La pereza, el pecado capital del Huesca

Ha habido algunos atisbos esperanzadores, pero seguimos en la misma: lo que resta supera a lo que suma

09 de Septiembre de 2023
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Diego Aznar y Jeremy intentan rematar
Diego Aznar y Jeremy intentan rematar

Todo viene del principio de los tiempos. En el caso del Huesca, el principio de los tiempos modernos es prácticamente anteayer. De repente, se instaló en el club la idea de que la diligencia, la eficacia y la previsión eran perfectamente prescindibles. Y una ola de pereza empezó a invadir absolutamente todo. La pereza es considerado el pecado capital "metafísico" porque se asocia a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la propia existencia. Es el desafecto por lo propio y por lo sustantivo (aquí, la afición), por el amor al refranero fundamental, ese que dice que no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, porque el abandono causa pérdidas importantes. Si hay pasado mañana, lo preferimos incluso a mañana. Y así se llega tarde a las citas con las capacidades.

El Leganés-Huesca ha sido una metáfora. Visto en los noventa minutos, ha tenido dos fases absolutamente diferenciadas, que conllevan a preguntas como la incomparecencia en el primer acto de Hugo Vallejo y Javi Mier, por más que el error de éste en el segundo gol es de los de hacérselo mirar. Pero en tres minutos ha filtrado más pases interesantes que en los cuatro partidos anteriores. No acabo de entender esa norma no escrita en la libreta del Cuco por la que los recién incorporados no pueden ser recién alineados. Vista la primera mitad, deprimidos por los cuatro primeros encuentros, es absolutamente innegable que este equipo necesita revulsivos y esta noche Mier y Vallejo han sido dos proyectos de revulsivo que han animado incluso al apático Gerard Valentín o al acomodaticio Sielva.

La pereza, la lentitud en la planificación, ha conducido a una descompensación evidente. La defensa del Huesca ha quedado retratada en el primer gol. Si se pega siete horas persiguiendo a Delafuente, Jeremy no lo coge. Y el retrato ha sido perfecto de la realidad: acumulación de hombres sin uno sólo capaz de despejar con determinación el esférico. La retaguardia, otrora símbolo de este equipo, está hoy hecha unos zorros, con laterales muy insuficientes y centrales inseguros.

Pero quizás, con todo, el mayor problema en torno al Huesca es la desconfianza, que va desde lo más alto hasta lo más bajo, desde lo más bajo hasta lo más elevado. Y trasciende al terreno de juego. Ver a Sielva, al que se supone un pelotero, echar un balón de contragolpe hacia atrás es un signo. No disparar a puerta en toda la primera mitad, otro. Y llevar cinco partidos sin victoria, y sólo 4 en todo el año del Señor 2023 es para ir al rincón de pensar. Y para concebir que los días de vino y rosas ya no sirven porque estamos condenados a galeras.

Cada jornada, se añade una al discurso de "sólo llevamos". Pero ya son 5, que es una octava parte de la Liga, y el vértigo, desde el fondo, es mucho peor que por arriba. Ha habido algunos atisbos esperanzadores, pero continuamos en la misma demoledora inercia: lo que resta supera a lo que suma. No hay casualidades, sino causalidades. Y no sé si estamos para darnos un bañito de esperanza. Se me antoja complicado. El mercado de invierno está muy lejos, aunque si ha de ser como el de verano, de 10 y con primeros platos, ¡pues p'a qué! No nos podemos permitir ni un chupito de pereza... salvo que asumamos otra realidad metafísica.

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