En bicicleta por las tierras de Atatürk

Queríamos dedicar este décimo viaje a Turquía, un país que teníamos en mente hace tiempo

Vicente Puyal Larraz
25 de Octubre de 2023
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Integrantes de la expedición.
Integrantes de la expedición.

Hace ahora 10 años, un grupo de amigos decidimos dedicar unos días de nuestras vacaciones anuales a la realización de rutas en bicicleta. Durante este tiempo hemos rodado por Marruecos, Transilvania (Rumanía), Chipre, Cerdeña, Georgia, Portugal, Albania, Macedonia del Norte y Balcanes.

Queríamos dedicar este décimo viaje a Turquía, un país que teníamos en mente ya hace tiempo y que nos cautivaba. Además, lo hemos hecho en unas fechas de enorme importancia para esta nación, ya que la República de Turquía se proclamó un 29 de octubre de 1923, tras la desaparición del Imperio Otomano, cuyo declive ya había comenzado muchos años atrás, y por tanto el país está celebrando estos días el centenario de su República. La historia de la moderna Turquía no se puede escindir de la figura de su artífice y primer presidente, Kemal Atatürk, cuyos retratos nos encontramos a lo largo de todo el recorrido.

Nuestro periplo comenzó el 6 de octubre volando de Barcelona a Estambul. Esa misma tarde, en un paseo rápido por los alrededores de nuestro céntrico hotel, ya comenzamos a percibir que estábamos en una ciudad diferente a cualquier otra que hubiéramos visitado.

Al día siguiente nos levantamos temprano porque hay que montar y preparar nuestras bicicletas y alforjas. Casi todos los integrantes del grupo rodamos con gravel porque nos da una mayor seguridad a la hora de atravesar zonas de grava o tierra, aunque en su mayor parte el recorrido va a ser por carretera, y en ese terreno este tipo de bicicletas se comportan igualmente bien y nos permiten rodar a buen ritmo.

El hotel nos había habilitado un salón enorme para poder hacerlo con tranquilidad. Una vez desayunamos, salimos ya hacia el ferry que nos llevará a cruzar el Mármara. Circular en bicicleta por Estambul tiene mucho de odisea y hay un factor de riesgo considerable hasta llegar al punto en el que debíamos coger el barco, pero logramos salir sin mayores problemas. El trayecto marítimo dura 3 horas y la ciudad de Bandirma supone realmente el inicio de nuestra aventura cicloturista, dirigiéndonos en unos pocos kilómetros a Gonen, donde pernoctamos para realizar al día siguiente la dura etapa hasta Balikesir, dirección sur y con un desnivel importante que empezará a tensar nuestras piernas.

Estamos en Anatolia. Tanto Gonen como Balikesir se muestran como ciudades de interior sin un especial interés turístico, pero con un gran desarrollo económico, proporcionado por la industria, cultivos como el del olivo y por supuesto el comercio. A la salida de Balikesir, por ejemplo, podemos encontrarnos con un importante complejo industrial con una gran mezquita en su interior, imaginamos que para que los trabajadores puedan cumplir con sus rezos obligatorios sin alterar demasiado su jornada laboral.

El tercer día, en una larga etapa de 115 kilómetros, llegamos al primer destino marcado en rojo en nuestra ruta: Bergama (la antigua Pérgamo, que da nombre al pergamino, material para la escritura que se comenzó a producir en esta ciudad). En ella podemos visitar la Basílica Roja –templo romano dedicado a dioses egipcios-, la Acrópolis con su espectacular anfiteatro romano colgado sobre la ciudad y que tenía una capacidad para 10.000 espectadores, y el formidable Asklepion (Santuario de Asclepio), un templo para la curación de enfermedades que se encuentra entre los más importantes de la antigüedad, y en el que se formó Claudio Galeno, cuyo apellido ha dado nombre desde entonces a la profesión médica, y que era natural de esta ciudad.

En la cuarta etapa nos dirigimos ya hacia la costa. Es un clásico en nuestros viajes acabar cerca del mar y así lo habíamos previsto también en este. Llegamos a Ayvalik, pintoresca ciudad a la orilla del Mar Egeo, pernoctando en un bonito alojamiento dentro del nudo de pequeñas y estrechas calles de este lugar.

