Salvo honrosas excepciones, los entrenadoes manejan unos derroteros por los que desfilan todos sus conceptos. Tienen una tendencia a la inflexibilidad, salvo tipos efervescentes como Rubén Albés o Francisco Javier García Pimienta, a los que no importa reconocer los méritos de los rivales y admitir las carencias propias. Probablemente sea una tendencia conservadora: si admiten que no han funcionado sus equipos, puede verse comprometida la evaluación de su labor por parte de los patronos, que al final son los que pagan. Sin embargo, confío más en los que están tan seguros de sus capacidades que no dudan en asimilar los errores y los fracasos, conscientes de que su asunción es el comienzo de la mejora.
A muchos técnicos les gustan los periodistas que adulan y adulan, que siempre ven lo positivo. Los otros, los incordiadores, buscamos otras aristas, sobre todo cuando sobresalen tanto que ocultarlas es el comienzo del precipicio. Se encontraba muy cómodo respondiendo esta tarde Fran Escribá tras el partido, que si la expulsión de Zapater ha sido justa, que si Bebé más o Bebé menos, que si Alarcón, que si lo han tenido ahí... Me sucede que a veces pienso que los partidos de fútbol son una experiencia onírica y la verdad es que este año sí que consigo aburrirme hasta que el tedio roza con el bostezo como antesala del sueño. Me ocurre cuando escucho a entrenadores que al comenzar el choque se van mentalmente a otras dimensiones para ver lo que quieren, y nada, nada, les hará cambiar su visión.
Ha acaecido cuando le he inquirido al entrenador zaragocista sobre las estadísticas del partido: 7 tiros a puerta azulgranas por 1 blanquillo (Andrés ni se ha manchado los guantes), 9 fuera de los locales por 1 de los visitantes, 5 paradas de Cristian por 0 de Fernández, 7 saques de esquina de los de acá por 4 de los de acullá. Son guarismos y por eso le preguntaba si tras escucharlos no le parecía que el Huesca había agrupado más merecimientos y que su equipo había actuado en tono menor. Para una doble cuestión, un monosílabo: "No".
En la metodología de mi aprendizaje de inglés en la infancia, había una canción que cuestionaba por qué los padres dicen siempre no a esto y a aquello (Why do parents always say no to this and no to that?). A los místeres se les paga lo suficiente como para profundizar en los noes, que han de ser explicados so pena de parecer impertinentes o soberbios, y también salvo que accedan a la interpretación de no saber qué responder.
Los síes son más simplificables, y en esa faceta hay que admitir la habilidad del Cuco Ziganda para explicar en sentido positivo casi siempre las bondades que aprecia en sus comprometidos chicos. Es un hombre que transmite asertividad, lo cual no quiere decir que la contagie.
Entre el no y el sí, lo cierto es que el derbi de esta tarde ha sido manifiestamente mejorable, indubitablemente mediocre y salvado por la pasión de gavilanes (o de búhos chicos) de la afición. Dos equipos ramplones de los cuales uno ha aglomerado más virtudes y los dos se han repartido el botín. Y, si a mí me preguntaran si me ha gustado el partido más allá de lo medioambiental, tendría que responder como Escribá: "No". Y luego vendría un chorizo de reparos. Un derbi es un encuentro en el que siempre se dice que se juega mal a fútbol y que, por tanto, esta tarde ha cumplido con esa premisa certeramente.