Anda el patio un poco revuelto en las últimas semanas con la ‘intromisión’ de Antonio Hidalgo para que el Deportivo de La Coruña incorpore a sus filas al zaguero Miguel Loureiro. Dos de los héroes de la pasada temporada que ahora pueden pasar a desempeñar el papel de villanos para los seguidores azulgranas.
Vamos, lo de todos los tiempos en el mundo del fútbol, aunque ahora magnificado por la trascendencia que tuvieron los personajes en el éxito de la campaña anterior y más habitual por el continuo trajín de intercambio de ‘cromos’ que todos los años sufren la mayoría de las plantillas del fútbol profesional.
Vaya por delante que personalmente no me voy a rasgar las vestiduras, aunque ambos se ganaron por méritos sobrados el corazón de todos los aficionados y es de justicia reconocer que no se les puede poner ninguna pega. Al revés, cuando vuelvan a El Alcoraz así se les debe premiar, aunque después en el césped no tiene que haber la más mínima condescendencia. Antaño, un defensa que era agresivo, viril y contundente cuando jugaba en tu equipo, pasaba a ser un leñero y ‘rompepiernas’ cuando vestía la camiseta de un equipo rival.
Unos se van y otros vendrán (ejemplos muy notables ha habido en los últimos años y a lo largo de la historia del club), y los domingos el Huesca saltará al campo con once futbolistas, aunque duela perder a figuras tan carismáticas, pero es el precio a pagar por colocar en los altares futbolísticos a profesionales que merecen todos los elogios, aunque lo que se les debe exigir es que cumplan con su obligación de darlo todo mientras vistan los colores del Huesca.
Los ejemplos de Jorge Pulido o Juanjo Camacho son rara avis en el balompié moderno. Y por eso adquieren mayores dimensiones, aunque el jugador con más partidos en la historia del club también protagonizó una espantada de la que luego se arrepintió. Eso no le evitó pasar a engrosar la lista de ‘desagradecidos’ que figuraba en una pizarra del despacho presidencial, de la que no quiso que se le quitara cuando regresó del Maspalomas.
En ese mismo espacio (con sus fichas clavadas con una chincheta en el corcho) figuraban jugadores ilustres y carismáticos de esta última etapa en el fútbol profesional que se marcharon de no muy buenas maneras. Hay muchos ejemplos que servirían de referencia a lo que ahora puede pasar con Loureiro, pero no conviene recordar malos tragos y tampoco es necesario mencionar esos nombres.
Ha habido muchos jugadores que prefirieron firmar por otros clubes de mayor potencial -como todos profesionales estaban en su derecho-, porque iban a ganar más dinero. Sin embargo, otros no vieron refrendadas sus ilusiones y esperanzas y los que llegaron en su lugar mantuvieron o elevaron el listón. Ahí están los casos de Sebastián Corona, que se erigió en esa figura señera que condujo la defensa azulgrana durante cinco temporadas y 160 partidos, Helguera, Carlos David, Melero, Fran Mérida….
Por eso hay que desear mucha suerte a los que se han ido, además –repito- con el reconocimiento a los méritos contraídos, y darles las gracias todas las veces que haga falta, pero ahora lo importante es apoyar a los que han llegado y desear que son sus buenos oficios nos hagan olvidar lo más pronto posible los vacíos que han dejado los ausentes.
Johan Cruyff siempre mantenía que no fichaba a ningún jugador que mostrara dudas a la hora de jugar en el Barcelona. Era su principal premisa en las negociaciones porque además de los méritos profesionales evaluaba el sentimiento de pertenencia a un equipo, aunque me parece que ahora al holandés le dolería más la cabeza. Es el fútbol que diría Boskov.