El préstamo participativo y convertible que los grupos Costa y Pini, Pini-Costa que tanto monta que monta tanto, se cifrará en torno a los 7 millones de euros, el principio de un nuevo camino hacia la sostenibilidad y hacia un nuevo estilo de austeridad y rigor después de las evidentes lagunas del plan estratégico que ha correado pérdidas multiplicadas respecto a cualquier previsión. Será firmado en cuestión de días o de horas, en todo caso inminente dentro de la complejidad de estos procesos.
No es una cifra baladí ni una presunción supersticiosa del número de la suerte. Es el máximo que, en la compleja ecuación que la Liga de Fútbol Profesional contempla para adjudicar el techo salarial, pemitirá aplicar en torno a cuatro después de la realización de ingresos y gastos global para que el límite de los sueldos de la plantilla deportiva se fije en los 6 millones de euros, unas unidades arriba o abajo. Disponibilidad superior a la de la temporada recién concluida, aunque tenía su trampa porque el coste real de la nómina de los futbolistas y cuerpo técnico estaba excedido en más de tres, con lo cual los 4,2 oficiales eran en realidad más de siete.
Independientemente de interpretaciones, una nueva filosofía va a entrar en Camino de Cocorón, y no exclusivamente -que también- por la archiconocida fórmula exhibida desde hace muchos años por el nuevo -y antiguo- presidente, Agustín Lasaosa, aquella de que "si entran 5, hay que gastar 4 y si se puede incluso 3". Pero esos tres o cuatro, exprimirlos con una optimización de recursos digna de estudio en escuelas de negocios. El perfil global del Consejo de Administración ha crecido sustantivamente en los criterios económicos y se avecina una era de racionalidad y rigor. Adiós a los gastos suntuarios, nóminas no deportivas ajustadas y una autoexigencia: hay que poner a trabajar al dinero para que cada céntimo sea una inversión más que un gasto, aunque éste sea inevitable.
Entre los consejeros, se escucha la expresión: entramos en economía de guerra. Y, por eso, se requiere la máxima imaginación, creatividad y mucho, muchísimo esfuerzo, porque la idea es generar ilusión para ampliar el número de abonados (esta semana se presentará la campaña) y el atractivo para las empresas. Sin lugar a dudas, tener dentro a dos personalidades como Jorge Costa y Piero Pini tiene su efecto magnético y también otro propio de quien aporta capital: la exigencia. Nadie que pone dinero quiere que se vaya por el sumidero, sino que aspira a maximizar los resultados con el caudal disponible.
Obviamente, en el relevo profesional después del vaciado de despachos, se jugará también la Sociedad Deportiva Huesca el rumbo de su futuro. El presidente y los consejeros hablan, sin cesar, de la recuperación de los valores que llevaron a este club a las más altas cotas deportivas y a la gran identificación de la provincia, de muchos aragoneses y de españoles que reconocieron que llegó a la máxima categoría por la humildad, el compromiso, el esfuerzo, la ilusión y, algo básico, el orden.
Más allá de la continuidad o no del entrenador, deseada pero ahora mismo en entredicho por el interés ilicitano, mucho más allá de las quinielas en las que los apostantes periodísticos gozan con un porcentaje de aciertos perfectamente descriptible, lo fundamental es la música que suena en la nueva senda. Y para la sinfonola de las vidas ilusionadas de los aficionados del Huesca, con introducir 7 millones de euros basta. A partir de ahí, habrá que ir conjugando el verbo generar y borrando del imaginario el de despilfarrar.
La futura compra, o no -en el imaginario de muchos en la Fundación y el club se sueña con la excitación de los dos prestatarios porque nada hay más garantista que el arraigo-, pasa ahora a un plano menos urgente. Habrá equipo y, bien gestionado en todas las facetas, con la vista de lince que siempre ha caracterizado a Agustín Lasaosa, puede ser incluso muy competitivo con esas cantidades de las que hablamos. Que unos años como los últimos ya valen como purgatorio.