Enfrentarse a la hoja en blanco es un ejercicio más que interesante para valorar el trabajo de quienes se enfrentan profesionalmente a ese complejo reto en una sociedad que, para más inri, exige absoluta inmediatez en el cumplimiento del desafío.
El ansia viva de los consumidores digitales por disponer ipso facto de la información ha generado en no pocas ocasiones la hilarante situación de que titulares de prensa, tuits desde cuentas oficiales o comentarios hayan envejecido nada más ser publicados por un inesperado gol en el descuento.
Quizás por eso el “borra, borra” o “cambia la crónica” se está convirtiendo en un hit para algunos de los aficionados que abandonamos la tribuna del Alcoraz al pasar por la zona de prensa escrita. Y es que, no nos engañemos, un gol lo puede cambiar todo.
Es incontestable que el de ayer no será un partido que quede en la retina del imaginario popular local. Para el aficionado rozó el calificativo de “tostón” por la falta de llegadas a ambas porterías y las no pocas imprecisiones provocadas por las marañas defensivas de unos y otros.
Seguramente el espectador neutral hubiera dado el empate como veredicto justo tras lo visto sobre el verde pero a nadie le importará eso a final de temporada cuando sólo sirven los puntos, que se quedaron en Huesca.
Y aquí es donde yo discrepo de mucha gente, no pienso que se quedaran por casualidad. Se quedaron porque los de Sergi Guilló, con él a la cabeza, fueron a por la victoria y hay veces que ese pequeño matiz, en una categoría tan igualada, inclina la balanza a tu favor.
Creo honestamente que no estamos valorando debidamente los 13 puntos logrados sobre los 24 en litigio. Insinuar que son debidos a la fortuna o la casualidad obvia el para nada sencillo trabajo que requiere reconstruir un equipo con muchas novedades con respecto al de la pasada temporada. Ganar en el descuento requiere que el esférico ronde la portería rival y exige un punto de fe de los jugadores que hay que poner en valor (a mí lo que más me gustó del encuentro fue ver la convicción con la que varios jugadores se rehicieron de flagrantes errores puntuales pese a la frustración del respetable)
A la ya comentada dificultad de gestionar un plantel de 28 efectivos hay que añadirle las innumerables combinaciones de 11 elementos que podemos hacer los aproximadamente 6.000 entrenadores presentes en el Alcoraz. A diferencia de otras temporadas en las que la carencia de efectivos llevaba al “con estos bueyes tenemos que arar”, esta temporada todos podemos irnos a casa pensando que nosotros habríamos optado por la alineación ganadora.
El gol de Ntamack en el 94 dio por buena por la propuesta de Guilló y la inmensa mayoría de entrenadores del Alcoraz nos pudimos ir a casa dichosos sin que ningún impertinente nos dijera “cambia la crónica”.