Resulta muy difícil la confluencia de tres entrenadores de tanto nivel en una ciudad como Huesca. Bien es cierto que uno redimensiona con su longevidad de banquillo cualquiera comparativa, José Francisco Nolasco, pero pocas veces se ha dado una trinidad tan virtuosa y con tan buenos resultados para el tridente de los grandes deportes.
El carácter de los tres, con sus peculiaridades, conforma el ideal del "coach", del entrenador que acompaña a sus discípulos en las situaciones diversas del deporte para hacerlos mejores. Y a fe que lo han conseguido en su trayecto oscense. Con ellos, han arrastrado a aficiones eternamente agradecidas por su feliz desempeño.
En sus ochenta partidos y 600 días en el cargo, Antonio Hidalgo ha demostrado el valor que para él tiene el poder de la psicología, ciencia en la que su mujer es acreditada profesional. En su llegada en condiciones difíciles, hubo primero de entregarse a la terapia grupal, porque aquel conjunto disjunto era una sucesión de piezas libres e inconexas, con el único denominador común de la falta de confianza en las posibilidades del bloque y de cada uno de ellos.
En su segunda temporada, liberadas las cabezas (como a él le gusta definir) de los miedos del descenso, primero, y de la desaparición del club, ha estipulado como principal valor el gusto por el sufrimiento bien entendido, una suerte de autoflagelación con premio final como han sido estos 64 puntazos.
Hombre de acción más que de palabra -no es su fuerte-, de motivación más que de contemplación, ha dejado un reguero de ilusión y de satisfacción en una afición que le ha querido más por sus resultados y por el alivio tras la emergencia que por su empatía natural, que tampoco es una de sus fortalezas. Se ha hecho querer porque ha hecho volar al club, aunque en su despedida alguna omisión -voluntaria o no- chocó a los avezados. Justamente manteado, se llevó la gratitud de todos. Se va porque lo demanda su profesión -obviamente para ganar más y promocionar en su ejecutoria- pero las puertas están abiertas.
NOLASCO EL DIVINO
Como los mejores corredores de los encierros de Pamplona en San Fermín, José Francisco Nolasco es el verdadero Divino. Lo suyo es digno de estudio. Ya ha completado 15 temporadas en Liga Asobal (ahora Plenitude) con Bada Huesca. Como escribiera Brecht, él y Pachi Giné son los imprescindibles entre los imprescindibles, un universo armónico en el que lucen por intensidad y extensión los Néstor Oliva y Fernando Pérez en diferentes facetas.
José Nolasco las ha visto en estos tres lustros de todos los colores. Ha puesto en la boca las mieles de Europa a los aficionados. Nolasco es un entrenador-empresario. Como los buenos cocineros, no se preocupa sólo de los fogones, sino que es el mejor director de proveedores. En el "consejo de administración" del club, el reparto de funciones es racional y admirable, por eso es tan sostenible el Balonmano Huesca.
El del ilicitano con Huesca es un amor a primera vista, a segunda y a última. Una relación infinita con la ciudad y con el club. Su capacidad de reacción se ha hecho invencible esta temporada, en la que la madre de todas las adversidades se ha cebado contra él y los suyos. Todas las plagas bíblicas. El apocalipsis con sus cuatro jinetes, la guerra contra las lesiones, la peste de una ordenación de la liga increíble que permite en plena competición quedarte sin uno de los mejores, el hambre en el casillero (5 puntos de treinta posibles en una vuelta) y la muerte que acechaba. Hasta el último día, hasta las últimas bocanadas. El milagro. Tres veces la producción de la primera ronda. Para detener a los cuatro desastres apocalípticos, se precisa un milagro, un portento sobrenatural. Nolasco se llama, de sobrenombre, "milagro".
Después del Villa de Aranda-Bada Huesca, Nolasco comparecía como un lord inglés, flemático, como si nada hubiera ocurrido, como ante cualquier partido, como el que ha salido de una batalla y se enciende un buen puro habano. El entrenador de Bada Huesca, un analítico de algoritmo natural en su cerebro que trabaja la mente y el cuerpo para los virulentos choques de este deporte, es absolutamente camaleónico. Se le llama capacidad de adaptación y este año se ha convertido en un campeón del mundo. Sus jugadores le adoran, el club le admira y la afición le idolatra. 2025-2026, año 16. Y toca tranquilidad y ambición. ¡Cómo no te voy a querer!
RAFA, LA EFERVESCENCIA
Rafa Sanz es cordobés y se pone un sombrero de tal ciudad ante los convencionalismos. No, él no es corriente, no se limita a repetir como un loro los clichés habituales del deporte.
Recorrió España de sur a norte para entrenar al hijo de Scariolo, a Nogués y a un grupo de jovencitos díscolos en su desempeño en la cancha. Hubo de tomar la fusta para domesticar tamaña desproporción hormonal que nubla las mentes en momentos precisos. Salvó los muebles después del pitido final del último partido. Nos enteramos de la salvación a través de las retransmisiones por internet.
Rafa planificó con "algunas" garantías esta segunda temporada. Es lo propio de un club de Segunda Federación, donde se van los que despuntan y se quedan aquellos que están en franca evolución. Algún veterano y unos cuantos jugadores prometedores, más talento y más físico. Ser entrenador en esta competición es como la cocina de supervivencia: hay que coger los mejores sabores y aromas de cada ingrediente para componer un buen guiso.
La temporada del Club Baloncesto Peñas se ha codido, precisamente, a fuego lento. En ocasiones, el agua quedaba absorbida y se perdía el caldo. En otras, bullía a borbotones, tal era la condición de un equipo aguerrido. Rafa, que en las ruedas de prensa es ingenio puro y al que su andalucismo le truca las sílabas, es un volcán, un Etna hecho, capaz de abroncar inmisericordemente y a continuación hacer una carantoña a "la víctima".
Sanz, que en algunos dejó dudas durante algunas fases de la temporada, iba adquiriendo regularidad y el equipo fue a más. ¿Y saben por qué, queridos lectores? Porque tenía un plan. Como en El Arte de la Guerra de Sun Tzu, estableció estrategias con la sorpresa, rodeando a los rivales, actuando rápida y enérgicamente. Eran sus hondas con las que los "davides" de verde iban derrumbando a Goliats presuntamente inalcanzables. Los rodeaba y los derribaba: L'Horta Godella, Cáceres y Fibwi Palma se libró por los pelos.
La esperanza es que Rafa Sanz no deje en orfandad a sus chicos y a sus mayores del club. Lobe Huesca la Magia y sus chavales han caminado esta temporada, como preconizó Bernardo de Chartres, a hombros de un gigante pequeño de estatura pero que compensa todo con su carácter, con su fe y con un discurso que extiende su reguero dentro y fuera de las canchas, con pensamiento propio, crítico y humanístico.
José Nolasco, Rafa Sanz y Antonio Hidalgo, tres entrenadores que han dejado huella y que legan la metáfora, en la sociedad de la "mediocracia" (Alain Deneault dixit), del valor del talento, del esfuerzo, de la fe, de la audacia, de la ambición y del trabajo común. Lo mejor del deporte.