El pasado fin de semana, los días 5 y 6 de abril, un grupo de 25 esquiadores de montaña del club Peña Guara vivimos una experiencia que quedará grabada en nuestra memoria: la XLVII edición de la Travesía Altos Pirineos, atravesando el majestuoso Valle de Ordesa en una ruta de esquí de travesía que combinó esfuerzo, paisajes imponentes, compañerismo y el disfrute más puro de la montaña.
Día 1: Sábado 5 de abril – De Cuello Arenas al refugio de Góriz pasando por Marboré
A las 9:00h de la mañana comenzábamos nuestra aventura en Cuello Arenas, punto donde nos dejaba el autobús tras salir desde Sarvisé. El cielo todavía lucía gris tras las precipitaciones de la noche, pero eso no mermaba nuestras ganas. Poco a poco, como si la montaña nos diera la bienvenida, las nubes fueron disipándose y un sol radiante empezó a iluminar el día.
Remontamos por las suaves y redondeadas lomas de Cuello Arenas hasta alcanzar Cuello Gordo, donde dio comienzo la primera subida: Peña Custodia. Desde allí, recorrimos el espectacular cordal de la Sierra Custodia, con vistas vertiginosas y panorámicas al cañón de Ordesa y al majestuoso macizo de Monte Perdido. El paisaje era simplemente de postal: blanco inmaculado, cielo azul y un silencio roto solo por nuestras pisadas y los saludos emocionados.
En Punta Custodia llegó uno de los momentos más esperados: el primer descenso. Una pala de unos 300 metros con nieve en condiciones inmejorables se convirtió en una fiesta sobre los esquís. Risas, giros rápidos y ese gozo que solo entiende quien ha sentido la libertad del descenso en nieve virgen.
Tras esa primera bajada, encaramos una media ladera que nos llevó por encima del reformado refugio de Góriz. Desde allí, comenzamos el ascenso por la ruta clásica del Monte Perdido. Ya eran las 12 del mediodía, el calor apretaba y no corría ni una pizca de viento, haciendo más duro cada paso, cada deslizamiento.
Pero la motivación no decayó. Llegamos a la conocida Ciudad de Piedra y, en lugar de continuar hacia Monte Perdido, viramos hacia nuestro objetivo: el pico Marboré, a 3.251 metros. El cielo empezaba a nublarse, y con buen criterio aceleramos el ritmo hasta hacer cima. Foto rápida de grupo, abrazos, y vuelta a la acción. Tocaba quitar focas y disfrutar de otro descenso que nos llevaría de nuevo al refugio de Góriz.
Allí, nos esperaba una merecida recompensa: cerveza fresca, ducha caliente y el buen ambiente que reina siempre entre montañeros. Coincidimos con compañeros del Club Pirineos de Zaragoza y compartimos impresiones del día. Las caras eran un espejo de la satisfacción.
Día 2: Domingo 6 de abril – De Góriz a Bujaruelo por el Taillón y la Brecha de Rolando
El segundo día comenzó pronto, con el despertador sonando a las 6:15h y con el mal trago de asumir que una de nosotros no podría continuar y tendría que abandonar el refugio en helicóptero, pero con la seguridad de tomar la mejor decisión posible, aunque dolorosa.
A las 7:30h ya estábamos listos, esquiando bajo un amanecer espectacular, con cielos despejados y temperaturas suaves. La montaña nos regalaba otro día ideal para la travesía.
Iniciamos el descenso en diagonal hacia el llano, cruzando un kilómetro de terreno ondulado hasta llegar a la barrera rocosa que salvamos con decisión, avanzando después hacia el collado de Millaris. Allí nos dejamos caer de nuevo por un llano que nos llevó al collado del Descargador, a 2.494m.
Desde ese punto ya divisábamos la icónica Brecha de Rolando. El barranco que lleva hasta ella se presentaba amable y seguro, y remontamos sin prisas pero sin pausa hasta la cota 2.700m, momento en el que pusimos rumbo final al objetivo del día: el pico Taillón.
La subida al Taillón fue constante y exigente. El calor, la altitud y el desnivel acumulado del día anterior ponían a prueba nuestras fuerzas, pero la ilusión por alcanzar la cima pudo más. Finalmente, alcanzamos el lomo final y, poco después, la cumbre: 3.145m de puro gozo. Fotos, abrazos, bocados rápidos y miradas que lo decían todo. A nuestros pies, el circo de Gavarnie y la vertiente francesa del Pirineo nos dejaban sin aliento.
El descenso fue un regalo: nieve en condiciones óptimas y un festival de giros perfectos. No se borraban las sonrisas, ni las ganas de más.
Pero aún quedaba una última subida: poco más de 50 metros hasta la espectacular Brecha de Rolando, paso mítico y simbólico entre España y Francia. Una vez en la vertiente francesa, la nieve ya no ofrecía tanta calidad, transformada por el sol, pero seguimos avanzando con la satisfacción del deber cumplido.
Atravesamos el Col de Sarradets y el Puerto de Bujaruelo y descendimos hasta que la nieve ya no permitió más. Quitamos esquís y caminamos los últimos 45 minutos hasta San Nicolás de Bujaruelo.
Allí, con los pies en el río y cerveza en mano, nos dimos cuenta de por qué lo hacemos: por días como estos, por momentos tan intensos, por compartir la montaña y sus secretos con amigos. Porque a pesar del esfuerzo, de las rozaduras y de las ampollas de los pies, lo que queda es el alma llena de montaña.
Así es la Travesía Altos Pirineos. Así somos en Peña Guara