Cuando todo lo queremos y lo queremos todo

El juego del Huesca despierta críticas por cicatero, pero la eficacia del equipo hasta la fecha es indudable. El Zaragoza, mientras, se ve obligado a dar la enésima vuelta de tuerca

Javier Gil
Periodista, docente y entrenador
07 de Noviembre de 2022
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Cuco Ziganda
Cuco Ziganda

Lo queremos todo. En bandeja de plata si no es dorada. Da igual en qué cafetería pegues oreja a la tertulia. “Es que no juegan ni a las tabas”, escuché comentar durante el partido. Hablo del Huesca, sí. De esa estructura defensiva formidablemente robotizada, cuyo último eslabón es un magnífico guardameta.

Pasan las semanas y cae un puntito aquí, otro allá; una victoria sin oler la pelota, con porcentajes pírricos de posesión; triunfos grises en partidos que piden una siesta… En todo eso estamos de acuerdo, como también coincidimos en que lo más importante es la clasificación y el horizonte que abre la misma.

Zigandeta o Cucobús (se admiten más términos caricatura). El caso es que 23 puntos, la proyección que suponen y estar a las puertas de la promoción de ascenso deben ser argumentos para la satisfacción. Una alegría no puede engullir pero sí matizar el ansia por ver un fútbol bonito. El vídeo del técnico del Burgos que pulula por las redes viene muy a cuento. No dice nada que no sepamos ya por el sentido común; sin embargo, lo explica en un minuto de enorme poderío didáctico. El resumen de su resumen podría ser: al guiñote no siempre se gana con ases.

Peor están mis conciudadanos de origen y vecinos por razones laborales: los aficionados del Real Zaragoza. Al socavón emocional que supone juntar diez años en la categoría de plata se unen los vaivenes de ceses en unas u otras parcelas, un perpetuo sinvivir en el túnel sin luz, montados en el tren de ningún destino.

Ahora les ha tocado el turno al director deportivo, Torrecilla (Little Tower en la esfera jocosa de Twitter) y al míster, Juan Carlos Carcedo. Dos chasquidos de vez que ponen todos los focos en el director general (Raúl Sanllehí), quien debe cumplir lo que pregona el comunicado con tono eufemístico de la web blanquilla: “El Real Zaragoza ha iniciado una reestructuración en su parcela deportiva finalizando la vinculación contractual de…”. Vamos, las citadas destituciones, relatadas a futuro.

Yo reconozco mi debilidad por Emilio Larraz, a quien ya no se le pueden atribuir ni juventud ni inexperiencia para el reto, cuando los próximos que cumpla serán 55 años y ha entrenado con éxito varias campañas en la categoría inmediatamente inferior. Pero claro, Zaragoza no se distingue por dar galones con convicción a los de casa. En los últimos treinta años me vienen a la cabeza solo tres ejemplos: Víctor Fernández, con abrumador rendimiento en sus inicios; Láinez, que solucionó su papeleta con mucha dignidad pero no continuó en el cargo; y la pifia de Iván Martínez. Ha habido otros aragoneses como Agné (Mequinenza) y el turolense Milla, que se labraron la carrera previa fuera de la Comunidad. Y ejemplos ilustres como Villanova o el afincado Costa, a los que se les asocia el perfil de “apagafuegos” con mayor o menor justicia, pues el alicantino atesora dos Copas del Rey.

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