Como los futbolistas que están en el banquillo, anoche hube de aplicar todas las dosis de cinismo e hipocresía de las que soy capaz (he de reconocer que soy bastante limitado, como en tantas y tantas facultades) para felicitar por wasap al Comando Fideuá por su extraordinario desempeño que hizo posible el éxito de la Quebrantahuesos. Sin duda.
El Comando Fideuá es ese grupo de valerosas voluntarias y de meritorios voluntarios que se erigen en los avitualladores finales de los desfallecidos ciclistas que llegan exhaustos y a los que entregan, junto con la bolsa con el yogur (de nueces, me dijeron ayer mis canallas compañeros para chincharme), las galletas, la fruta y el agua, unas palabras de ánimo, una sonrisa y una vocación de servicio. Me dirás, querido lector, que eso no quita las agujetas ni el cansancio, pero todos sabemos que, en la fatiga, el aliento ayuda y recompone.
Pues bien, anoche estaban mis compañeras exultantes, jaleándose mutua e hiperbólicamente con la intención absolutamente segura de acrecentar la certeza de que uno es prescindible -que lo es- y asegurando que ha sido el mejor servicio de la historia. Y, además, castigando al periodista al que le hacen confidencias sobre algunos defectillos organizativos que ellas han subsanado para redondear la faena de mi dolor por la ausencia. Que sepáis, Susana (la boss), Loli, Alodia, Mariví, Celia, Carmen, Karla, Conchi, Cris, Elena, Raquel, Mari, Susana bis, Pepe, Fernando y Francisco, y al resto porque seguro me he olvidado de alguien, que habéis excitado mi tozudez y a Dios pongo por testigo de que volveré, más fuerte -y fondón- que nunca y asumiré las cargas de estos dos años de ausencia más el correspondiente.
Dejando el tono jocoso a un lado, considero que los voluntarios, discretos y austeros, valerosos y abnegados, creativos y sacrificados, han de recibir una permanente felicitación por parte de la Quebrantahuesos (la oficial y la oficiosa), que bien podría denominarse -si justicia se pretendiere impartir- la Quebrantahuesos de los Voluntarios. Esa tropa de un millar de agentes, dispersos, diversos y plurales, constituye una fuerza inasequible al desaliento, dotada de una iniciativa impropia de tamaña multitud y, sobre todo, de un amor a una prueba que muchos de ellos han realizado hasta que, por cuestiones varias, han decidido apearse de la carretera para servir a los que disfrutan de la carretera.
Son, en el sentido brechtiano de la palabra, imprescindibles, porque no sólo trabajan días, sino que orientan todo el año hacia un día que para ellos es un foco fundamental. En los primeros años, hicieron crecer en medio del amateurismo la prueba que alcanzó los laureles de la mejor marcha cicloturista del mundo. Hoy, en una etapa profesionalizada, siguen siendo los agentes que explican la fortaleza del gran acontecimiento deportivo de Sabiñánigo. Y por ello se encuentran cada año, como tributo simplemente de mínima correspondencia, mi admiración y mi aplauso, a los que le invito, querido lector, porque reconforta mucho reconocer la virtud. Felicidades, amigas y amigos.
P.D.: Incorporo el video (sin permiso, clandestinamente) con el que el Comando Fideuá me zahirió anoche, recordando no sólo que han sido una maquinaria perfecta, sino que además son guapos. Y ahí, precisamente ahí, acabaron de meter el dedo en la llaga... aunque tengan razón. Enhorabuena, chicas campeones, enhorabuena chicos gregarios, jajaja. Y para todos el abrazo.