Aun con la prudencia, que no en vano es virtud cardinal, el caso Oikos está en vías de extinción. La Justicia, a expensas de la resolución de la juez que con casi absoluta certeza solo espera el mismo pronunciamiento que la fiscal Arenere está expandiendo a todos los investigados, ya tiene la pluma a un centímetro para dictar sentencia. Y para devolver la dignidad que merecen los investigados que llevan 1.752 días padeciendo una condena de banquillo terrible.
Este es el momento que soñamos Agustín, Alfredo y un servidor aquella tarde del torrido verano en que coincidimos en la Plaza de Navarra y decidimos hacer esas fotos con los dedos hacia arriba y en V para el final feliz. De paso, hicimos una entrevista para explicar su disponibilidad para volver al club en el que tanto se le echa de menos, si consideramos como corresponde que la parte central es la afición. Lo venía diciendo su abogado, ese sabio que es José María Fuster-Fabra: ya podría estar perfectamente al frente de la Sociedad Deportiva.
Pues bien. Prácticamente sustanciado en sus últimos flecos el recorrido Oikos, con los enemigos del Huesca envainando su espada y comprobando que el yogur ya está caducado, ahora llega el tiempo de la otra justicia. De la que profundiza en aquel "Agustín Lasaosa, calienta que sales". De la que honra la palabra dada en aquel juramento de que, despejadas las dudas de la honorabilidad del presidente, ha de volver a ser presidente -y consejero delegado como era-. La correspondencia a la entrega y el sacrificio de Agustín en aquellas terribles circunstancias. José María Fuster-Fabra me ha dicho reiteradamente que nunca ha visto a una persona con tanto amor y una vida tan pegada a unos colores.
Será. Salvo que quien, con testigos, pronunció el compromiso de la vuelta, se desentienda, que no lo creo. Y salvo que alguien se agarre a un clavo rusiente por amor al sillón. Esta sentencia, la del retorno del presidente necesario, ha de ser dictada inminentemente.