Ganar a cualquier precio

Defendamos lo nuestro, hagamos del fútbol un deporte que enseñe valores y que todo el mundo pueda disfrutar en la grada

Ignacio Alastruey, Ingeniero del Año en Aragón
Aficionado del Huesca
21 de Abril de 2025
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Jordi Martín en el Huesca-Racing.
Jordi Martín en el Huesca-Racing.

Recomiendo con total convicción la lectura del libro de Tyler Hamilton y Daniel Coyle que da título a mi colaboración de hoy. En él, el exciclista profesional y compañero de Lance Armstrong narra la espiral que llevó al corredor tejano hacia un dopaje sistemático por su insaciable sed de ganar. En el desgarrador relato (insisto, de lectura obligatoria para cualquier deportista) me llamó la atención cómo llega un momento en que Armstrong normaliza la mentira de tal manera que llega a defenderla con enorme convicción como verdad.

Tristemente, algo así está sucediendo en el fútbol actual. Piscinazos, supuestos golpes en la cara, alaridos desgarradores y golpes al suelo (por no hablar de los desvanecimientos inducidos desde los banquillos) preceden en demasiadas ocasiones a milagrosas sanaciones que convierten a supuestos deportistas en patéticos estafadores amén de pésimos compañeros de profesión.

El sábado me fui con muy mal cuerpo del Alcoraz. Principalmente por la terrible lesión de Dani Jiménez, cuyas imágenes y gritos de dolor – estos, sí, de verdad- encogen el alma. También me dejó pésimo sabor de boca el nefasto ambiente que terminó imperando tanto en el campo como en la grada, muy alejado de lo que me apasiona del que considero el deporte rey.

Con la misma sinceridad que afirmo que me pareció excesiva la indulgencia del árbitro en la primera mitad con varias faltas de jugadores del Huesca y fingimientos de jugadores del Racing (hubo varios flagrantes), pienso que desde la sala de videoarbitraje se excedieron en su función. No tengo ninguna duda de que la entrada de Miguel Loureiro está en esa zona “naranja” entre la amonestación y la expulsión (para que nos entendamos, amarilla para los forofos locales y roja para los visitantes) pero sí que tengo claro que nos vendieron un VAR que actuaría ante errores “flagrantes” y la visualización de la acción en todas sus tomas (y no sólo en el fotograma estático que mostraron al colegiado, el cual –por cierto- vio la acción en vivo a menos de un metro de distancia) deja dudas más que razonables. Es como si de la imagen congelada del gol del empate del Racing alguien pretendiera afirmar que el autor del gol saca partido conscientemente de la grave lesión del portero azulgrana, algo que viendo la jugada a velocidad real está claro que no sucedió.

Estuvo también muy sagaz el trencilla que veía el partido en Las Rozas para ver, a instancias de los jugadores visitantes, el gesto de Jorge Pulido y mandarlo también a la ducha. Tan cierto es que el capitán del Huesca se equivoca como que el gesto lo hace de espaldas al árbitro y en una zona bastante alejada. Visto el rigor del sábado, igual convendría añadir en la sala VOR especialistas en lectura de labios y comunicación no verbal para que al menos se apliquen con la misma rigurosidad en todos los partidos y con todos, absolutamente los equipos y jugadores.

Es cierto que el VAR ha servido para erradicar algunas lacras del fútbol como las agresiones sin balón en juego, pero no es menos cierto que su intervencionismo es más que insoportable en muchos aspectos del juego como el de los fueras de juego milimétricos que se empeñan en dirimir con unas líneas de grosor variable en función del tiro de cámara del campo en cuestión o el dispar criterio con las manos que desespera a propios y extraños.

En cualquier caso, y frente a la mayoritaria opinión de culpar a los árbitros de lo sucedido el sábado, mi indignación es con la tan aceptada como inaceptable querencia de los futbolistas -de todos los equipos sin distinción- a engañar a los colegiados. Empatizo con la dificultad que conlleva gestionar todas las emociones y nervios que se viven a pie de campo con la dificultad añadida de que parezca que cualquier engaño vale para sacar el mínimo beneficio haciendo bueno esa falacia de que el fin justifica los medios.

Con respecto a lo que nos importa, es hora de pasar página, lamerse las heridas y, centrarnos en lo que queda por delante apoyándonos en éxitos anteriores. Me vienen a la mente los ejemplos de Noja y Tarragona. En la localidad cántabra, en plena semifinal del playoff de ascenso a Segunda B fueron expulsados los dos máximos artilleros del Huesca (Juanjo Bona y Quique Falcón) amén del entrenador (Ángel Chamarro) y el delegado del equipo que según el acta lanzó el marcador de los cambios al centro del campo. Similar sensación de derrota con efectos colaterales quedó tras la derrota en Tarragona en un partido que podía dar el ascenso directo a Segunda División, tras ser expulsado Manolín por un monumental error en forma de pisotón. En ambas ocasiones, el Huesca terminó reponiéndose a las adversidades y ascendiendo.

Recientemente, en un discurso memorable en la Universidad de Darmouth (New Hampshire, Estados Unidos), Roger Federer afirmó haber ganado sólo el 54% de los puntos que había disputado enfatizando la importancia del punto en juego frente al que se acaba de ganar o perder. Y defendía poner el foco en lo importante: “Hay que ser buenas personas a tiempo completo”.

Por cierto, entre tanta histeria colectiva, me quedo con un gesto: Al menos tres jugadores del Racing (Javi Castro, Jon Karrikaburu y Álvaro Mantilla) se interesaron por el estado de Dani Jiménez en esos interminables minutos que pasaron hasta que fue debidamente atendido.

Defendamos lo nuestro, hagamos del fútbol un deporte que enseñe valores y que todo el mundo pueda disfrutar en la grada y ganemos el próximo partido pero, por favor, no a cualquier precio. ¡¡Ánimo, Dani!!

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