Leyendo los comentarios de grupo sobre la excursión del sábado, 8 de febrero de 2025, en nuestra sección de Marcha Nórdica MAB por las lagunas de Estaña da gusto comprobar lo bien que lo pasamos “como siempre” a la vez que nos damos muchas “gracias” mutuamente por eso, por la agradable compañía, por esas conversaciones sin fin da igual quién se ponga a tu lado. Aunque tú no hables, te llegan voces cercanas de dos compañeras que comparten inquietudes de su profesión quizá porque caminando sosegadamente se ven muy claras las soluciones a cualquier problema en una mañana que se convierte en un oasis de calma y tranquilidad.
La localidad de Estaña, casi en el límite oriental de la Ribagorza, fue un punto de partida que nos llenaba de optimismo pues el sol brillaba como nunca tras una noche lluviosa y la casi treintena de participantes nos disponíamos a seguir a María y Laura, nuestras guías.
Sobre las lagunas leímos y escuchamos que eran de origen endorreico, de aguas subterráneas que afloran disolviendo las sales de sus fondos que ahuecados se desmoronan haciéndolas especialmente profundas.
Las avistamos nada más empezar en un recorrido circular que combinaba senderos y caminos siendo quizá los senderos, llenos de penumbra y tapizados de musgo al completo los escenarios que más invitaban al silencio de una alargada fila de marchadores.
Hubo pronto alguna pausa para aligerar la ropa pues subían los grados como subía la cuesta, poco a poco y como cualquier momento era bueno para agruparnos, aprovechamos la circunstancia y sonaron los clicks de una foto de grupo.
Recorriendo esta particular circunferencia por fin llegamos ante lo que uno siempre teme en estos lugares solitarios y alejados: toparse de frente con el despoblado de Caserras del Castillo, todo en ruinas excepto un lavadero que ofreció asiento y reposo para estos caminantes. Una vez acomodados, sacamos de las mochilas los bocadillos haciendo difícil su ingesta porque comíamos al mismo tiempo que charrábamos de forma animada.
Un poco más allá de Caserras, estaba la ermita de Santa Sofía, por fortuna en pie aunque con profundas grietas de su fachada. Su origen es del siglo XIII pero de factura románica. Rodeándola, pudimos observar de cerca el ábside a la vez que se veía en su muro norte alguna restauración fechada en 1889.
De ahí en adelante, la curva constante nos emplazaba en la vertiente norte del cerro donde se asentaba Caserras, siendo una cara norte muy fría, oscura y con tanta piedra suelta mezclada entre hojas que uno no podía menos que pensar en que nuestra querida Aran no fuese a tropezar, una vez recuperada de sus problemas y ya en plena forma. ¡Qué bien van los bastones para evitar cualquier desequilibrio….!.
De regreso a Estaña hubo tiempo para fotografiarnos una vez más frente a las lagunas, con vivos reflejos del sol de mediodía que parecían iluminar los rostros sonrientes del grupo.
Si decía que esta excursión era atravesar un oasis es porque a todos y cada uno de quienes participamos en ella buscábamos el reposo y la compañía que tanto reconforta en la travesía del desierto diaria. Tras una semana llena de problemas y llena muchas veces de soledad para afrontar la rutina y el trabajo lo mejor es juntarse, hacer deporte y convivir con quienes comparten tu afición por la Marcha Nórdica.