Gorostegui no se ha equivocado, Ziganda sí

06 de Mayo de 2023
Guardar
Aitor Gorostegui Fernández-Ortega, un árbitro indigno en Butarque. Foto Laliga
Aitor Gorostegui Fernández-Ortega, un árbitro indigno en Butarque. Foto Laliga

Aitor Gorostegui Fernández-Ortega me ha provocado nostalgia de aquellos árbitros de antaño. Juan Andújar Oliver, José Emilio Guruceta, Ramos Marco... Eran unos señores que no se llevaban los dinerales de tipos como el colegiado del Leganés-Huesca, que tenían su trabajo de bancarios, albañiles, funcionarios y todo tipo de oficios porque lo que les pagaba la Federación era una ridiculez. Guruceta Muro, de hecho, falleció en accidente de tráfico en Fraga, en la soledad de su coche, y nos alertó el gran Gilo Andreu. Mi compañero Santiago se echó los huevos con hígado de cerdo en el pan abierto y puso el Seat 127 de Víctor perdido de aceite. Todo por la información, todo por la patria que era nuestro periódico. Todo ha cambiado. Y en estos asuntos para mal, para muy mal.

Decía Guruceta que los árbitros no tienen que amenazar ni chulearse ante los jugadores. Si la acción es merecedora de amonestación, tarjeta y punto. Lo demás es compadreo o prepotencia. Una y otra actitud son nefastas. Aquellos trencillas tenían ética y sentido común. No necesitaban el VAR porque se comían la responsabilidad de sus errores y el aplauso de sus aciertos cuando todos veíamos el programa nocturno de la televisión. Si erraban, se activaba la conocida "nevera". Unas cuantas jornadas sin ganarse las judías. Porque antes les llegaba para judías, no para caviar, como ahora. Gorostegui Fernández-Ortega comiendo langostas debe ser tan chusco como ver a Torrente zampando salchichas.

Les llamábamos jueces. Y a los de las bandas linieres. Y también juez de línea. Hay una paradoja horrible en el fútbol. Se han depreciado y a la vez se han enriquecido. El señor Rubiales quiere, además, que sean impunes. De hecho lo son. Diosecillos chulescos que administran las tarjetas arbitrariamente (de arbitrariedad, esto es, de desigualdad, capricho, injusticia). John Wayne disparaba más lento en el Far West. Gorostegui Fernández-Ortega estaba esta tarde aquejado de un ataque de ansiedad. Ansiedad por tarjetear al Huesca. Quiero pensar que es habitualmente al visitante. Lo que antes se llamaban "árbitros cagaos", "cobardes", "flandules", esto es, caseros como los flanes. La actuación de hoy ha sido, directamente, indigna, impropia de alguien que aspira a la imparcialidad. Los gestos le han delatado: pisotón a Valentín, nada (por cierto, el navarro Prieto Iglesias debía estar merendando, porque podría haber entrado a comprobarlo por posible roja); Gerard roba el balón, amarilla. El gesto que le ha delatado ha sido la anulación del golazo de Juan Carlos Real. Ha sido preventiva. No había ni atisbo, ni síntoma alguno. Sólo ganas de perjudicar a los azulgranas.

Luego, ha seguido el recital. Para expulsar a Ziganda hace falta mucho valor. Para pitar un penalti por una mano de un jugador que está de espaldas, se necesita intención de hacer daño. Para ir al VAR y ratificarse en la determinación, o eres empecinado o eres mal intencionado. Al Huesca, para terminar, le han pitado 11 penaltis esta temporada. Y el aluvión de tarjetas es espeluznante. Pero quizás el Consejo, ocupado en otras lindezas, mire hacia otro lado. Allá ellos, pero no defender al aficionado al final causa indefensión. Y el aficionado está en esto tan indignado como en otras cuestiones decepcionado. Si la decepción queda acompañada por indignación, el resultado final será la indiferencia. Y de la indiferencia se derivan malas consecuencias. 

El irrenunciable episodio arbitral no empece para evidenciar que el Cuco la ha vuelto a hacer. Difícil entender la titularidad de Kanté después de la exhibición de pasividad-apatía del partido de Málaga. Complicado comprender el ostracismo de los dos últimos choques -hasta que han ahorcado a la fuerza de los errores de Rubén- de Jeremy. Inaceptable el trato a Diego Aznar, con esos minutos que le ha obsequiado cuando hacen falta hombres con barba. Y, hablando de hombres con barba, condena a los dos únicos centrocampistas de verdad en un esquema que muchos compran como un 4-4-2 o un 5-4-1 cuando en mi televisión sólo se ven dos islotes (en este caso Timor y Salvador) frente a una superioridad numérica que desborda todos los planteamientos. Las estadísticas, cuando se repiten 39 jornadas, ya no son casuales. Sin tirar a puerta no hay gol. Sin acercarse al área, los arietes (Obeng) se duermen.

Que la deleznable actuación de Gorostegui Fernández-Ortega no nos impida ver el bosque de un planteamiento que no genera fuera de casa nada. Nada es nada. Quien se quiera engañar, que lo haga. Yo me resisto. Gorostegui Fernández-Ortega no se ha equivocado. En su condición está someter al débil (el de fuera) como todos los perpetradores de injusticias. El Cuco, sin embargo, sí lo ha hecho. La ventaja que tiene es que, pese a este errático rendimiento, apenas nadie alza la voz. Y dentro del Camino del Cocorón menos. Allá cada cual con su conciencia. Luego querremos que los vacíos del Alcoraz sean fruto de si son tirios o son troyanos.

Archivado en

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante