Malas costumbres

El ilicitano tiene, eso sí, el reto de gestionar un plantel que a priori se antoja algo excesivo en número

Ignacio Alastruey, Ingeniero del Año en Aragón
Aficionado del Huesca
03 de Octubre de 2025
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Sergi Enrich, el Huesca, El Alcoraz y las malas costumbres, por Nacho Alastruey
Sergi Enrich, el Huesca, El Alcoraz y las malas costumbres, por Nacho Alastruey

Comentaba yo tras el agónico triunfo ante el Málaga que estábamos mal acostumbrando a nuestros pequeños. Y es que, ojo cuidado, un niño que haya nacido pongamos en 2016 ha vivido: un playoff de ascenso a Primera, dos ascensos a la máxima categoría con sus consiguientes temporadas en el olimpo balompedístico y una continuidad, que parece fácil, en el fútbol profesional.

Quizás por esa razón, pensé que la contundente derrota en Riazor podía ser didáctica. Por un lado, para recordarnos que en esta maravillosa categoría que es la Segunda División las incomparecencias sobre el verde son severamente castigadas (desde el 3-0 en La Romareda no recordaba un atropello semejante). Y por otro, para que pequeños y mayores seamos conscientes de la dificultad de ganar y del mérito que tiene conseguirlo.

Creo que el tan magnífico como sorprendente desempeño de la pasada campaña nos ha hecho olvidar demasiado pronto lo cerca que hemos estado de caer al pozo de la Primera Federación con las incertidumbres que ello hubiera acarreado. Igual que permanece en la memoria colectiva el poste de Sandro contra el Valencia, tener presentes el penalti parado por Andrés Fernández en Málaga o el gol sobre la bocina de Samuel Obeng contra el Alcorcón por citar algunos ejemplos de momentos que pudieron marcar un punto de inflexión en el devenir de los acontecimientos.

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Es evidente que con la venta del Alcoraz el club ha encontrado una fórmula que ha devuelto el límite salarial a unos guarismos importantes dentro de la categoría. Pero nos equivocaremos de pleno si damos por hecho que esa holgura económica garantiza el jolgorio en el plano deportivo. Afortunadamente, porque en caso contrario ya llevaríamos años fuera del ámbito profesional, la correspondencia no es unívoca y habrá que luchar cada punto con la máxima intensidad y el compromiso de todos los involucrados.

En lo deportivo, debo confesar que me gusta la apuesta de Ángel Martín González por Sergi Guilló. Desde fuera, y no conozco personalmente a ninguno de los dos, ambos me parecen gente normal, el perfil que siempre he pensado que mejor se adapta a una ciudad, la nuestra, menos preparada que otras para proporcionar el ecosistema que perfiles más estelares y su entorno suelen demandar.

El ilicitano tiene, eso sí, el reto de gestionar un plantel que a priori se antoja algo excesivo en número. Para nada me parece trivial gestionar la dicotomía entre la pausa necesaria para construir un equipo a partir de los 28 efectivos disponibles y las lógicas prisas por conseguir resultados que avalen su desempeño y, lógicamente, el de su inmediatamente superior.   

Con el Burgos ya en el horizonte, sólo me queda desear que nuestros pequeños sigan disfrutando con su espontánea inocencia de la indudable emoción que generan las victorias. Aunque se mal acostumbren (un poco) y con ellos nosotros también.

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