Eder Sarabia es un guardiolista indirecto a través de Quique Setién, con la diferencia de que tiene una personalidad absolutamente volcánica. Cuando alguien es propenso a la iracundia, resulta difícil concebir cualquier capacidad para la reflexión. El entrenador del Elche es un agitador agitado, infradotado para unas reacciones mesuradas sea cuando va ganando (léase la lid con Hidalgo antes del descanso), sea especialmente cuando pierde.
En el fútbol suceden contradicciones extrañas. No hace muchas semanas, un entrenador tranquilo contravenía a una afición excitada, quizás por todas las horas de espera en la pródiga hostelería oscense. Este sábado, la coralidad exuberante del público ilicitano era compatible con la educación. No así su técnico, un tipo poco deportivo en el césped, de verborrea insultante en la comparecencia posterior.
Cinco veces pronunciaba la palabra "hostia" tras el partido. En unos casos, para estimular a los suyos de cara al futuro, en el sentido de que han de sacar la mala baba en las dos jornadas que restan. En otros, para falsear la realidad acusando al Huesca de "freirnos a hostias". No es sólo una mentira, es una mentira arriesgada porque nuestro club no puede consentir que se establezca esa etiqueta injustísima. Sobre todo, después de haber sufrido escarnios que han repercutido en un buen puñado de puntos que ahora mismo nos tendrían rozando con los dedos la gloria celestial.
Para devolver metafóricamente las hostias que fueron el hilo conductor de la rueda de prensa de Eder Sarabia, me permito replicar a su delirante visión del partido con otros tantos argumentos:
1.- Remates: 16 del Huesca, 9 del Elche.
2.- Saques de esquina: 7 de los azulgranas, ninguno de los blanquiverdes.
3.- Cinco tarjetas amarillas para el Huesca, 3 (dos de Valera) para el Elche. Imposible atribuir veleidades a Cid Camacho en este sentido.
4.- Faltas: 17 cometidas por los de Hidalgo, 14 por los de Sarabia. Es más, a El Alcoraz le parecieron pocas las señaladas al Elche, con algunas acciones al límite que el trencilla no interpretó y auspiciaron contras ilicitanas. Pero todo es interpretable
5.- La acusación de fingir a Javi Hernández, zagal de apenas 21 años, contrasta con las lipotimias con 0-1 de varios futbolistas del Elche que se incorporaban inmediatamente en el momento en el que seguía el juego.
No vamos a entrar en los cuatro fueras de juego señalados al Huesca por ninguno al Elche, o la única parada de Juan Pérez por varias in extremis de Dituro, que revelan el dominio del Huesca (incluso en posesión, 50,4 % por 49,6 %).
Sin embargo, la mejor réplica, el mayor desnudo del visceral Eder Sarabia, es el que aplicó Antonio Hidalgo a golpe de serenidad. La comparativa de las respuestas no admite discusión: frente al autoimpuesto rechazo del guardiolista significando que si hablara se liaría (no hay más que remontarnos al insulto a Albés vía su santísima -en realidad el calificativo empezaba por p- madre), el del Huesca tiró de hidalguía y hasta tuvo palabras de elogio hacia el vasco. Y es que, antes de soltar llamaradas de dragón, lo más inteligente para alguien que va a hablar en público es darse una ducha de agua fría. Que es la hostia.
P.D.: Dicho lo cual, si asciende el Elche, desde aquí se llevarán una sonora enhorabuena.