Paren la capoladora

Evidentemente el tiempo y sobre todo los resultados dictarán sentencia, sabia o no, sobre el entrenador

Ignacio Alastruey, Ingeniero del Año en Aragón
Aficionado del Huesca
07 de Noviembre de 2025
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Sergi Guilló, en el banquillo del Huesca en El Alcoraz. Paren la capoladora
Sergi Guilló, en el banquillo del Huesca en El Alcoraz. Paren la capoladora

En esta sociedad cada vez más polarizada recomiendo degustar cualquier oportunidad de disfrutar la discrepancia. No me gustó el estacazo que el Director del Diario de Huesca sacudió al entrenador del Huesca y así se lo hice saber en una conversación que terminó con una realidad irrefutable – lo escrito era su opinión y además él seguía de acuerdo con ella- y el reto de escribir mi discrepante punto de vista (a riesgo, como suelo bromear, de que me posicione en algún recoveco escondido del ecosistema digital).

En primer lugar, quiero dejar claro que no conozco personalmente a Sergi Guilló. Tampoco bebo de ninguna fuente próxima al club y lo que escribo se basa únicamente en las sensaciones que percibo desde mi butaca del Alcoraz y en una memoria que para el ámbito futbolero funciona mejor que para lo cotidiano. Tampoco tengo conocimientos técnicos de balompié, limitándose mi experiencia futbolística a escarceos municipales con desempeño de tuercebotas.

En la gran mayoría de mis colaboraciones suelo deshacerme en elogios hacia una categoría, la Segunda División, que me apasiona y que seguramente no valoramos en su justa medida. La conocida ahora como Liga Hypermotion nos regala cada jornada 11 enfrentamientos con un pronóstico tremendamente incierto por una igualdad inédita en otras competiciones de más postín como la Primera División o, si me apuran, la propia Liga de Campeones.

La citada igualdad revienta las matemáticas presupuestarias y es la que nos ha permitido en estos últimos 18 años disfrutar de milagrosas permanencias o lograr ascensos que sobre el papel hubieran parecido imposibles. También tiene un lado perverso: y es que, aunque muchos no lo digan, esa sensación de poder ganar a cualquiera eleva sobremanera las expectativas de todos los equipos hasta el punto de que me atrevería a decir que cuando empieza la temporada hay una veintena de equipos que se ven con opciones de ascender.

Pero sólo suben 3. Y ahí es donde pienso que la frustración toma el control y lleva a que una buena parte de los clubes y sus entornos (prensa, aficionados) sientan que las cosas van horriblemente mal. Quizás sea por eso que la Segunda División sea una de las categorías con los banquillos más inestables del panorama europeo.

A fecha de hoy, tras 12 jornadas disputadas, el Huesca suma 14 puntos. Son 4 puntos menos que la temporada pasada, 6 más que hace dos campañas, 5 menos que el año del ascenso con Míchel (se ganó la Liga) y 6 menos que el año del histórico ascenso con Rubi. De aquella temporada, recuerdo cómo los “mentideros” – palabro que en Huesca tiene un matiz especial- daban por liquidado al técnico catalán tras un inicio errático acompañado de eliminación copera en casa frente al Real Valladolid (no fue la única vez, por cierto).

Sinceramente pienso que la inyección económica por la venta del Alcoraz que ha devuelto al Huesca al olimpo en la clasificación de límites salariales ha elevado en demasía las expectativas clasificatorias del equipo. Igual que es innegable el desastroso desempeño fuera del Alcoraz, no deberíamos perder de vista la importante reconstrucción de la plantilla llevada a cabo este verano, incluyendo el cambio de entrenador.

A Guilló, como a cualquiera de nosotros si nos sometieran a crudo escrutinio, se le pueden achacar muchas cosas. Pero no tengo claro que conectar la capoladora ahora mismo sea la solución. Pienso que, como cualquier organización, un club debe tener claro su rumbo y ser coherente (que no obcecada) con el mismo.

Entiendo que había un propósito de club cuando este verano se apostó por un entrenador joven como Sergi Guilló y me cuesta admitir que haya que pegar un volantazo en tan corto plazo. “Así es este negocio”, me comentaba ayer un aficionado, resignado a ese axioma por el que el entrenador siempre es el eslabón más débil de la cadena.

En este sentido, recomiendo el visionado de la rueda de prensa que dio Braulio Vázquez, Director Deportivo de Osasuna, el 14 de enero de 2021. Por aquel entonces, Osasuna era penúltimo en Primera sólo por encima de un Huesca que acababa de destituir a Míchel y muchas voces en Pamplona clamaban por la destitución del entrenador.

En aquel momento Braulio lanzó un mensaje muy contundente: “Jagoba Arrasate es el capitán del barco. El barco llegará a puerto o no, pero con el mismo capitán. Si nos hundimos, nos hundiremos todos pero iremos con nuestro capitán hasta el final”. Osasuna terminó undécimo y Arrasate se mantuvo como entrenador en Pamplona hasta 2024, logrando cinco salvaciones consecutivas, clasificando a Osasuna para una final de Copa y llevando al club a competición europea.

En mi opinión, al margen del resultado final – indiscutiblemente bueno- la potencia del mensaje de Braulio está en la contundencia con la que dejó claros a todos los navegantes el rumbo que seguía la nave, con todo lo que ello implica.

Como decía al principio, tengo un desconocimiento profundo de lo que sucede en la sala de máquinas del Huesca. Evidentemente el tiempo y sobre todo los resultados dictarán sentencia, sabia o no, sobre el entrenador. Por lo pronto, confío en atar este fin de semana los tres puntos frente al Andorra y así disponer de argumentos para que paren la capoladora.

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