Al día siguiente nos encontramos con otra etapa complicada. Tenemos que rodear durante más de 100 kilómetros todo el Golfo de Edremit, y el viento durante los primeros 50 kilómetros, siempre en contra, hace que el avance sea lento. Las alforjas se hacen más pesadas que nunca y cuesta mover la bicicleta. Por suerte, una vez que doblamos el golfo, el viento pasa a favorecernos y nos permite llegar al destino con el tiempo suficiente como para darnos un baño en el mar. En estas fechas, el turismo, que mayoritariamente es interior, ha desaparecido, y estamos solos con toda la playa para nosotros. Esa noche la pasamos en un alojamiento de un pequeño y coqueto puerto.

La etapa del sexto día, aunque corta, no nos da respiro y la iniciamos con una ascensión hasta los restos arqueológicos de Assos. El Garmin llega a marcar en alguna rampa el 14% sobre un piso adoquinado que nos hace poner toda la carne en el asador. Allí, la parada es obligada para visitar este magnífico enclave. Harían falta muchas más líneas para describirlo. Uno imagina y se recrea con el aspecto formidable que debió tener el templo de Atenea, del que desgraciadamente sólo quedan unas pocas columnas en pie, o con la imagen de Aristóteles paseando por esta ciudad, en la que se casó y vivió algunos años.

El sitio sobre el que se alza Assos es espectacular, tanto por su historia, arqueología, como el enclave natural en sí mismo. Desde él, la visión sobre el mar y la cercana isla de Lesbos es espléndida. Pero no podemos dedicarle más que un par de horas. El avance del día nos exige seguir la marcha por la línea costera y llegar a Dalyan, un muy pequeño pueblecito con los cercanos restos de la antigua ciudad griega Alejandría de Tróade (Alexandria Troas).

El último día es una etapa corta y matinal. Tras nuestro clásico desayuno a base de queso, huevos fritos, mermeladas varias, té, etc., salimos de Dalyan con destino a la legendaria Troya (Ilión), a la entrada ya del estrecho de los Dardanelos. Debemos darnos prisa porque en Troya queremos visitar su museo y el sitio arqueológico, antes de que el transfer contratado nos devuelva de nuevo a Estambul.

El museo de Troya merece muchísimo la pena y es muy recomendable su visita antes incluso que las propias ruinas de la ciudad. En él se expone toda la mitología griega que rodea la epopeya de Troya narrada por Homero en la Ilíada. Pero como no puede ser de otra forma, profundiza especialmente en la historia real de las distintas fases de la ciudad, o por lo menos lo que por medio de la ciencia y especialmente la arqueología se ha podido llegar a conocer.

En Troya finaliza nuestra aventura cicloturista, pero dejamos un día más para dedicárselo a Estambul. Y sabemos aprovechar cada minuto, pues nos da tiempo para visitar la Mezquita Azul, el impresionante Palacio Topkapi, el Gran Bazar, el puente y la Torre Galata, y la Cisterna Basílica, un auténtico palacio sumergido en el corazón de la ciudad.

Como anécdota contar que el buen tiempo que hemos tenido durante la semana nos ha regalado un magnífico color moreno en nuestra piel, que sin duda nos ayudará a sortear el férreo control para visitar la colosal mezquita de Santa Sofía en el horario de culto, cuyo acceso sólo está permitido a musulmanes.

Aparte de todo ello, Estambul, la ciudad que divide y une a la vez el continente europeo y asiático por el estrecho del Bósforo, es ruido, tránsito, agitación, en definitiva, es vida. Sus más de 15 millones de habitantes, a los que hay que sumar al menos un millón más de turistas que recibe cada mes, hacen que esta ciudad entre por todos los sentidos y deja en nosotros, sus fugaces visitantes, una huella que seguramente nos será difícil olvidar.

Integrantes de la expedición:

  • Germán Vidal
  • Roberto Castán
  • Joaquín Gracia
  • Jose Luis Zabala
  • Jose Ramón Castillo
  • Vicente Puyal

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