Acostumbrados a las grandes citas de la Selección Española de Fútbol masculina, la comparación con la final de la Eurocopa Femenina entre España e Inglaterra en Basilea es, si no odiosa, el reflejo de la brecha que todavía existe entre las dos vertientes de género del mismo deporte.
El Ayuntamiento de Huesca anunciaba esta semana que se habilitaría el salón de actos del Centro Cultural Manuel Benito Moliner para el histórico partido de las de Montse Tomé. Paralelamente, el de Barbastro hacía lo propio con el espacio habitual de todas las grandes citas, el Centro de Congresos y Exposiciones.
Se entendía la decisión municipal oscense porque era más que probable que el recinto ferial del Palacio de Congresos se antojaría excesivo habida cuenta el arraigo diferente del fútbol masculino y femenino, cuya realidad no es discutible desde una perspectiva empírica.
El recinto ferial del Palacio de Congresos se ha llenado siempre que ha jugado una gran competición, en sus fases finales, la Selección Española de Fútbol masculina, hasta el punto de tener que poner punto y final a los accesos por tener completo el aforo. Exactamente igual ha ocurrido en Barbastro con los chicos antaño de Luis Aragonés o Vicente del Bosque y hogaño de Luis de la Fuente.
La visión del Manuel Benito Moliner, con capacidad para menos de trescientas personas, era lacónica. A la hora de nuestra llegada, ocho espectadores, eso sí, comodísimamente instalados, con su aire acondicionado y un pantallón que daba gozo... hasta la derrota final. Luego ha llegado una familia de cuatro miembros y ya éramos docena.

El Centro de Congresos de Barbastro sumaba alguna unidad más, pero muy poquitas, lo que ha suscitado un lógico desencanto.
En el debe del partido, quizás la hora, seis de la tarde frente a las nueve en que se han disputado los últimos compromisos de Bonmatí y sus compañeras. Sin embargo, resulta muy difícil encontrar excusas más allá de las estructurales de la evidente diferencia de promoción en la ley de los mercados de la comunicación. Pero la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero, y todavía resta mucho trecho por recorrer en la evidentísima mejora del fútbol femenino, que hoy da gozo presenciar.
Eso sí, en ambos casos, en Huesca y Barbastro, los que han aprovechado las disponibilidades municipales han disfrutado de una comodidad rayana en la exclusividad.