Un respeto para el señor don Antonio Hidalgo y sus hijuelos deportivos

El entrenador, el líder, ha hecho crecer a sus jugadores y, con ellos, la esperanza

06 de Enero de 2024
Guardar
Once del Huesca de Antonio Hidalgo ante el Rayo Vallecano
Once del Huesca de Antonio Hidalgo ante el Rayo Vallecano

Todavía me castañetean los dientes, las piernas no han entrado en calor y apenas domino los dedos por el frío. Más de tres horas en el siberiano Alcoraz, con poco calor del respetable. Con 2.629 espectadores, hoy sí, el Huesca ha sido el equipo de la despoblación, y eso que alguna zona desertizada como la tribuna estaba ocupada por un porcentaje no desdeñable de "gratis total".

Una lástima, por cierto, que determinadas torpezas y faltas de empatía (cuando no está el horno para bollos, no hay que pretender sacar rendimientos ni aunque lo permita un reglamento) hayan motivado que muchos aficionados no han acudido a ver un buen espectáculo como el que ha protagonizado el Huesca ante un Primera como el Rayo Vallecano. Desde luego, no se han puesto los medios ni el talento para que el frío ambiental no estuviera acompañado por la gelidez que suscita ver el estadio prácticamente vacío.

Para obtener el respeto, hay que dimensionar todo en torno a la verdad. Y la mayor integridad en este barco a la deriva, del que se van apeando viejos oficiales, está representada por su entrenador, Antonio Hidalgo. Un señor auténtico, que no necesita de una oratoria florida -no la tiene, la verdad, su árbol genético no entronca con Demóstenes- para constatar que el lenguaje del fútbol tiene códigos que no admiten dobleces ni autoengaños. El técnico catalán, que incluso hizo un sacrificio económico por buscar esta oportunidad del Huesca, ya ha correspondido sobradamente. Tomó al equipo en un déficit análogo al económico del club y su tarea de restauración es digna de la mejor escuela.

Seguramente, como sucedió con el Cuco, había recibido unas expectativas de refuerzos superiores a los que va a disfrutar. Y, como ocurrió con su predecesor, el riego de talento se va a quedar en agua de cerrajas (lo de borrajas, créanme, es una incorrección que se ha quedado en el imaginario lingüístico colectivo). Pero Antonio Hidalgo ha completado un ejercicio de psicología positiva digna de la mejor exposición de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. Y, en una labor de orfebrería de la mentalidad, ha conseguido inculcar a cada jugador la convicción de que, como esta noche cantaban los puñados de aficionados del Alcoraz, sí se puede.

Y ha venido a resultar que, ahora, los que antes parecían unos pelotoneros tuercebotas, y hasta en tal impresión depresiva habían caído olvidando que no se llega hasta ahí sin habilidades, ahora parecen futbolistas con aptitudes -como todo en la vida, limitadas pero existentes- y actitudes. Y por eso reciben el aplauso y reconocimiento. Antonio Hidalgo ha conseguido inocular en el grupo los tres verbos de Álex Rovira: creer, crear, lograr. Para lograr, primero hay que creer y así se puede crear.

El entrenador, el líder, ha hecho crecer a sus jugadores y, con ellos, la esperanza. No es una garantía. Hay carencias que las escuálidas cuentas del club no van a poder subsanar. Y, precisamente, por seguir con su compromiso, es por lo que hay que ovacionar a Antonio Hidalgo y a sus hijuelos, esos retoños que van rebrotando para alegría de todos nosotros. Y que, por cierto, para nada están concernidos en las posibles críticas a otras instancias del club como interesadamente se ha querido hacer ver para convertir a los futbolistas en escudos humanos de una gestión que, como en toda instancia pública, es discutible y ha de ser discutida. Al césar lo que es del césar y que cada palo aguante su vela. Y en la de Hidalgo, yo pongo a fecha de hoy mi cirio pascual de admiración. Mañana, Dios dirá.

Archivado en

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante