Domingo Malo y Alfredo Vizcarro, dos "gregarios de lujo" en la mágica historia del Club Baloncesto Peñas

Fueron gerente y secretario técnico en la época gloriosa y ensalzan la "capacidad de trabajo y de liderazgo" de José Antonio Ortas y Toño Riva

Miguel Ángel Blasco
08 de Febrero de 2023
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Alfredo Vizcarro y Domingo Malo, en su encuentro con EL DIARIO DE HUESCA
Alfredo Vizcarro y Domingo Malo, en su encuentro con EL DIARIO DE HUESCA

“Vuelve la Magia” es el eslogan que preside la semana del Peñas en el que va a ser su reencuentro con la historia. Un momento para recordar la etapa más gloriosa, con esa larga década del equipo en la ACB, buena parte de ellos con ese tándem inolvidable Jackson-Hall.

La actual directiva del Peñas nos ha invitado a entrar en el túnel de la nostalgia para echar la vista atrás a un pasado irrepetible. Cuatro décadas atrás, quien esto suscribe era un periodista veinteañero e incipiente que estaba en Radio Huesca (en mi primer programa estuvo Alberto Alocén) y que luego entró en el Diario del Altoaragón, del que recientemente he salido. Había vivido como un joven aficionado más las tardes sabatinas del Pabellón del Parque con aquel equipo de baloncesto que empezaba a cosechar victorias con las que se empezaba la juerga de esos fines de semana de fiesta, rock and roll y resaca. La misma que nos llevó a Lérida en la primera histórica 'marcha verde' aquel 1 de mayo de 1982 para dar el salto a la entonces anhelada Primera B, cuando hablar de la División de Honor (ACB luego) no entraba ni en el más optimista de los pronósticos. Eso sí, entre bastidores se oía "humildes pero sin renunciar a nada".

Mi día a día fue paralelo al que llevaron dos “hormiguitas” de ese fabuloso Peñas. Domingo Malo y Alfredo Vizcarro. El primero fue el gerente por excelencia, el segundo el secretario técnico (ahora sería director deportivo) por conocimiento. Ambos se amoldaron a los recursos y a la filosofía del club. Los dos habían sido jugadores y entrenadores y, como denominador común, habían “mamado” el baloncesto y el Peñas desde su gestación. Los podemos etiquetar como queramos dentro de los parámetros de “gregarios de lujo”.

He de confesar que en ese día a día fui con Domingo y Alfredo más pesado que una vaca en brazos. La llamada telefónica diaria era un mandamiento, una rutina de obligado cumplimiento para rascar alguna noticia. Lo mismo que con Ortas y con Riva, con quien más de una vez acabé en la trastienda de la relojería con Ángel, con Paco y hasta con su madre. En realidad se hablaba de todo menos de baloncesto. Para eso ya estaban las noctámbulas "vueltas a Ola". No eran tiempos de internet, ni de móviles, ni de wasap ni nada que se le parezca. Con un poco de suerte, apareció el fax, herramienta fundamental en el trajín de informes y negociaciones del mercado de fichajes.

Alfredo Vizcarro, Iñaki Iriarte y Domingo Malo.
Alfredo Vizcarro, Iñaki Iriarte y Domingo Malo.

Domingo y Alfredo convivieron en su responsabilidad con los dos presidentes por excelencia de aquella época tan honorable del Peñas, primero José Antonio Ortas y después Toño Riva, aunque antes también con los dos a la vez en el tiempo que estuvieron juntos. Y con los dos, con Domingo y Alfredo, me he reunido esta semana para reverdecer laureles. Ellos mejor que nadie conocen los intríngulis de aquel “sueño de una noche de verano” del Peñas que se plasmó en fantástica realidad.

Dos profesionales de pies a cabeza, íntegros, de esos que miraban la “pela” y ejecutaban sus acciones con rigor y austeridad hasta las últimas consecuencias. En sus palabras y en la mirada aparece el brillo de quien necesariamente tiene un sentimiento de orgullo por una de las obras más grandes que ha construido el deporte oscense en toda su historia.  Fueron pioneros en alcanzar la máxima categoría de su deporte, el baloncesto, y de dotarle de estabilidad durante una larga década. Es más, como se recordará, deportivamente el equipo -dirigido entonces por Javier Zaragoza- salvó la categoría en su último playoff con el Festina Andorra. Pero venían mal dadas con los dineros y entonces llegó el calvario que condenó al Peñas a su venta y fumigación de la ACB.

“Hay que tener en cuenta que la gente piensa ahora en el fútbol y el fútbol tiene recursos por castigo. Les llega el dinero por las televisiones y muchas empresas van sin tener que ir a buscarlas. Nosotros teníamos pocos ingresos de la ACB, el presupuesto era de los más bajos y con esos recursos, y llamando a muchas puertas, teníamos que convivir. Teníamos buenos acuerdos con clubes que nos cedían jugadores, fichando chicos jóvenes y desconocidos. Y sobre todo una afición enorme, que fue un soporte clave en los presupuestos”, observa Domingo Malo.

“Nosotros no podíamos hacer dispendios en traer jugadores consagrados, teníamos que ir a inventar y a buscar rookies”, remacha Alfredo Vizcarro, que si por algo destacó fue por su buen ojo a base de dejarse la vista en vídeos y partidos, análisis de estadísticas y seguimientos marcados por la austeridad.

Una de las excepciones, la primera que hizo el Peñas, fue el fichaje “made in NBA” de Wallace Bryant. El equipo se salvó, en efecto, pero tuvo que superar en cinco partidos al Cajamadrid en un Pabellón del Parque con un ambiente indescriptible y tras la expulsión de Bryant. El héroe de aquella tarde fue Larry Gibson, que con una actuación memorable salvó la temporada y la categoría. “Cuando se vestía para jugar era un gladiador, estaba vendado por todas partes”, sonríe un Alfredo Vizcarro que no olvida su tiro en suspensión, mientras Domingo Malo recuerda su llegada al aeropuerto de Barcelona “con una maleta atada con una cuerda”.

Domingo Malo, con Jackson y Hall.
Brian Jackson, Domingo Malo y Granger Hall

Del desfile de americanos, además de la pareja Jackson-Hall, que fue la que marcó toda una época con Iñaki Iriarte al frente, Vizcarro recuerda de manera especial a jugadores como John Morton, Alphonso Ford o Dyron Nix en una lista enorme de jugadores de calidad. A esos hitos, y a los que se escribieron en el siempre abarrotado y empequeñecido Pabellón del Parque, hay que sumar lo que supuso la primera victoria sobre el Real Madrid de Petrovic y luego el disponer de un Pabellón con 5.000 aficionados “y lo que eso suponía para la ciudad y para el club”. Como destacable por parte de ambos el “salto de calidad” cuando se apostó desde el club por dar apoyo a los entrenadores de turno con profesionales de la preparación física formados en el INEF, el primero de ellos Eduardo Generelo, y más tarde Javier Zaragoza, que por añadidura terminó siendo el entrenador salvador.

Y Domingo recuerda el trago más amargo que vivió con la muerte de la mujer de Tikhonenko. Fue un domingo que el Peñas tenía que jugar en Barcelona. Toño Riva le dijo a Domingo que fuese con Tikhonenko a Valladolid y que le dijese que su mujer estaba grave pero que no había fallecido, hecho que realmente se había producido pero se trataba de ganar tiempo. Llegaron a Valladolid, a casa de un amigo, y allí estaba esperando Sabonis, que fue quien le comunicó la trágica noticia de la muerte de su esposa a Tikhonenko. “Se fue al suelo, se puso a gritar y a llorar como no había visto nunca a nadie. Fue tremendo, el momento más difícil que he vivido en el Peñas”, indica Domingo Malo.

¿Vuelve la Magia?, pregunto mirando a lo que se vivió. “Fue la verdad. El pasado no se repite pero puede haber otras soluciones. Creo que es un gran eslogan. Lo que invirtió la Diputación fue rentabilísimo y cumplió todas las expectativas y más por la promoción que se hizo de la provincia de Huesca”, afirma Alfredo Vizcarro.

¿Y el futuro? “Ahora no tenemos que poner las gradas. Tenemos un campo fabuloso y se trata de que esa instalación que ha estado llena en tres o cuatro ocasiones poco a poco vuelva a enganchar a la gente. Ese es el secreto. Y Huesca para el deporte ya sabemos lo que es. Si a la gente le gusta una cosa, va. Afición al baloncesto en Huesca siempre ha habido”, abunda Domingo Malo, que pone el acento en la necesidad de sentar las bases del club sobre una estructura sólida con la que se pueda dar estabilidad. “Lo primero que se necesita es una directiva que esté convencida. Y trabajar por ello significa buscar recursos y apoyos. Pero quien tienen que tirar del carro es la directiva. La campaña Magia de Huesca fue un éxito de la DPH, admirada y copiada en muchas provincias”.

José Antonio Ortas y Toño Riva. Juntos hasta que separaron sus caminos y Riva cogió las riendas del club tras haber sido vicepresidente. Ambos hablan de ellos casi al unísono y destacan su “capacidad de trabajo”. “José Antonio Ortas estaba las 24 horas pensando en el club y Toño Riva lo mismo, no era tan personalista y sí tal vez tenía una visión más global. Eran los dos unos monstruos, dos directivos natos. Ortas tenía que ser personalista porque si no lo hacía él no lo hacía nadie. Eran totalmente distintos. Uno ordenado y el otro se movía más por los estados de ánimo. Dos fenómenos aunque de condición diferente. Y los dos con capacidad de liderazgo, se llevaban a la gente detrás”.

Domingo Malo estuvo en la gerencia del Peñas desde el año 84 hasta el 24 de mayo de 1994, fecha en la que sufrió un infarto cerebral, del que se recuperó bien, y que le llevó a la retirada del cargo en el club de baloncesto.

Alfredo Vizcarro “siempre estuvo ahí”, aunque primero como delegado (antes jugador y entrenador) y después, cuando Toño Riva accedió a la presidencia, al frente de la secretaría técnica. Cuando el club fue vendido a Fuenlabrada, Vizcarro se puso a los mandos para recuperar el dinero que había quedado en Madrid y con el único fin de salvar la entidad. “No desapareció gracias a Alfredo”, apunta Malo. Fueron dos años y medio, sin apenas referencias y con escasa respuesta a todos los niveles. Eso sí, la mejor inversión fue la compra de un local que con los arreglos costó 11 millones y la directiva posterior lo vendió por 25. Pero fueron momentos traumáticos y de soledad para Alfredo, que compartió esos últimos coletazos con el administrativo de turno, el incombustible y eficiente Mariano Justes.

Aspecto habitual y siempre "cargado" en el Pabellón del Parque. Foto Carlos Jalle
El viejo Pabellón del Parque, un hervidero. Foto Carlos Jalle

EL PROCESO DE CONVERSIÓN EN SAD

Otro hito en la historia del Peñas fue el proceso de conversión en Sociedad Anónima Deportiva. Si por algo se caracterizó el club fue por la fidelidad de su masa social. Fueron más de dos mil los socios de media que tuvo en su prolongada estancia en el Pabellón del Parque. Y 2.000 fueron los accionistas que participaron en la suscripción de acciones (cada una por valor de 5.000 pesetas) para un capital social que ascendía a 90 millones de pesetas. “Lo completamos como pudimos”, señalan Domingo y Alfredo, que recuerdan el último y “fundamental” empujón que dio Luis Acín desde su Consejería en el Gobierno de Aragón tras una cena con empresarios.

Dos años después, y ya con Augusto Guardiola como presidente del Consejo de Administración, se produjo la recordada “operación acordeón”, mediante la cual el capital social pasaba a ser de 54.984.400 pesetas y cada acción quedaba devaluada a 400 pesetas y en manos del Fuenlabrada, que fue el club comprador.

Toño Riva con Hipólito Gómez de las Roces. Foto Carlos Jalle
Toño Riva con Hipólito Gómez de las Roces. Foto Carlos Jalle

LAS DIRECTIVAS

Tras un acuerdo entre las entonces cinco Peñas Recreativas, en 1977 el Club Baloncesto Zoiti pasó a denominarse Club Deportivo Peñas Recreativas, presidido por José Antonio Ortas. El 24 de agosto de 1981 se constituyó oficialmente la asociación deportiva bajo la denominación Club Deportivo Peñas Recreativas de Huesca, en la que también se integró el balonmano e incluso llegó a existir una sección de pelota.

La entidad de baloncesto tenía su hoja de ruta y fue creciendo desde 3ª  División hasta la 2ª División. Los “toreros” oscenses Sanclemente, Périz, Laliena, Lascorz, Villacampa, etcétera, disputaron en la temporada 79-80 el Campeonato de España Júnior de 2ª División que les permitió llegar a la final de 1ª División frente a “gigantes” de la talla de Fernando Martín, Andrés Jiménez o el mismo Joan Pagés.

Tras los fallidos intentos de subir a Primera B, antesala de la División de Honor, el Peñas apostó por Arturo Ortega como entrenador y un triángulo mágico formado por Alocén, Estiragués y Jordi Homs, al que se sumaba la tropa de Huesca. Se consiguió el objetivo en Lérida el 1 de mayo de 1982, en la final de la fase de ascenso frente al Maristas de Málaga y con un Pabellón teñido de verde y blanco.

Un año después el Peñas no dejó pasar la oportunidad que se le presentó de subir a la máxima categoría ocupando la plaza del desaparecido Inmobanco. Tras un descenso (frente al Estudiantes en el playoff), el Peñas regresó a la ACB de forma inmediata (83-84). De ahí al final, once temporadas consecutivas entre los grandes.               

El equipo directivo que estuvo en el club desde la temporada 83-84 fue el formado por José Antonio Ortas, Félix Batalla, Toño Riva, Rafa Moyano, Jesús Gil, Eduardo Busto, Álvaro López, José Ignacio Montorio, Manuel Prieto, Manuel Garrido, Pedro Arilla, Carlos Jalle y Alfredo Vizcarro. El cuadro técnico lo formaban Arturo Ortega, Eduardo Generelo, Germán Palacios y Nano Gil.

Con Toño Riva en la presidencia desde la temporada 87-88, Ángel Tricas fue vicepresidente, Luis Melero el tesorero, Carlos Jalle el secretario y Rafael Moyano, Pablo Subías, Manuel Garrido, José Antonio Sistac y Rafa Oliván como vocales. También estaban Ignacio Martín Retortillo (asesor de presidencia), Miguel Sarasa (asesor económico), Lázaro Venéreo (asesor social), Ricardo Mairal (asesor deportivo-social) y José María Laborda (asesor jurídico). Igualmente, Domingo Malo (gerente), Fernando Herce (asesor de prensa), Alfredo Vizcarro (secretario técnico) y Manuel Garrido (servicios médicos).

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