Está el Huesca tan rico de matices, tan exuberante, que nos permite aprovechar un lenguaje tan rico como el español que tiene tantos detalles como variantes el juego desplegado por los de Antonio Hidalgo.
Ante el Deportivo de La Coruña de los locos bajitos (Yeremay, Mella y Mario Soriano carecen de límites y van sobrados de potencial) y el fútbol desenfadado de los de Gilsanz, el equipo blanco -por mor de las coincidencias- ha dado por momentos una sensación lacónica que no es real, porque no le ha faltado ni energía, ni entrega ni su identidad. Pero justo es reconocer que, quizás por ese cierto valle lógico después de la efervescencia de doce partidos "invictus", ha habido fases en que ha estado desafortunado en su acepción de falto de acierto. Y, como tal, ha estado infortunado en el camino, pero no en el desenlace.
En el infortunio, paradójicamente, los habitualmente azulgranas han hallado la fortuna. La han traído de serie, esto es, desde Huesca, con esas decenas de valerosos émulos de Sertorio que se han recorrido del Pirineo hasta la confluencia de Finisterre, 850 kilómetros del ala, con el objetivo de que los futbolistas no se sintieran solos.
No ha sido un partido atractivo en general, y particularmente el Huesca se trae el mejor botín posible. Tal y como se ha desempeñado, el mejor de los réditos esperables es un punto -no significa que no haya podido traerse los tres porque no le han faltado ocasiones en las botas de Javi Hernández y Joaquín Muñoz-, y ya son 48 tras trece jornadas sin tacha.
A partir de ahora, será la corresponsabilidad la que determine la fortuna del Huesca, esto es, si unos centenares se desplazan a Castellón, a Córdoba o La Coruña, no existe pretexto alguno para no llenar El Alcoraz ante el Racing de Ferrol, en el que la primera misión es acabar con la primera fase del discurso hidalguista superando la barrera del medio centenar de puntos para instalarnos en el sofá de la ilusión. Sin palabras tabú, sin eufemismos, con el carácter que atesora esta ciudad y esta provincia: la serenidad del sin reblar.