El fútbol siempre ha sido un deporte imprevisible, pero desde la errática y esperpéntica utilización de una herramienta como el VAR ha alcanzado esta temporada unos niveles de paroxismo que han logrado que nadie comprenda el reglamento, incluidos en primer lugar los que lo tienen que aplicar sobre el césped.
Porque era impredecible que un equipo como el Huesca, que estuvo al borde de la desaparición el pasado mes de agosto, haya devuelto la ilusión a su hinchada para completar de la mano de Antonio Hidalgo una campaña digna de mayores premios. Sólo la escasa puntuación de los equipos descendidos, al margen de lesiones y condicionantes propios y ajenos, ha impedido que los azulgranas con 64 puntos pudieran sacar mayor rédito a la tercera mejor puntuación de su historia en la categoría (con 63 puntos se jugó el primer play off con Anquela en el banquillo).
Porque resulta inesperado que un conjunto que llevaba casi dos temporadas sin remontar un partido se haya convertido esta liga en uno de los equipos que más encuentros ha levantado después de ir abajo en el marcador (valga la muestra del pasado domingo contra el Eldense). Porque es inconcebible que un equipo tenga ganado un partido en el minuto 90 y lo pierda en el ciento y pico….. (“Fútbol es fútbol”, que diría Boskov).
Porque parece impensado que Joaquín Muñoz, uno de los jugadores más puesto en entredicho por los seguidores, complete un partidazo en su despedida y obtenga los mejores registros goleadores de sus seis campañas con los oscenses; o que Sergi Enrich, vituperado en Zaragoza, se haya reencontrado con el gol en El Alcoraz; y que Patrick Soko, al que se dio casi por imposible en su primer año en el Huesca, haya vuelto de Ibiza convertido en el referente del ataque azulgrana. Son sólo tres ejemplos de lo que ha sido un paso adelante de muchos jugadores del Huesca este año (Kortajarena, Loureiro, Dani Jiménez…), sin el que sería incomprensible a todas luces el rendimiento de una plantilla que el año anterior se salvó por los pelos.
Porque el Huesca, cuando todo indicaba lo contrario, ha recuperado algo que había sido una de sus fortalezas: siempre había sido un club capaz de descubrir nuevas perlas o servir de trampolín para la carrera de jugadores desechados para grandes causas (Rubén Castro, Chechu Dorado, Cucho Hernández, Chimy Ávila, Sergio Herrera, Moi Gómez, Remiro….), aunque después se hayan tenido que marchar, como va a suceder de nuevo.
Todo este largo preámbulo para llegar a la principal figura y artífice de esta maravillosa campaña a la que no se le puede poner ni el pero de no haberse clasificado para el play off porque todos firmábamos a comienzos de la liga lograr la salvación, aunque fuera con agobios finales, y ese reto se logró con casi tres meses de antelación.
Porque, aunque ya dio muestras de su valía al final de la pasada campaña, tampoco era predecible que Antonio Hidalgo lograra sacar tan buen rendimiento de unos mimbres más bien escasos. De ahí el reconocimiento que le tributó El Alcoraz en su despedida. Un adiós del que pocos técnicos de los que han pasado por el banquillo azulgrana pueden presumir. Y la lista es larga y con nombres ilustres, pero el de Granollers se ha sabido ganar a la afición con su sencillez, criterio futbolístico y capacidad para mentalizar a sus futbolistas en pos de un objetivo común.
Y fruto de todos estos parabienes, llega la inexorable ley del fútbol (aquí sí que el balompié no es imprevisible), que obliga a los clubes modestos como el Huesca a no poder poner grilletes a sus mejores activos. De ahí la nostálgica tarde de despedidas y emociones que se vivió en El Alcoraz y que se pueden reflejar en dos momentos de la catarsis que se produjo durante toda la tarde: el manteo de la plantilla a Antonio Hidalgo y la figura de Patrick Soko sentado en el centro del campo con el estadio casi vacío, como no queriendo que el día se terminase.
Es el punto y seguido que en el fútbol también depara este tipo de situaciones tan contradictorias. Sin embargo, el capitán Jorge Pulido lo dijo bien claro: “El Huesca está por encima de todo, por encima de nombres”, como parafraseando al presidente Agustín Lasaosa que siempre ha manifestado que, “el domingo, el Huesca jugará con once futbolistas”.
No se trata de minusvalorar a los que se van, pero unos seguirán, unos se irán y otros vendrán, porque así es el fútbol actual, donde los ejemplos de Camacho o Pulido son rara avis. “Los que estamos para el año que viene quieren estar aquí y son humildes. Eso es lo que funciona en Huesca. Cuando no ha sido así y no hemos traído ese perfil de jugadores y entrenadores, no nos ha funcionado", afirmó el capitán al acabar el partido.
Porque todos juntos, afición, equipo, cuerpo técnico y directiva, se podrá hacer frente a lo que depare la imprevisible levedad del fútbol. Fieles siempre, sin reblar.
P.D.
No podía olvidarme de la incongruencia de un colegiado que aplicó el protocolo del resto de partidos en un encuentro en el que ninguno de los dos equipos se jugaba nada. A qué vino esperar a iniciar el juego a la misma hora que en los demás estadios y, sobre todo, cómo se atrevió a decretar un esperpéntico parón para la hidratación en el segundo tiempo con la tormenta descargando agua sobre el césped de El Alcoraz. Quizá tenía la garganta seca porque fue el primero en coger la botella de agua.