Las batallitas del carca: seguimos en Segunda

Da la sensación de que muchos han empezado a ver al Huesca desde que sale por la televisión y han extraviado la perspectiva

15 de Mayo de 2023
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Jorge Pulido en ataque
Jorge Pulido en ataque

Una temporada más, y será la duodécima, con un paréntesis de dos campañas en Primera División y otras dos en Segunda B, el Huesca continuará en Segunda División, esa categoría que para algunos es un infierno -después tiran cohetes cuando logran la permanencia-, pero que para nosotros es el paraíso aunque nos toque sufrir y enfadarnos con el juego del equipo.

Y eso es lo que hizo el Huesca, lograr la permanencia con dos partidos de margen, como en su estreno en la división de plata allá por el 2008. Y además considero que es para celebrarlo porque lo contrario habría provocado un seísmo de magnitudes terribles. Porque todo lo que está logrando el club se sustenta en el primer equipo; todas esos equipos femeninos (cuando nunca los había habido), las categorías base bien atendidas y con ciudad deportiva y el equipo Genuine, todo, todo eso y más, como el precioso estadio propiedad del club, depende de esa continuidad en la Liga Smartbank.

Sin embargo, ayer dio la impresión de que el Huesca lo tenía todo hecho (no los jugadores ni cuerpo técnico), de que la permanencia estaba conseguida desde hace varias semanas porque el ambiente en general en el estadio era bastante distendido. Ya sé que a muchos, yo el primero, la procesión nos iba por dentro. Y bien que lo he notado hoy cuando me he ido a caminar (escribo estas líneas en lunes) porque he batido todos los records de ligero que iba (no me dolía nada), mientras que las semanas anteriores llevaba una mochila con los tortuosos recuerdos del descenso a Preferente contra el Guadalajara con un Alcoraz a reventar; el descenso a Segunda B en Huelva y los 900 kilómetros de regreso en autobús de Los Fenómenos sin escuchar ni el vuelo de una mosca.

Además, porque cuantos más años estemos en Segunda, más posibilidades hay de que se vuelva a acertar y disfrutemos en El Alcoraz con jugadores a los que cada semana echo un vistazo: Maffeo (gol con el Mallorca), Moi Gómez (gol con Osasuna), Rafa Mir (gol con el Sevilla), otros días lo han hecho Gonzalo Melero o Chimy Ávila, y sigo las grandes temporadas que están haciendo los porteros Remiro (Real Sociedad) o Herrera (Osasuna).

Esos futbolistas se fueron porque el potencial del Huesca da para lo que da, siempre y cuando se administre mejor de lo que se está haciendo, aunque reconozco que no me inviste ninguna autoridad para impartir lecciones a nadie ni criticar las reacciones en caliente de los aficionados. Y menos en fútbol. Porque en partidos como el de ayer, con el síndrome de la victoria obligatoria, el tiempo juega en contra porque sólo se puede fracasar y la ansiedad causa estragos.

Pero es que da la sensación de que muchos han empezado a ver al Huesca desde que sale por la televisión y han extraviado la perspectiva y se han creado unas expectativas que son contraproducentes. Se han acostumbrado a los trajes de fiesta y ahora hay que volver a los orígenes y ponerse el mono de fieles siempre, sin reblar. He sido joven aficionado, jugador, entrenador, seguidor informativo durante más de 30 años y ahora un simple aficionado veterano que cada día entiende menos de fútbol. Ocupo mi localidad, sufro o disfruto en silencio, canto con efusión los goles, aborrezco el VAR y la pésima calidad de algunos trencillas y al final de cada partido aplaudo al equipo.

Ayer mientras veía marcar a Sandro con Las Palmas estaba leyendo un libro en el que encontré un texto que me llamó la atención: “Cuando hay ruido en la calle, y se anuncian cosas agradables, todos se asoman a la ventana y esperan. Debemos lograrlo y tener éxito. La dificultad consiste en mantener al público en la ventana en virtud del espectáculo”. Era Benito Mussolini confesándole a su biógrafo el secreto de su esplendor, y de su crepúsculo.

P.D.

El domingo se produjo una incidencia en algunas fases del partido contra la Ponferradina en las que una parte del público pitó a los jugadores por echar el balón hacia atrás y abusar del juego con el portero. Me retrotrajo a tiempos muy viejunos y no me gustó porque desequilibra a los futbolistas. Así lo entendió otra parte de la afición que comenzó a apoyar al equipo. A mí nunca se me ocurrirá silbar a mis jugadores pero ya sé que soy un bicho raro. Es mi filosofía. No obstante, peor fue la respuesta airada de algunos futbolistas. Su deber es aguantar el veredicto de la grada, aunque, a veces, en su afán de que el equipo gane, sea equivocado.

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