Samu Obeng e Iván Martos. Lara Lope y David Cano. Cara a cara y en cuarteto. Conversaciones con compromiso en un templo civil de Huesca, el Casino Oscense. Allí donde tantos apretones de manos se han producido después de actividades culturales, literarias, musicales o de ocio. Recorren, para admiración de los futbolistas, las ostentosas escaleras presididas por Manuel Camo y Nogués, el salón azul, el salón rojo y el de juego.
Se sientan a la mesa y empiezan a repartir una baraja: la que lleva al triunfo final de la Sociedad Deportiva Huesca. Lara y David lo anhelan, y así lo explican al defensa y al delantero. Y éstos, afabilidad y simpatía, aceptan el reto y cantan las cuarenta: las de un grupo humano "increíble y unido". Al final, los cuatro salen al balcón del Casino en esta tarde en la que, aguzando el oído, todavía se escuchan los ecos de los ascensos, de la gloria. Concluyen con un cántico rotundo: "¡Huesca, sí se puede!"
David Cano es aficionado al fútbol de toda la vida. Jugó en categorías amateur y después siguió cultivando esta pasión como espectador. Es socio del Huesca desde que el equipo azulgrana llegó a la Segunda B.
“Nos juntamos los domingos en El Alcoraz, uno de los días más emocionantes de la semana, que esperas con ansias a que llegue y lo vives con los amigos y la familia”, explica.
Conversa con Iván Martos, que asegura que se ha adaptado muy bien a Huesca. Algunos compañeros que habían pasado por la capital altoaragonesa le habían hablado muy bien de la ciudad: pequeñita pero muy acogedora, y con una afición muy familiar.
Además, es natural de Barcelona, con su familia en Tarrasa, por lo que, cuando tiene algún día libre, aprovecha para viajar y visitar a los suyos.
Martos ha vivido 10 años en Almería, de donde es su pareja, y entre otras añoranzas, echa de menos su clima, aunque reconoce que esperaba pasar más frío en la capital altoaragonesa.
Recaló en la ciudad andaluza cuando era juvenil de primer año y ha ido trenzando su carrera poco a poco, desde el fútbol base, hasta llegar al filial y el primer equipo. Su entrenador confió en él para jugar algunos partidos de Copa y, debido a las bajas, tuvo la oportunidad de disputar uno de Liga y se le dio bien. Son años que recuerda con mucha alegría. El año pasado militó en las filas del Cartagena
Ahora también está contento en el Huesca y, aunque nunca se ha visto en la tesitura de tener que pelear por los puestos de descenso, está convencido de que “sí, se puede” superar la situación. “Hemos mejorado mucho estas últimas semanas y creo que se está viendo en el campo y en los resultados. Somos un equipo totalmente diferente y estoy convencido de que vamos a conseguir el objetivo”.
David Cano le pregunta por la unidad en el vestuario. “Es la parte que no se ve, creo que es nuestro punto más fuerte. Tenemos un grupo muy, muy bueno, el mejor en el que yo he estado en el fútbol profesional. Y cuando tienes esa afinidad con los compañeros, esas ganas de conseguirlo todos juntos…”
El jugador recuerda el último gol marcado en El Alcoraz al Alcorcón y cómo lo celebraron. “En cuanto vimos que entraba, yo, que en ese momento estaba en el banquillo, para cuando me di cuenta ya estábamos todos en el córner. Fue un momento muy bonito, que nos lo poníamos cuando desayunábamos y te emocionaba ver esa unidad que tenemos”.
David Cano le pide que pongan en redes sociales la foto del vestuario cuando hay una victoria, como se hacía en la “época dorada” del club con los ascensos y Martos se lo promete.
Después hablan de su momento deportivo y de la confianza que ha depositado en él el entrenador. Se siente muy cómodo de lateral, pero últimamente está participando también como central y está igualmente a gusto.
Al delantero de su equipo que no le gustaría tener enfrente es Samu Obeng, que “es bastante peleón y toca la moral a los defensas”.“Es uno de los delanteros que nunca te deja tranquilo, tienes que estar alerta porque, a nada que te despistas, ya no lo pillas”, añade.
Le gustan el Oviedo y el Eibar, los ves muy fuertes, y está convencido “cien por cien” que el Huesca no va a descender y, además, se va a salvar “con tranquilidad”.
SAMUEL OBENG Y LARA LOPE
Samu Obeng conversa con Lara Lope, una oscense de 51 años, la socia 433 del Huesca, que se sienta en General. “Para mí el Huesca es amigos, familia, ocio y sufrimiento. Soy una sufridora nata. No puedo decir que el Huesca es mi vida, pero nos ha llevado a muchas cosas”, se presenta.
Samu vive en Monflorite. “Lo sabe todo Huesca”, bromea en alusión a que recientemente no pudo acudir a entrenar, porque la protesta del campo le dejó bloqueado en la carretera. “Normalmente tardo diez minutos hasta la base aragonesa, pero ese día me pillaron los tractores y no hubo manera. Pero veo la causa importante y necesaria, así que mejor eso que quedarse dormido”, sonríe.
El jugador encuentra similitudes entre la capital altoaragonesa y Gurb, un pueblo próximo a Vic donde creció. “Estoy encantado, la gente muy agradable, soy de poco ruido y no me gustan las ciudades muy grandes, me cuestan. Soy bastante casero”
Cuenta que algunas veces, los niños “pican” en su puerta, como en las pasadas fiestas de Monflorite que acudieron a buscarle para ir a ver el torneo de fútbol sala y fue, y en Halloween. “¡Y no tenía caramelos!”.
También está muy contento con sus compañeros de equipo. “Tenemos un grupo humano increíble, creo que en el campo, en los partidos, se ven estas cosas”, estima.
El gol más especial que ha marcado fue el de su debut con el Oviedo en Riazor. "Estaba mi hermana y mi antiguo representante, pero en ese momento no sabía ni donde estaban sentados. Fue mi último año de sub 23, no hace mucho de eso".
Tiene sus propias aspiraciones, pero, a nivel colectivo, espera mantener la categoría y, si es posible, sin sufrir en las últimas jornadas. "Siempre hacemos todo lo que está en nuestra mano para ganar y, si no, al menos perder con dignidad. Creo que llevamos varias semanas dando buena imagen y nos sentimos muy arropados".