El maleficio, la previsibilidad arbitral y una cierta mejoría que no esconde las lagunas

El paso de los partidos abre las lagunas que existen en varias posiciones, que no tienen que ver con la cantidad sino con la calidad.

12 de Octubre de 2025
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Afición del Huesca, fe sin límites contra el maleficio gaditano
Afición del Huesca, fe sin límites contra el maleficio gaditano

Hay que tener mucho sentimiento azulgrana para coger el coche y recorrer más de mil kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Hasta ahora, en la muy mejorable versión viajera de la Sociedad Deportiva Huesca, lo mejor son esos colosos que desafían a la comodidad con la ilusión de que los de Sergi Guilló dan alguna alegría desde aquel partido de Mendizorroza contra el Mirandés.

Particularmente, sostengo que el de esta tarde ha sido el encuentro más decoroso del Huesca fuera de El Alcoraz, aunque no haya dado para romper el maleficio de la Tacita de Plata. Y también aprecio que el problema de fiabilidad se perpetúa. El equipo ha comenzado con un ritmo prometedor, con Enol Rodríguez poderoso y unos primeros minutos en los que el electrónico podría haber sonreído a los azulgranas. Desafortunadamente, como en los orígenes de esta temporada, una buena fase ha dado paso a otra de renuncia en la que Ontiveros parecía el primo bueno de aquel mediocre que pisó nuestro vestuario. Ha dimitido demasiados minutos hasta el segundo tiempo el conjunto de Guilló, y cuando parecía resurgir uno más de los errores groseros que están condenando al equipo, de dos tipos seguros como son Pulido y Liberto. A partir de ahí, el georgiano ha corrido más que Piña y su remate endeble ha provocado uno de los escasísimos fallos de Dani Jiménez en dos temporadas.

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Los arreones finales demuestran que no puedes fiar todo siempre a la última jugada, porque aunque el míster sostenga que no son casualidades los tres partidos ganados en los últimos segundos, tampoco se pueden considerar causalidades. Uno, pudiendo marcar en el minuto uno, no lo hace en el cinco, y si puede ser aquí no espera al 95. Eso sería casi sadismo hacia los aficionados propios y los rivales. Y, claro, la kilométrica plantilla del Huesca no atesora la calidad suficiente como para semejantes cálculos.

Dos consideraciones últimas. Si el problema es de longitud de nóminas, por favor, que alguien le quite a media docena de jugadores, porque modificar cada partido en cuatro o cinco efectivos el once inicial no ofrece aspecto de confiabilidad. Significa que no hay un equipo tipo, y no es el mejor modelo, sobre todo cuando el paso de los partidos abre las lagunas que existen en varias posiciones, que no tienen que ver con la cantidad sino con la calidad.

Y, final, lo de Germán Cid Camacho es de traca, con la alianza además de Caparrós Hernández y Sánchez López, el dúo que perpetró la expulsión de Enrich en Ceuta. Cid Camacho no es que sea malo con saña, es que es representante de El Caserío porque la interpretación de las faltas ha sido un ejercicio de inconsistencia impropio de una categoría profesional. La abstinencia de Caparrós-Sánchez tanto en el botazo a Julio Alonso en la cara como en la melé final no constata sino que el sistema de VAR no sólo no está afinado, sino que está averiado y sólo hay una solución: que en la sala haya ingenieros y no árbitros.

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