Pues la verdad es que las doce jornadas consecutivas sin perder se ha quedado como un sueño para otra noche de verano. En Ferrol, donde los astilleros forjaron personalidades de hierro, el Huesca se ha dejado en dos errores gruesos (no los definiría yo como groseros) tres puntos con los que soñábamos en el descanso. No, no ha sido el Racing merecedor de la victoria, como tampoco lo eran los de la Cruz de San Jorge en el reposo entre parciales. Pero lo que hay es lo que es y debemos asumirlo.
Más que nunca, ante el derbi del próximo día 20 en El Alcoraz, hay que prepararse para asumir que Hidalgo tiene toda la razón: la base del éxito estará en la capacidad de sufrimiento. Si Siddharta Gautama, Buda, sostenía que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es optativo, en el fútbol de esta convulsa temporada de la Sociedad Deportiva Huesca la medición de los padecimientos y el valor para sobreponerse definirá un desenlace que no va a resultar sencillo aunque apenas hace unas semanas hubiéramos firmado a pies juntillas.
El partido de Ferrol nos ha despertado de la placentera sensación de inexpugnabilidad que nos acompañaba. Lo ha hecho, además, por el lado del cancerbero de las múltiples cabezas que devoraba a quienes osaban desafiar sus predios, Álvaro. Pero el problema de fondo no se circunscribe a una acción más o menos afortunada. Los efectivos siguen siendo limitados -igual que las once jornadas anteriores- pero hay noches en las que se manifiestan las carencias, y hoy ha sido una de esas. Un doble revés y la incapacidad de reacción es manifiesta, más que nada porque las lanzas son romas aunque las dispare un Hércules.
En cualquier caso, no hay tiempo que perder en lamentaciones. La batalla de Alcoraz dictará cuál de los dos contendientes coronados por la fuerza de San Jorge abrazará una cierta tranquilidad y quién estará condenado a seguir rodando las cabezas de los rivales infieles. Como si fueran dos hijos, sonreirá a uno y lastimará al otro. Se alzará con el botín el que "más quiera sufrir", que es la doctrina de Hidalgo que nadie queremos escuchar... porque las verdades escuecen e incomodan. Ya saben, urgencia máxima, sumar de tres y vencer, de una en una, las adversidades. Olvidémonos del budismo, porque nuestro sino es la resistencia para evitar el horno ardiente donde no hay sino llantos y rechinar de dientes. Ya lo dice el Evangelio según San Mateo: ¡El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda!