Por los lagos de Urdiceto discurre la ascensión normal y más frecuentada a esta montaña aunque hay que transitar varios kilómetros de pista para hacer la ascensión menos penosa, y otro trayecto frecuentado va por el collado de la Cruz de Guardia, sin embargo iniciar la ascensión en la misma población de Bielsa situada a 1.053 metros desde la que separan más de 1.900 metros de desnivel a la cumbre no es lo habitual. Como en la Pico a Pico ya se había ascendido hace años esta cumbre por su trayecto de Urdiceto en aquella ocasión añadiendo Punta Fulsa a la actividad, en esta vuelta del verano se había diseñado una ascensión desde Bielsa por el Barranco de Barleto por donde discurre un PR hasta los ibones para llegar a la cumbre en común con otros itinerarios y para el descenso se optó por un itinerario arriesgado por lo salvaje del terreno asomándose por una cresta al ibón del Cau que se hunde entre grandes paredes intransitables.
Vino bien que el grupo no fuera muy numeroso para el citado descenso, después de una ascensión que comienza ascendiendo sin dar tregua desde el mismo Bielsa primero por un frondoso bosque de altos pinos y luego cuando el bosque deja paso a las praderas alpinas a más de dos mil metros de altitud, después de un descanso cerca de las ruinas de una vieja construcción que es la cabaña de Barleto, se asciende a un cordal a 2.400 metros desde donde se ven los ibones de Barleto en una cuenca bastante oculta, para afrontar los últimos quinientos metros de ascenso que se hacen duros después de los casi 1.500 que se llevan pero que afortunadamente discurren por lomas herbosas hasta los últimos metros del bastión rocoso que antecede a la misma cumbre.
Desde la cumbre de Punta Suelza, que se alcanza tras cinco horas de ascenso, en su deteriorado vértice geodésico fotos de cumbre y un merecido descanso desde este inmenso mirador del Sobrarbe y la Ribagorza. Aparece al oeste el macizo del Monte Perdido que hemos ido viendo desde que el bosque abrió paso al paisaje, al este el macizo del Posets y los Eristes, el Perdiguero. También se identifica al noroeste el macizo de la Munia con el Troumousse que subimos en el mes de julio, hasta el macizo de Vignemale se alcanza a reconocer. El grupo se prepara para el descenso que tiene algo de incertidumbre, se sabe que hay que dirigirse a la cuenca del ibón del Cau que aparece al fondo en una cerrada cuenca entre paredes rocosas salpicadas de pedreras y pastizales inclinadísimos, por lo que hay que seguir una cresta de pizarras rotas y esquistos que con mucho cuidado depositan en una estrecha canal, por la que se decide con sumo cuidado el descenso, ya que continuar por la cresta hasta el collado del Cau no se ve posible, como se terminará por confirmar una vez que se alcanza con paciencia la base de la pared de la cresta y se llega a las trazas de senda en las rojizas pedreras que descienden de ese collado. Había agujas con cortados de muchos metros por medio.
En las cercanías del ibón del Cau, encajado entre murallas inmensas, se ha tomado tierra con esfuerzo e incertidumbre pero sin ningún tropiezo, por lo que sólo resta descender por el barranco del Cau tanto desnivel como se subió por la mañana por el contiguo barranco de Barleto siguiendo un PR de fuerte inclinación pero sin dificultad, hasta entrar en el bosque de nuevo en torno a dosmil de altitud y acabar confluyendo con el barranco de Barleto para finalizar por el tramo común que acaba en la población de Bielsa. Han sido cerca de once horas de jornada salpicada de cortos descansos, salvando en torno a 2.100 metros de desnivel tanto de subida como de descenso por ese ibón del Cau, por lo que quedará en la memoria y en las piernas el recuerdo para varias jornadas de esta ascensión por un itinerario original y salvaje, al que se atrevió por primera vez con la Pico a Pico una de las participantes.