en los últimos años se fueron acortando, tanto en los marcadores (victoria 3-2 en la 14/15), como en las categorías, hasta coincidir los dos en Segunda División.

No obstante, el recuerdo más latente en la memoria de los seguidores oscenses sigue todavía presente aquella eliminatoria de la Copa del Rey de la temporada 1979 en la que los azulgranas tuvieron contra las cuerdas a los zaragocistas (unos estaban en Tercera y los capitalinos en Primera División). Entonces no se solían prodigar las sorpresas coperas como en estas temporadas más recientes, pero en el partido de ida disputado en La Romareda el Huesca se adelantó en el marcador con un tanto de Arquillo y el meta Paco Buyo sólo cedió el empate a disparo de Pérez Aguerri.

Desde la grada, tanto Agustín Lasaosa como yo, que entonces jugábamos en el Deportivo Aragón (actual Zaragoza B) tuvimos que disimular nuestra alegría con una sonrisa cómplice del inefable y recordado Guillermo, el cocinero de la residencia del Zaragoza, bajo la amenaza de dejarnos sin cenar. Mientras, en la crónica de la Nueva España se hacían eco del “valioso” resultado del Huesca y de la mala imagen zaragocista.

En la vuelta, con El Alcoraz con récord de recaudación, el equipo de Boskov también estuvo muy desdibujado (faltaron Arrúa y Pérez Aguerri, recalcó el técnico yugoslavo) pero contó con el beneficio de “un penalti inexistente” (entonces no había VAR) que se encargó de transformar Antich para clasificar a su equipo.

El titular de la Nueva España era rotundo: “Alonso y el señor Forés reencarnaron al Tenorio”. Y la crónica de Fernando Bernués añadía que “un Zaragoza incapaz y que defraudó, tuvo que aprovechar “un auto-derribo de Alonso que engañó al árbitro. Por su parte, Juan Mari Lasa vio “triunfador moral” al Huesca.

La constante en esas crónicas era resaltar “la jornada de hermandad entre los dos clubes” aragoneses que estrechaban “lazos de amistad”; además en la Nueva España era habitual encontrar anuncios con tipografía resaltada alentando a los aficionados del Huesca a que fueran a La Romareda “para ver al Zaragoza”, e incluso en una ocasión de adelantó el horario del partido del Huesca a la matinal del domingo para que los aficionados se pudieran “desplazar a Zaragoza para ver el partido contra el Real Madrid”.

También era habitual, dadas las buenas relaciones entre ambas entidades, que muchos jugadores recorrieran la carretera de Huesca-Zaragoza en las dos direcciones (Camacho, India, Lacruz, Salvatierra…), con un intercambio beneficioso que después se fue perdiendo en la medida que las distancias kilométrica (autovía) y clasificatoria se fueron acercando. Aunque nunca se ha llegado a los extremos de otros clubes con fichajes frustrados por el pedigrí anterior de los futbolistas.

Sin embargo, las injerencias de la directiva maña, sobre todo en los fichajes de Manolo Villanova y Lalo Arántegui, además de otras cuestiones internas, fueron enfriando las relaciones entre las dos entidades, pero eso no impidió que Petón interviniera activa y positivamente en una fase muy complicada del Zaragoza.

Pero el fútbol tiene muchos recovecos y parece que hay bastantes interesados en enredar que no saben entender la rivalidad sana para intoxicar, sobre todo, a través de las redes sociales. Una cosa es el pique o las bromas y otra muy distinta el insulto o las faltas de respeto. Ahí queda para la historia el primer choque del año 2008, con una Romareda a reventar y una comunión entre las dos aficiones.

No obstante, algunos todavía se han debido quedar “en la adaptación gráfica de la voz inglesa derby, usada en España con los sentidos de ‘prueba hípica’, especialmente la que se celebra anualmente y en la que corren ejemplares de pura sangre de tres años de edad” que se disputa en aquella localidad inglesa. Pero la RAE apunta que más habitualmente se utiliza para definir “el encuentro deportivo entre equipos de la misma región o con gran rivalidad”.

A los iletrados no les debe gustar el diccionario de la RAE y ahí siguen con la matraca (son cansinos) del derbi o no derbi, pero la pasión con la que se debe vivir el fútbol tiene que servir para disfrutar del juego y del ambiente no para crispar ni cizañar. Que reine el fútbol y fieles siempre, sin reblar.

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